Esbozo históriconatural de la reflexividad*
Por Francisco Varela

Una mano se alza de papel y se eleva hacia un mundo más vasto. Cuando pensamos que ha abandonado definitivamente al plano de origen, recae nuevamente en é1 y dibuja su propio relieve en el blanco papel. Un círculo se cierra y al mismo tiempo dos pianos coinciden, se superponen, se confunden. En esta coincidencia se observa que lo que deseábamos mantener en planos separados es inseparable. Nuestro sentido de orientación y nuestros sentimientos hacia aquello que forma la base empiezan a tambalearse y tenemos la impresión de encontrarnos ante una paradoja.

Este tipo de fenómenos circulares solían llamarse usualmente círculos del diablo {círculos viciosos) y eran la encamación de aquello que debía evitarse. Por mi parte recomendaría denominarlos "Circuli virtuosi" círculos creativos. Su notoria curiosidad oculta una clave para la comprensión de sistemas naturales y sus fenómenos cognoscitivos, como así también el rico mundo de sus formas. Me propongo bosquejar aquí este mundo de los círculos peculiares desde tres puntos de vista fundamentales: 1) el empírico, 2) el estructural, 3) el de la teoría del conocimiento.

La perspectiva empírica

En el dibujo de Escher observamos que ambas manos se dibujan mutuamente. Esto implica que establecen recíprocamente sus condiciones de creación. Se extraen mutuamente con medios propios, fuera del grabado, crean una identidad propia. Más precisamente, su determinación recíproca las extrae del resto del dibujo permitiéndoles conformar una "unidad". Dicho de otra manera: su operación (su mutuo dibujarse), establece las condiciones bajo las cuales pueden ser diferenciadas al tiempo que las destaca sobre un fondo.

El hecho de que una unidad se destaque de un fondo, como consecuencia de la operación, es una experiencia cotidiana que podemos asociar normalmente con los seres vivientes. Desde la Antigüedad se ha dado en dar a esta experiencia el nombre de "autonomía". Cuando observo a un perro que camina por la calle, que cambia repentinamente


(M. C. Escher, Zeichnen)
Figura 22

de dirección y se dirige hacia mí es muy común que adjudique al perro la intención de saludarme. Determinar si esta adjudicación de un proceso mental esta justificada o no, es menos importante para mí que el hecho de que resulta tentador hacerlo en base al comportamiento del perro. Dicho de otra manera: el comportamiento del perro es muy difícil de explicar a menos que suponga que el perro no reacciona ante el mundo que lo rodea, es decir, como si recibiera instrucciones que apuntan a determinados resultados, sino más bien como si se tratara de perturbaciones que el perro interpreta de acuerdo con sus propios mecanismos de regulación y balance. Esta es, nuevamente, la cualidad tan peculiar a la que denominamos autonomía. Si mi auto no arranca mañana, efectivamente estaría tentado de decir que está enojado conmigo, pero dado que soy un individuo instruido, sé que una subordinación de este tipo no es posible, ya que nosotros mismos construimos la máquina.

Precisamente aquí comienzan las dificultades: Nosotros no creamos el perro y tampoco pareciera existir para un fin específico sobre el cual pudiéramos ponernos de acuerdo. La clara contraposición entre sistemas vivos, en quienes se advierte la idea de autonomía, y los muchos otros sistemas naturales y artefactos creados por el hombre, fueron fascinantes para la biología desde Aristóteles hasta entrado el siglo XIX, y en un grado solamente comparable a la atracción ejercida por la diversidad de los seres vivos.*

Resulta interesante comprobar que el tema de la autonomía desapareció graduadamente del discurso científico al comenzar el desarrollo de la genética y la biología molecular, a comienzos de siglo. Paralela y rápidamente la técnica y la mecánica hicieron rápidos progresos y se orientaron hacia la cibernética y la teoría de control. Este es el motivo por el cual hoy en día no pensamos en autonomía en el área de los sistemas naturales, sino que simplemente lo pasamos por alto sin considerar que se pueda hablar de autonomía de manera precisa. La contrapartida de la autonomía, el control, puede precisarse en cambio sin inconvenientes.

Naturalmente que no existe nada más misterioso en la autonomía que lo que pueda haber en el control. Lo decisivo radica en considerar a la autonomía como la expresión de un tipo de proceso que aparece por doquier en la naturaleza y en numerosas formas concretas.* Este tipo de proceso es exactamente lo que Escher presentó. (Las partes se especifican mutuamente y se fijan entre sí.)

