Parte V

La política de Brasil en África, Portugal y en el Atlántico Sur

Esta parte fue escrita en abril/mayo de 1974 y distribuida en forma de notas periodísticas por Prensa Latina. Agencia Latinoamericana de Noticias.

22. Cinco siglos y medio de colonialismo

"Es una responsabilidad portuguesa que debemos estar listos
 para asumir en cualquier momento, corno si fuera una
 responsabilidad nuestra ... ", General Golbery do Couto e Silva
en su libro "A Geopolítica do Brasil", refiriéndose a las entonces colonias lusas.

Con la conquista de Ceuta, en 1415, se inició la experiencia colonialista más larga de la historia, la portuguesa. La ocupación de islas en el Atlántico y de los litorales oriental y occidental de África, el viaje de Vasco da Gama a la India y el descubrimiento de Brasil (1500) fueran los capítulos siguientes de la "expansión marítima lusitana".

La historia del colonialismo portugués constituye una enorme ontología de violencia: saqueos, rapiñas y crímenes contra las “razas inferiores”. Historia que llegó a su fin el 25 de abril de 1974 con la victoria del Movimiento de las Fuerzas Armadas.

En la experiencia colonialista lusitana -en su estrategia global y en sus métodos tácticos- podemos encontrar las orígenes del moderno imperialismo e, incluso, la fuente de inspiración de las empresas transnacionales, los más sofisticados instrumentos del capitalismo contemporáneo.

Se puede decir que desde el punto de vista colonialista-imperialista, la acción de los portugueses presenta aspectos verdaderamente geniales. Los lusitanos aplicaron, con enorme clarividencia y gran éxito inicial, la que hoy denominamos geopolítica. Con una visión global del proceso económico crearon una estrategia y una praxis colonialistas muy avanzadas para la época. Ya en el siglo XVI, establecieron un sistema de explotación conjunta y combinada en cuatro continentes.

Con los capitales acumulados en el saqueo de la India a través de la venta en Europa de especias, inicialmente en forma monopólica, los lusitanos instalaron en Brasil el más moderno compllejo agroindustrial de la época: el azucarero.

Negros traídos de África 68 producirían en el continente americano el azúcar destinada al mercado europeo. Movilizando recursos financieros y humanos de dos continentes distintos hacia un tercero y fabricando ahí los productos destinados a un cuarto continente, los portugueses pueden reivindicar el título de precursores de los modernos monopolios globales. Los Rockefeller y las "multinacionales" innovaron muy poco...

En lo relativo a América del Sur, queda igualmente comprobada la visión geopolítica de los lusitanos que, incapacitados materialmente para copar todo el hemisferio sur, trataron de adueñarse de la porción estratégicamente más importante. El litoral del Nordeste brasileño está a varios miles de kilómetros más cerca de Europa occidental, el mercado consumidor, y del continente Africano, la fuente de mano de obra, que el de la Argentina y los territorios de la costa pacífica, colonizados por las españoles. El territorio ocupado por los portugueses constituye aquello que los teóricas geopolíticos denominan una "zona equidistante" entre Europa, África, América del Norte y el extremo meridional del continente. Además, está ubicado en una zona climática tropical y subtropical, lo que posibilitó el desarrollo de una economía complementaria a la europea y, posteriormente, a la norteamericana.

La visión geopolítica lusitana queda también evidenciada en el intento de establecer los límites atlánticos de su imperio americano: la desembocadura del Amazonas en el Norte y la del Río de la Plata en el Sur. De ahí sus esfuerzos por fundar e intentar mantener la Colonia del Sacramento ubicada en posición dominante sobre el Río de la Plata.

Con el traslado de la corte portuguesa a Brasil en 1808 y la vacancia del trono español, se registró el intento de Portugal de integrar a su corona todo el continente sur. Los planes de Carlota Joaquina, la mujer de Juan VI y hermana de Fernando VII, quedaron en la historia como el gran intento colonialista de establecer la unidad de las dos Américas: la hispana y la lusitana. El fracaso de los mismos determinó la victoria de la "solución" inglesa: la "balcanización" de América latina.