La vida se caracteriza por esta forma de vinculación con el ámbito molecular, adquiriendo su cualidad de autónoma. De esta "sopa" de moléculas se destaca una cé1ula, porque define y fija fronteras que la separaran de todo aquello que no es ella. Esta determinación de fronteras se cumple sin embargo mediante producciones moleculares que por su parte, sólo fueron posibilitadas por esas fronteras. Las transformaciones químicas y los límites físicos se condicionan mutuamente: la célula se destaca de un entorno homogéneo. Si este proceso de autocreación se interrumpe, la unidad celular deja de formar una unidad y se deshace hasta formar poco a poco la sopa molecular.7

La esencia de la organización celular se puede representar de la siguiente manera:


Esta configuración es determinante: las operaciones conforman un circuito cerrado, motivo por el cual los productos se encuentran en el mismo plano que los procesos de producción, Dentro de esta organizaci6n pierden sentido las diferenciaciones usuales entre productor y producto, entre comienzo y final o entre "input" y "output". Poco podemos decir sobre el origen de las células, pero los resultados de las ultimas investigaciones concuerdan sustancialmente con la idea de que el cierre de un circuito generacional como el que acabamos de bosquejar resulta una condición indispensable.2 Una vez que existen tales unidades autónomas surgen toda un nuevo dominio: La vida, como la conocemos hoy. Este tema fundamental de la interacción de los circuitos de procesos de producción molecular admite numerosas variaciones, así como también muchas materializaciones especificas que dan como resultado una infinidad de células distintas.

Es posible que las células modernas sean el fruto de una simbiosis de unidades, originariamente autónomas. Tal es el caso de las mitocondrias, cloroplastos y otros organismos celulares, los cuales hoy en día conservan solamente vagos vestigios de su autonomía original.5 Incluso en nuestros días, encontramos algas y hongos que conforman sus cambiantes recíprocamente y suministrándose alimentos. Por consiguiente, las células pueden interactuar formando nuevas unidades autónomas. Todos los organismos multicelulares fueron creados en similares circunstancias.

El fenómeno básico es en todos estos casos, el mismo: Elementos de diversos pianos se reúnen operacionalmente y forman una unidad a raíz de su interacción circular. Si este proceso se interrumpe, se destruye esta unidad. La autonomía nace en esta intersección. El surgimiento de la vida no es un mal ejemplo para esta ley general.

La perspectiva estructural

"Esta frase es falsa si la añade a sí misma entre comillas", es falsa cuando se la añade a si misma. Este Koan de Quine8 es una expresión jocosa de una dificultad a la cual se enfrentan hace largo tiempo la lingüística y la matemática. A partir de que al cretense Epiménides se le ocurrió decir aquello de que "Todos los cretenses son mentirosos", la singular cualidad humana de la reflexividad (autorreferencia) fue la causa de permanentes dolores de cabeza.* Esta singular cualidad reposa sobre un postulado que determina que las afirmaciones sobre algo no deben ser elemento constitutivo de ese algo.

Afirmaciones como la de Epiménides y Quine lesionan obviamente este postulado.

En todos los casos similares en los que existen confusiones lingüísticas es evidente cierto parecido familiar con el grabado de Escher, así como con la formación de las células y la autonomía. En todos los casos se trata de movimientos con los cuales aquello que debería quedar separado se entrecruza (en el caso de Quine y de Epiménides serían los planos de significación), de manera que dos planos se confunden en uno solo y a pesar de todo siguen siendo diferenciables.

Sin embargo resulta interesante comprobar que aquello que en el ámbito molecular aparece como complejo pero entendible, adquiere en el ámbito lingüístico la significación más profunda de una paradoja. Es más difícil saltar fuera de la necesidad de permanecer en un determinado plano de significación y considerar sencillamente toda la oración como una unidad. Una paradoja es exactamente esto, lo que permanece incomprensible si no lo examinamos saliendo de ambos planos mezclados en la estructura de la paradoja. Quine y Epiménides siguen siendo paradójicos en la medida en que no estoy dispuesto a abandonar la necesidad de elegir entre lo verdadero y lo falso, así como a reconocer en la reflexividad de la premisa una forma determinada de fijación de su significado. Esto implica que la frase existe dentro de un ámbito más amplio y só1o se toma paradójica en la medida en que se la proyecte sobre un ámbito más restringido, en el cual debe ser obligatoriamente verdadera o falsa.

                              

Este es, según supongo, el motivo por el cual aparece la paradoja en situaciones como la de los ejercicios zen, en los que justamente debería aprenderse a saltar a un plano cognoscitivo superior para poder observar en este nuevo plano sus pensamientos y conceptos valorativos en forma imparcial. Mientras el que aprende se mantenga atado a uno u otro plano, a una predilección o juicio, a lo bueno o lo malo, lo positivo o lo negativo, a lo espiritual o lo mundano, la meta de la enseñanza no se habría alcanzado. Un buen maestro es aquel que puede transmitir vívidamente la reflexividad y lo entreverado de la situación hasta que el estudiante se vea obligado a extraerse de ella.

Quizá la prueba más interesante y famosa de fecundidad en el ámbito de la reflexividad en el lenguaje y en la matemática sea el Teorema de Gödel, ejemplo del cual quisiera extraer algunas conclusiones en relación a la circularidad y clausura.
La intuición de Gödel está (también) representada perfectamente en el grabado de Escher. Gödel (y sus contemporáneos) querían determinar si los lenguajes formales podían autoanalizarse; dicho de otra manera, querían ver si se los podía analizar exclusivamente con sus propios medios. Para ello debemos ocupamos por lo menos de aquellos lenguajes matemáticos que contengan los números naturales y que puedan hacer afirmaciones sobre los números. Claro que los números no son afirmaciones matemáticas, sino objetos matemáticos, a los cuales uno puede referirse en un lenguaje matemático apropiado para este fin. La ocurrencia genial de Gödel consistió en entrecruzar el plano del lenguaje sobre los números con los números mismos. Realmente un circuito peculiar. Para ello adjudicó un signo lingüístico a cada número, de manera tal que también a las series de números (es decir, afirmaciones sobre números) correspondía una cifra. Los detalles no nos interesan aquí,* pero el punto central del lenguaje construido de esta manera por Gödeles el siguiente:

Circuito de Gödel

Figura 25

Cuando en este sentido se entrecruzan claramente diversas áreas no resulta dificultoso conformar premisas reflexivas como la de Quine. Gödel manifiesta este mismo pensamiento diciendo: "Esta afirmación es indemostrable" (ni su veracidad ni su falsedad puede demostrarse). La sola existencia de tal afirmación demuestra que todos los sistemas formales, de hecho suficientemente ricos como para contener números y la aritmética, contienen afirmaciones llenas de sentido y perfectamente definidas de los cuales no se puede inferir si son verdaderas o falsas. Por eso se dice de estos sistemas formales que son incompletos. El hecho de que existan en afirmaciones indecidibles justamente dentro del ámbito central de la matemática, produjo gran insatisfacción entre los matemáticos. Desde nuestro punto de vista en cambio los resultados a los que arriba Gödel se interpretan de manera muy diferente. No como una prueba de la limitación, sino como un caso más que demuestra que la circularidad puede llevar a la constitución de un dominio autónomo formándose una unidad que espe-cifica un dominio abarcador y más amplio. En el caso de Gödel, no bien se completa su circuito y los planos se cruzan, aparece una unidad en el universo lingüístico. La comparación con el ejemplo biológico es obvia.


Figura 26

Observen un momento que es lo que se desarrolla dentro de estos curiosos circuitos. En el caso de Epiménides, la afirmación es —cuando aceptamos que es verdadera—, falsa. Si es falsa, consecuentemente debe ser verdadera. En su estructura hay una oscilación entre lo que antes se encontraba separado. Lo podemos graficar de la siguiente manera:

En la unidad de un circuito operacional aquello que aparece como una conducta coherente y diferenciable (ya sea en el área de la significación o en el de las estructuras moleculares) es, en realidad peculiar. Por una parte este comportamiento actúa como una característica de la unidad. Por la otra vemos que en el intento de determinar el origen de esta característica por medio de sus cualidades, encontramos solamente una reiteración sin fin de lo que es siempre igual, que no comienza en ninguna parte y que no termina en ninguna parte. La coherencia está distribuida en un círculo que se reitera constantemente, que repite indefinidamente pero que es finitamente como circuito, dado que podemos observar sus efectos o sus resultados como característica de una unidad.