Ya entonces Portugal estaba condenado como potencia colonialista de primera clase. Sus propósitos de mantener un imperio global chocaban con obstáculos insuperables. Su incapacidad de hacer la Revolución Industrial en la metrópoli colocó a los portugueses en la condición de simples intermediarios entre sus colonias y las burguesías industrial y financiera británicas 69.

Sus limitaciones demográficas fueron también decisivas en el fracaso: los portugueses eran muy pocos. En Portugal, en la época de los descubrimientos, la escasez de población era tan grande que la mayoría de la tierra estaba sin cultivar a pesar de la aplicación a escala apreciable de mano de obra esclava.

Esa debilidad financiera, industrial y poblacional determinó el tipo de colonización adoptado por Portugal. Con la excepción de la instalación de la agroindustria azucarera, que a pesar de la mano de obra esclava constituía un avance progresista, la actividad comercial lusitana fue totalmente depredatoria. Lo que interesaba en los territorios descubiertos era solamente la explotación de las riquezas directa e inmediatamente disponibles, el saqueo de especias, de oro y piedras preciosas de gran valor comercial y cuya apropiación exigía una utilización mínima de mano de obra. En lo fundamental, los portugueses imitaron a los fenicios: fueron mercaderes-navegantes, no colonizadores, en tanto no poblaron ni propiciaron el desarrollo de los territorios descubiertos. Su estrategia consistía fundamentalmente en establecer puestos de intercambio y de extracción de las riquezas naturales de sus colonias. Consecuentemente, la colonización lusitana en Brasil quedó limitada al litoral; fue por ello denominada "civilización de cangrejos".

Esa colonización se hizo con una violencia y barbarie seguramente no superadas en la historia del colonialismo. La resistencia de los indios a ser esclavizados; que determinó su masacre, coincidió con los intereses de los reyes de Portugal en el comercio de esclavos negros. En especial después que el papa Nicolás V autorizó la esclavitud de "sarracenos, paganos y otros enemigos de Cristo", la corona lusitana estableció un casi monopolio del infame negocio. Como lo señala Décio FIeitas 70: "el rey de Portugal se hizo tratante de esclavos, inaugurando el mayor genocidio conocido de la historia. Un genocidio singular, practicado en nombre de Dios".

Las cifras acerca del número de esclavos entrados en América entre los siglos XVI y XIX son contradictorias: varían entre 20 y 55 millones. Los estudiosos en la materia, como Du Bois, calculan que por cada negro capturado y embarcado para el Nuevo Mundo, cinco por lo menos, eran masacrados en la operación de "caza". Otros historiadores calculan esa proporción de diez por uno.
 
No habrían sido, en consecuencia, menos de 150 a 200 millones los Áfricanos inmolados en holocausto a la colonización de América. La mayor parte de esas muertes debe ser debitada a los portugueses, que siempre predominaron en el control del tráfico de esclavos.

Así como su tradición colonialista, se mantuvo hasta nuestros días la vocación esclavista de los portugueses. José Benítez Cabrera señala 71: "En el período 1950/60, las autoridades portuguesas de Mozambique suministraron un promedio anual de 300 mil africanos para trabajar en las minas de carbón y en los yacimientos auríferos de Transvaal, Rhodesia y Nyassalandia. Por cada trabajador, el régimen de Oliveira Salazar recibió el equivalente a cinco dólares y veinticinco centavos".

Los métodos represivos hasta hace poco tiempo utilizados por los portugueses en Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, la matanza masiva con "napalm" y armas biológicas son formas sofisticadas de la misma represión aplicada en el pasado en tierras brasileñas. Alcanza con citar dos o tres ejemplos históricos:

En 1708, después de luchar heroicamente contra los "emboabas" 72 , 300 "bandeirantes" se entregaron bajo la promesa de que les sería otorgado indulto por parte de las autoridades lusitanas. Todos fueron ejecutados sumariamente.

Otra muestra de la justicia portuguesa en su colonia americana la da lo relatado por el conde de Assumar, después de liquidar la rebelión dirigida por Felipe dos Santos en 1720: "El plan de los revolucionarios era hacer una república del pueblo (...). Arrestamos a Felipe dos Santos, mandamos luego hacerle un juicio sumario y lo mandamos arrastrar y descuartizar vivo, ante la necesidad urgente de dar un ejemplo para escarmiento, seguro de que si Su Majestad hubiera estado presente, mayor aún habría sido el castigo ... ".