Quisiera ilustrar el mismo pensamiento más virtualmente. Consideremos un triángulo. Cada lado lo dividimos en tres partes, las cuales unimos luego de tal manera que formen una estrella de seis puntas. Procedemos ahora a dividir de igual manera cada lado de la estrella. Este proceso se repetirá con cada nuevo lado creado, ad infinitum. La figura así creada se asemeja a un cristal de nieve y es inmediatamente comprensible pues posee una forma coherente. Pero lo que percibimos es como un antepasado mítico que nunca fue totalmente dibujado y que sólo puede ser intuido como tendencia de una repetición ininterrumpida. Resulta interesante el hecho que figuras como estas tienen, en base a su construcción geométrica autorreferencial dimensiones que no son las tradicionales. En el caso del triángulo de más arriba, la dimensión es superior a 1 pero menor que 2, exactamente 1,2618. Dado que dimensión es un número (fraccionario) a tales figuras se las denomina fractals.
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La perspectiva cognitiva

Hemos presentado dos perspectivas paralelas, en los cuales la formación de círculos operacionales mediante el acto aparentemente inofensivo de la reflexividad crea un ámbito completamente nuevo, así se trate de células y los seres vivos o de lenguajes e indeterminación.

Ahora debemos dar el próximo paso en nuestra investigación de la historia natural de la reflexividad y analizar el otro caso fundamental, cuyo cierre hace variar totalmente el cuadro: Descripciones de nosotros mismos, nuestro propio conocer.
Precisamente, en la observación de nuestros propios conocimientos, reunimos los tópicos principales de las dos perspectivas anteriormente mencionadas.


Figura 27

Por una parte, nuestra cognición ocurre en el sustrato biológico de nuestro cuerpo. Por otra parte, nuestras descripciones son capaces de autodescripciones. Gracias a nuestro sistema nervioso se superponen ambos modos de cierre y forman así aquella vivencia que es la más familiar y al mismo tiempo la más inasible: nosotros mismos.

Esta claro que el sistema nervioso es una parte integrante de nuestra unidad como seres biológicos, como unidades autónomas que somos. Lo que no es tan evidente es que el propio sistema nervioso es autorreflexivo de varias maneras básicas.6

Esto es así sobre todo porque no hay efecto del sistema nervioso (capacidad de movimiento, secreciones internas) que no tenga un efecto directo sobre una superficie sensorial. De la misma manera que una neurona actúa sobre otra por una estrecha vecindad de sus


superficies a través de una sinapsis, un grupo de músculos actúa sobre el sistema sensorial del cuerpo por efecto reflexivo sobre una sinapsis sensorial y motora.

Un movimiento reflejo de la rodilla es provocado por la tracción de un tendón, que ejerce una tracción sobre propios receptores y provoca una modificación de la actividad de las neuronas motoras en la médula espinal, todo lo cual conduce a una contracción muscular en dirección opuesta a la tensión del tendón. Los efectos motores tienen consecuencias sensoriales y los efectos sensoriales tienen consecuencias motoras. Este principio de referencia tiene validez universal:

Pero el sistema nervioso es un circuito cerrado en un sentido más sustancial. Tan pronto se traspone el umbral de lo sensorial o de lo motor, los efectos que éstos ejercen sobre el sistema nervioso no tienen una dirección única, como en una calle de una sola vía. Se parecen más bien a la aparición de otro comprador en la sala de la Bolsa de valores. Si por ejemplo, siguiéramos la excitación creada en la retina en su trayecto hacia la zona de la corteza cerebral (1óbulo occipital), podríamos comprobar que en cada fibra que llega a la corteza, proveniente de la retina, desembocan en este mismo punto 100 fibras provenientes de otros lugares del cerebro. La actividad de la retina suministra así solo una modulación de aquello que se desarrolla en el sistema nervioso central.

Pero esto aun no es todo. Si bien los estímulos eléctricos se propagan só1o en una dirección, muchos otros estímulos químicos del eje neuronal se desplazan en sentido contrario, de manera que las vías de transmisión son siempre "calles de dos manos" en el sistema nervioso. Así, por ejemplo, puede incorporarse en el extremo del axón neuronal una sustancia reguladora que viaja hacia el cuerpo celular y actuar por medio de un impulso eléctrico sobre la neurona procedente a través de una sinapsis. En el sistema nervioso existen numerosos efectos recíprocos de este tipo, cuyo funcionamiento sólo ahora se está empezando a estudiar.*

En el siguiente esquema se observa la organización descrita:

Figura 30

En esta visión del sistema nervioso observamos una conducta determinada cuando, por haberse cerrado el circuito de esta estructura total de conexiones recíprocas, se logra cierta coherencia. Se podría analizar esta coherencia dividiendo el proceso en sus partes constitutivas. Podríamos, por ejemplo, comenzar con la visión que tiene su origen en el ojo y seguir luego todos los trayectos que llevan desde el ojo hacia la corteza cerebral y luego desde la corteza al tálamo y al lóbulo anterior, etc. Finalmente habríamos descrito un círculo completo y de hecho podríamos seguir girando indefinidamente en él. La conducta se refiere, como en el ejemplo del fractal —es como el antecesor mítico de este proceso infinitamente recurrente— sobre si mismo.

Sujeto/Objeto

Si tomamos en serio lo que dijimos acerca del sistema nervioso, debemos reconocer que nuestra experiencia personal se origina de la misma manera. De esto se extraen dos conclusiones de eminente importancia:

Primero: No podemos salir del mundo determinado por nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso. No existe otro mundo excepto el que experimentamos por medio de estos procesos, procesos que son premisas para nosotros y hacen de nosotros lo que somos. Nos encontramos dentro de un dominio cognoscitivo del cual no podemos salir, o decidir donde comienza o cómo se crea.

Segundo: Y esto no es menos importante: no podemos retrotraer una experiencia dada de una manera única e irrepetible a sus orígenes. Cada vez que intentamos rastrear los orígenes de una percepción o de una idea chocamos contra un fractal que permanentemente retrocede ante nosotros. Donde investiguemos tropezamos contra la misma multiplicidad de detalles, y vinculaciones recíprocas. En todos los casos se trata de la percepción de una percepción de una percepción, etc., o la descripción de la descripción de la descripción de la descripción. En ningún lugar podemos arrojar el ancla y decir: De aquí partió esta percepción y de esta manera se desarrolló. En nuestra percepción del mundo olvidamos todo aquello que aportamos para percibirla de este modo, precisamente porque estamos incluidos a través de nuestros cuerpos en el peculiar proceso circular de nuestros comportamientos. Al igual que el joven del dibujo de Escher "Galería de cuadros" vemos un mundo que se convierte en el sustrato que nos produce, cerrando así el círculo y haciendo que se entrecrucen las áreas. Al igual que en el grabado de Escher, no hay salida hacia ninguna parte. Si intentáramos salir nos encontraríamos nuevamente en un círculo sin fin que se perdería en un punto central, dentro de un espacio vacío.*

Conforme a la tradición, la experiencia es o bien objetiva o subjetiva. El mundo existe y nosotros lo podemos ver tal como es (objetivamente) o bien lo vemos a través de nuestra subjetividad. Si seguimos el hilo conductor de la reflexividad y de su historia de la naturaleza podemos ver esta intrincada pregunta desde otro punto de vista: el de la participación y de la interpretación en el cual el sujeto y el objeto están inseparablemente unidos entre sí. Esta inter-dependencia se pone en evidencia por el hecho que no puedo comenzar en ninguna parte con una representación pura y no contaminada de lo uno o de lo otro


Figura 31 (M.C.Escher)

y cualquiera sea el lugar por el que resuelva comenzar me las tendré que ver hasta cierto punto con un fractal que reproduce exactamente lo que yo hago, es decir describirlo. De acuerdo con esta lógica, nuestro comportamiento en relación al mundo es igual al que tenemos ante un espejo, el que ni nos podrá decir como es el mundo ni como no es. Él nos muestra que es posible que seamos como somos y que actuemos como hemos actuado. Nos muestra que nuestra experiencia ha sido viable.

Es fascinante que el mundo sea así de plástico, ni subjetivo ni objetivo, ni unitario ni separable, ni dual e inseparable. Esto apunta tanto a la naturaleza del proceso, que podemos percibir en la totalidad de su calidad formal y material así como también a los límites fundamentales de aquello que podemos comprender de nosotros mismos y del mundo. Demuestra que la  realidad no está constituida sencillamente a nuestro antojo, porque esto significaba suponer que podemos elegir un punto de salida desde adentro. Prueba además que la realidad no puede entenderse como algo objetivamente dado, como algo que recogemos   porque esto significaría suponer un punto de partida externo. Demuestra de hecho una ausencia de fundamento sólido de nuestras experiencias, en las cuales nos son suministradas determinadas regularidades e interpretaciones, fruto de nuestra historia conjunta como seres biológicos y sociales. Dentro de estas áreas de historia común que reposan sobre acuerdos tácitos, vivimos en una aparentemente interminable metamorfosis de interpretaciones que se suceden*.