La sentencia contra el líder de la Inconfidencia Mineira (en 1789), José Joaquim da Silva Xavier, el "Tirad entes", constituye otro ejemplo de la justicia colonial lusitana: "Que sea llevado por las calles públicas hasta el lugar de la horca y que allí se le dé muerte y que después de muerto le sea cortada la cabeza que ha de colocarse en un poste alto para que el tiempo la destruya. Y su cuerpo será dividido en cuatro partes que serán colocadas en los postes del camino a Minas donde el reo cometió sus fechorías.

Se declara infame al reo, a sus hijos y nietos, confiscándoles los bienes, y la casa en que vivía será destruida y le será echada sal encima para que nunca se vuelva a edificar en ese lugar".

Después de derrotar la rebelión del 6 de marzo de 1817 en Pernambuco, el conde de Arcos aplicó a los rebeldes el mismo principio establecido por el rey para el cobro de impuestos sobre el oro y las piedras preciosas, el "quinto": "exigió la quinta parte de los soldados prisioneros para que fueran fusilados inmediatamente".

Por las matanzas de indios que protagonizaron, por las decenas de millones de negros que eliminaron durante el ciclo de la esclavitud, por la barbarie con que apagaron las tentativas de liberación de los brasileños y de los pueblos africanos, los portugueses merecen el juicio de José Bonifacio, el patriarca de la Independencia Brasileña: "Ninguna nación pecó tanto contra la humanidad como la portuguesa".

Toda esa tremenda experiencia histórica torna todavía más absurda la política -que analizaremos a continuación- del gobierno castrense brasileño en apoyo del colonialismo lusitano en África.

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23. Los planes brasileños de "heredar" las colonias lusitanas

"Brasil es también (como los Estados Unidos, URSS, Mercado Común Europeo y China) una gran unidad nacional y un gran mercado potencial. Si actúa con sabiduría, no debe temer al futuro. Como primer paso, necesita incorporar a la economía de mercado a las grandes porciones de su población que viven al margen de la misma. El segundo paso debe considerar el futuro más lejano. Rusia y Estados U nidos no se contentaron con sus propios territorios. Anexaron otros a su economía (...). Nosotros no tenemos vocación imperialista, ni pretendemos ampliar nuestro territorio. Sin embargo debemos, por la vía pacífica y constructiva, ampliar nuestro mercado por medio de la integración con Portugal y sus provincias ultramarinas. Con eso, Brasil pondrá el pie en Europa y lanzará en Mozambique una cabeza de puente hacia el Oriente. Llegó el momento histórico de la Comunidad Lusíada."

Luis Arrobas Martins

Los planes de los geopolíticos brasileños en relación a Portugal y sus "territorios ultramarinos", tienen profundas raíces históricas y deben ser examinados dentro del contexto general de la estrategia expansionista del flamante imperialismo brasileño, especialmente en lo relativo al establecimiento de su "frontera este", su "frontera atlántica".

Hace un siglo y medio, revelando una impresionante visión geopolítica, los ingleses ya se preocupaban de que Brasil, que controlaba la mayor y más importante parte del litoral oriental de América, estableciera bases en el litoral occidental de África, asegurándose así el control del Atlántico Sur.

En oficio fechado el 18 de enero de 1828, el embajador de Su Majestad Británica en Buenos Aires, lord Ponsomby, se dirigía al conde Dudley en los siguientes términos:

"En las instrucciones que me dio el señor Canning se nota la resistencia a atribuir la posesión permanente de la Banda Oriental al Brasil (...). Creen (los brasileños) que una vez dueños de la costa entera de Sud América, desde el Amazonas hasta el Plata, y pudiendo establecer estaciones en la costa africana, podrán seriamente controlar (...) el comercio de Inglaterra con la India, la China y toda el Asia oriental y el Pacífico. No nos faltan rivales envidiosos y enemigos bastantes que ayudarían, si pudiesen, a disminuir nuestro poder. Si a los brasileños se les consintiera incorporar la Banda Oriental y el Río de la Plata a su Imperio, además de lo que ya poseen, podrían dar facilidades a Francia (…) para atacar con ventaja los intereses marítimos de Inglaterra (...). Estando la posesión de la Banda Oriental en manos de la República del Plata (Argentina), esto podría, en parte, ser una defensa contra el peligro citado (...). Sin embargo, yo no creo que a Buenos Aires se pudiera confiar, con seguridad, el dominio del Río de la Plata, creo que sucedería que un partido allí imperante podría tener intereses privados en emplear ese dominio para propósitos franceses o norteamericanos y aun podría seguir la política: de unirse con el Brasil (...). En vista de estas circunstancias (...), parece que los intereses y la seguridad del comercio británico serían grandemente aumentados por la existencia de un estado que, debido a su posición, podría impedir los males posibles (...) y en el que los intereses públicos y particulares de gobernantes y pueblo harían que tuviesen como el primero de los objetivos nacionales e individuales, cultivar una amistad firme con Inglaterra. Tal estado creo que sería una Banda Oriental independiente".

Así fue que nació el Uruguay. El más extremado ejemplo de la política de “balcanización” de Inglaterra.

Dentro de la filosofía de los modernos geopolíticos (de que solamente las "grandes unidades" político-económicas sobrevivirán, de que los pequeños países serán fatalmente satelizados, de que las fronteras tradicionales estáticas deben ser sustituidas por "fronteras vivas", en expansión, etc.), los militares brasileños, a lo largo de veinte años de estudios en la Escuela Superior de Guerra, establecieron una estrategia expansionista tremendamente ambiciosa, destinada a transformar a Brasil en una gran potencia, antes del fin del siglo.

Vimos antes cómo los planes expansionistas brasileños se desarrollan en forma acelerada en tres direcciones; hacia el Oeste, el Norte y el Sur del hemisferio, intentando incorporar toda América del Sur a la hegemonía económica y política brasileña. Apoyados incondicionalmente por Estados Unidos y por las empresas transnacionales, los militares tratan de efectivar a Brasil en el papel que le fue asignado; el de key country -subimperio~ en América del Sur.

Aparentemente, considerando que la frontera este de Brasil está constituida por el océano Atlántico, no existirían proyectos expansionistas en esa dirección. Con un litoral de más de siete mil kilómetros de extensión 73, parecería que las ambiciones expansionistas de los militares de derecha que gobiernan Brasil no tendrían “objetivo este”.

¡Pura ilusión! Es exactamente en esa dirección que apuntan los más fantásticos, los más megalómanos proyectos expansionistas de los geopolíticos brasileños. Ya en 1952, el general Golbery do Couto e Silva 74 lanzaba la tesis del "destino manifiesto" de Brasil sobre el Atlántico Sur: "Brasil puede invocar un destino manifiesto, principalmente porque éste no choca en el Caribe con el de nuestros hermanos mayores del Norte...".

Analizando la posición estratégica decisiva de Brasil sobre el Atlántico Sur agregaba el general: "Las ventajas reales (de Brasil) son reforzadas considerablemente por el hecho de que el promontorio nordestino, favorablemente flanqueado por São Luis en el norte y par Salvador al Sur, domina el estrangulamiento Natal – Dakar, como tantas veces se ha dicho y como quedó comprobado en el último conflicto mundial".

"Además -seguía argumentando el actual Jefe de la Casa Civil del presidente Geisel- en esa área del mar-océano no se enfrentan sino el litoral no ecuménico de África occidental y el litoral -mucho menas favorecido que el nuestro- del extremo meridional del continente americano. De esa manera, regionalmente sólo cuentan la Unión Sudafricana, en este momento envuelta por los graves problemas del “apartheid” (...) y del lado de acá, junto a nosotros, la Argentina…”. 

Con hábil intriga, intentaba Golbery, además, convencer al gobierno de Washington, de que había que descartar a la Argentina en los planes de control del Atlántico Sur 75: "...mientras entre nuestros vecinos hispanoamericanos recrudece no disfrazada una oposición a los Estados Unidos, que se enmascara en la 'Tercera posición', o cualquier otra sea la etiqueta que se le ponga (...), Brasil está en condiciones superiores, por su economía no competitiva, por su larga y comprobada tradición de amistad con los Estados Unidos, y sobre todo por las triunfos de que dispone, para una ‘barganha’ (canje) leal".