Se nos revela un mundo en el cual lo infundado, puede convertirse en base de comprensión de que el antiquísimo ideal de la objetividad y de la comunicación, entendidos como la progresiva eliminación de los errores, en beneficio del aumento de coincidencia —medido en sus propias escalas científicas— es una quimera. Haríamos mejor en aceptar completamente la situación notoriamente diferente y difícil de él, de que vivimos en un mundo en que nadie puede pretender comprender las cosas, en sentido amplio, de mejor manera que otros. Lo notable es que el mundo empírico de los vivientes y la lógica de la autorreferencia, así como las enseñanzas de toda la historia natural de la reflexividad, nos enseña que la ética, la tolerancia y el pluralismo, nos liberan de nuestros propios valores y percepciones, para respetar las percepciones y los valores de los demás, constituye en definitiva el conocimiento y al mismo tiempo su punto final. En este punto los hechos son más claros que las palabras.

Referencias Bibliográficas
1. Braitenberg,   Valentin:   Gekirngespinste:  Neuroanatomic fur  Kybernetisch Interessierte. Springer, Berlin, 1973.
2. Eigen, M., y Schuster, P.: The Hypercyde. Springer, Berlin, 1979.
3. Ernst, Bruno: The Magic Mirror ofM. C. Escher. Random House, Nueva York, 1976, S. 33.
4. Madelbrot,  Benoit B.:  Fractals: Form, Chance, Dimension, Freeman, San Francisco, 1978. Edicion original: Les objets fractales. Flammarion, Paris y Montreal, 1975.
5. Margulis, L.: The Evolution of Eucaryotic Cell. Freeman, San Fracisco, 1980.
6. Maturana, Humberto: Biologie der Kognition. Paderborn, 1975.
7. Maturana, .,y V axcWV.: Autopoiesis and Cognition. Boston Stud. Phil. Sci., Vol. 42. D. Reidel, Boston, 1980.
8. Quine, W, O.: The Ways of Paradox and other Essays. Harvard U. Press, 1971.
* La expresión filosófica más concisa que he encontrado para esta conclusión es la Escuela Madhyamica de la filosofia medieval hindú. Véase, por ejemplo, la útiles explicaciones de F. Sireng, Emptiness: A study in religious meaning, Abingdon Press, Nueva York, 1967.

NOTAS:                                                                             
* Véase por ejemplo, J. Schiller, La Notion d' Organization dans t'Histoire de la botogie, Maloine, Paris, 1978.
* Para una presentación detallada de esta idea, véase F. Varela: Principles of Biological Autonomy, North Holland, Nueva York, 1979.
Para un debate completo véase Hughes, Patrick, y George Brecht: Vittons, DoubUday, New York, 1975, Vieweg, Braunschweig 1978 y especialmente el ultimo libra de D. Hofsudter: Godel, Esher, Bach- Basic Books, Nueva York, 1979.              
* Para mayores detalles, véase Nagel, Ernest y James R. Newman: Godcl's Roof, New York, Univ. Press, 1965, como Hofstadter, obra titulada.
* Nota del revisor: Ernst describe esta litografía de la siguiente manera:
* Acerquémosnos al cuadro en calidad de observador sin prejuicios. En el ángulo inferior derecho vemos la entrada de una galería de arte en la que se exponen cuadros. Hacia la izquierda observamos a un joven que contempla uno de los cuadros colgados en la pared. En el cuadro se ve un barco y por encima de este, en el borde superior izquierdo, una hilera de casas en un muelle portuario. A la derecha, arriba, sigue la hilera de casas y bajando la mirada por el borde derecho se descubre en el ángulo inferior una casa de esquina, con una entrada a una galería de arte en la que se exponen cuadros. Nuestro joven esta por lo tanto, dentro del cuadro que el mismo está contemplando.
* La diversidad de tradiciones debería ser determinadas con mayor detenimiento. En este sentido resulta muy significativa la fenomenología con sus diferentes ramificaciones. Pero aquí se habla, sin embargo, del sentido común dominante.

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