Y proponía al fin una alianza entre Brasil y Estados Unidos, una "OTAN" 76 a dos, que se hiciera cargo de la seguridad en el Atlántico Sur: "...negociar una alianza bilateral más expresiva, que no solamente nos asegure los recursos necesarios para concurrir sustancialmente a la seguridad del Atlántica Sur (...), sino una alianza que reconozca la real estatura de Brasil en esta parte del océano Atlántico, poniendo fin a la política bifrontal y acomodaticia en relación a nuestro país y a la Argentina, ambas naciones igualmente contempladas, contra toda la razón y evidencias, en armas de guerra naval...”.

En apoyo de su tesis, el geopolítico brasileño citaba a Walter Lippmann, que en 1943 había escrito: "En el Atlántico Sur es esencial la manutención de fuertes bases marítimas y aéreas en la proyección oriental de Brasil. Esas bases no podrán ser mantenidas exclusivamente por Brasil, pues ese país no es una potencia. Los brasileños tienen que ser, por lo tanto, apoyados por Estados Unidos...".

A continuación, Golbery do Couto e Silva colocaba el litoral brasileño a disposición de los "hermanos del Norte" para la defensa de la civilización occidental y cristiana, amenazada por el "imperialismo comunista": "Si la geografía atribuyó al litoral brasileño y al promontorio nordestino un casi monopolio del dominio del Atlántico Sur, ese monopolio debe ser ejercida por nosotros exclusivamente, pera estamos dispuestas a utilizarlo sin tergiversaciones en beneficio de nuestros hermanos del Norte, a los cuales nos ligan tantos y tan tradicionales lazos de amistad y de intereses y en defensa a la vez de la civilización occidental y cristiana, que es la nuestra, en contra del imperialismo comunista de origen exótico...".

Su gran preocupación se centraba en la posibilidad de que el "enemigo" pudiese instalarse en el litoral africano frente a Brasil. Era pues necesario: "...quedar vigilantes y dispuestas a cooperar en la defensa de África oeste y del sur, que nos quedan enfrente y desde donde un enemigo activo nos podrá amenazar directamente, dominando nuestras comunicaciones vitales en el Atlántico central y meridional...".

A continuación, Couto e Silva identificaba al "enemigo": "Solamente el dominio por los soviéticos de algún sector del litoral africano les permitirá actuar decisivamente en continuidad y potencia combinadas contra algún punto del territorio brasileño. Es, por lo tanto, en la gran batalla por la manutención de la invulnerabilidad de todo el África atlántico-meridional, por impedir penetraciones y especialmente la radicación ahí del poder soviético, que se jugará el propio destino de Brasil...".

Veinticuatro años después, con la presencia de soviéticos y cubanos en Angola, cobran total actualidad las previsiones de Golbery. El "peligro" hipotético se habría tornado real y actual. Eso explicaría la verdadera histeria de militares y periodistas brasileños en los primeros meses de 1976.

Volvamos a nuestro análisis histórico.

Con el golpe del 1º de abril de 1964 y la institucionalización del régimen castrense de extrema derecha, los proyectos expansionistas de la Escuela Superior de Guerra, especialmente las tesis de Golbery do Couto e Silva, se transformaron en la estrategia oficial del Itamaratí. Y la "consolidación de la frontera este", el "establecimiento de la frontera atlántica", pasaron a ser una constante en pronunciamientos de diplomáticos y militares brasileños.
Gibson Barbosa, el ministro de Relaciones Exteriores del gobierno del mariscal Castelo Branco, después de afirmar que la tesis de las "fronteras ideológicas" ya se aplicaba plenamente en relación a los países limítrofes decía: "Ahora nos proponemos vivificar nuestra frontera este, nuestras relaciones con los vecinos del oriente, de los cuales estamos separados por los fáciles caminos naturales del océano Atlántico...".

El 13 de octubre de 1971, el ministro de Marina del gobierno de Garrastazú Médici, almirante Adalberto Barros Nunes, advertía dramáticamente sobre "la existencia de un vacío de poder en el Atlántico Sur". Un vacío que a su entender debería ser ocupado por Brasil.

La fórmula encontrada para ampliar las fronteras orientales de Brasil fue la constitución de la Comunidad Afro-Luso-Brasileña. Si se concretara el ambicioso proyecto, Brasil integraría a Portugal a su economía, y por su intermedio intentaría ingresar al Mercado Común Europeo. Además, "heredaría" las colonias lusitanas de África: Guinea-Bissau, Angola y Mozambique, y además, las estratégicas islas del Cabo Verde, Azores, etcétera. Con el dominio de las dos primeras y de las islas atlánticas, Brasil, podría efectivamente intentar el control, siempre -es obvio- con la ayuda norteamericana, del Atlántico Sur. A partir de Mozambique, podría ensayar un salto hacia el Oriente.

Seguramente, pocas veces en la historia del imperialismo se intentó un plan tan ambicioso como el elaborado por los geopolíticos brasileños.

A partir de 1971, se han venido reiterando sistemáticamente en los diarios brasileños, en una evidente campaña de preparación psicológica, los editoriales y los estudios sobre la Comunidad Afro-Luso-Brasileña. Destacamos algunos ejemplos elegidos al acaso de nuestro archivo:

"La posible integración portuguesa al Mercado Común Europeo, podrá incentivar inversiones directas brasileñas en territorio lusitano. Con eso los productos brasileños podrían ser colocados en el MCE, vía Portugal", escribía Clovis Ramalhete, un acreditado vocero de los militares 77.

Días después, el mencionado diario (políticamente el más acreditado del país), titulaba una nota así: "PORTUGAL ES LA VIA DE BRASIL PARA ENTRAR EN EUROPA".

"En este diario, como es notorio y público, siempre se bregó por el establecimiento de una Comunidad Afro-Luso-Brasileña, en cuyos marcos sería posible proceder a la tarea de descolonización pacífica y ordenada de los territorios ultramarinos de Portugal en África, sin perjuicio para la causa de la solidaridad occidental (...). La política exterior es la construcción del futuro, y Brasil, allá en el Continente Negro, comienza a constituir su futuro de gran potencia." 78

Jornal do Brasil, el otro gran diario político brasileño, en su estilo menos retórico, más objetivo, decía: "Brasil considera a África su frontera este, a la cual nos une un compromiso cultural incorporado por el proceso de nuestro desarrollo histórico".

Todos esos planes aparentemente fantásticos de expansión hacia el Este pasaron a tener base material a medida que se agravaba la crisis portuguesa y se consumaba el desmoronamiento del imperio lusitano. El gobierno de Lisboa, empantanado por la lucha guerrillera que llevaba su economía a la ruina y minaba ideológicamente sus fuerzas armadas, presionado en forma creciente por la opinión pública liberal del mundo y por las Naciones Unidas, trataba de encontrar una salida para evitarse el colapso total. La tesis de la Comunidad Afro-Luso-Brasileña, la alianza con la antigua colonia para mantener sus últimos dominios en África, tenía adictos del otro lado del Atlántico.

El general Antonio Spínola 79, afirmaba: "Lo que considero fundamental es que los conceptos que defendemos conduzcan a la construcción de una auténtica comunidad cultural y económica (...). Ignorar el papel de Brasil sería perjudicar todo el esquema, pues esas tesis perderían contenido si la Comunidad Afro-Lusitana no fuese aumentada con la plena participación brasileña..." 80.

En su visita a Brasil, el entonces presidente portugués, general América Tomás, reafirmaba los propósitos del gobierno de Lisboa de establecer la comunidad: "Brasil, por su enorme territorio, su considerable y creciente población, sus riquezas naturales, su moderna industria, su dinamismo económico, su cultura prestigiosa, su peso en el concierto mundial, constituye una poderosa unidad política con incuestionable posición de destaque entre las grandes potencias. A su vez, Portugal, europeo y ultramarino, está hoy entregado a una obra cuya grandeza es dictada por las responsabilidades de una nación creadora de naciones, cuna de una cultura profundamente humana y siempre viva (...). Por eso, la Comunidad Luso-Brasileña, materializando un ideal de unidad de las dos naciones vinculadas durante siglos por lazos fraternales, significa la defensa de los intereses y posiciones específicas de las dos partes" 81.

Con la visita del presidente lusitano, los proyectos integracionistas salieron del terreno puramente verbal y avanzaron en la práctica. Fue firmada, entonces, la Convención sobre Igualdad de Derechos y Deberes entre Brasileños y Portugueses, por la que los naturales de los dos países pasaban a usufructuar de los derechos que cada una de las partes asegura a sus propios ciudadanos.

Paralelamente, avanzaba la integración en el terreno económico; toda una serie de proyectos financieros, industriales y mercantiles se materializaban: desde la búsqueda de petróleo en Angola por la Petrobrás, hasta la instalación de supermercados brasileños en Portugal, pasando por la compra de bancos portugueses por la União de Bancos Brasileiros y la oferta de transformar Luanda en un puerto libre de Brasil.

Sin embargo, los planes brasileños en relación al África Negra no estaban limitados a las entonces colonias de Portugal. Eran todavía más ambiciosos: “Así como 1971 fue el año de la ofensiva diplomática brasileña en América latina, 1972 será el año de la ofensiva diplomática de Brasil en África, iniciando un nuevo ciclo en sus relaciones internacionales. Se puede decir que África y Brasil se desconocen mutuamente y el viaje del canciller Gibson Barbosa a ocho países africanos será el inicio de un período de mayor aproximación de Brasil con por lo menos una parte considerable del inmenso continente de casi 300 millones de habitantes” 82.

Los ocho países eran: Ghana, Costa de Marfil, Nigeria, Senegal, Zaire, Dahomey, Togo y República de Camerún. Están situados en la costa atlántica central del Continente Africano y tienen gran vinculación cultural con el Brasil en razón del puente establecido en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX por el tráfico negrero y por el retorno posterior de muchos negros cuando la liberación de los esclavos en Brasil, en 1888.

Delfim Netto, el entonces "zar" de la economía brasileña declaraba enfáticamente: "Brasil penetrará en África por todos los frentes" 83.

Uno de los frentes sería el citado grupo de países africanos independientes. El otro sería el acercamiento con África del Sur, ya en pleno desarrollo: VARIG Y South African Airways pasaron a realizar dos vuelos semanales entre Rio de Janeiro y Johannesburgo. El tercer frente sería la integración de las colonias portuguesas de África: Ángola, Mozambique, Guinea-Bissau e Islas del Cabo Verde.

Pero, por ser muy ambicioso, el plan brasileño de "conquistar" África generaba una serie de contradicciones. Ocurría que Portugal, en razón de su brutal política colonial, y África del Sur, por su política de "apartheid", eran violentamente enfrentados por los países del África Negra. Consecuentemente, sería muy difícil para Brasil conseguir un modus vivendi satisfactorio con sectores tan antagónicos.

Lo más probable, considerando los objetivos geopolíticos (control del Atlántico Sur) y la afinidad político-ideológica entre los regímenes entonces vigentes en Brasilia, Lisboa y Johannesburgo, era la alianza con Sudáfrica y Portugal. En 1969 llegaron a ser programadas maniobras navales conjuntas de los tres países: el Operativo Cabralia II.

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24. El abandono de la posición tercermundista

“En el actual contexto mundial, en esta época de conciliación ideológica, en que los Estados Unidos sacrifican anticuados prejuicios para comerciar con China, parece obsoleto que nuestra posición anticolonialista y racista perjudique el avance de nuestras relaciones con Portugal y África del Sur (…).
“Debemos moderar nuestra solidaridad románica con los países del tercer mundo, pues en verdad, tanto por el nivel de industrialización que ya alcanzamos, como nuestra oposición a los modelos socialistas y estatizantes, estamos mucho más cerca de los países industrializados de Europa Occidental y de los Estados Unidos que del confuso y atormentado Tercer Mundo…” 84.

Roberto Campos, ministro de Planeamiento del Gobierno Castelo Branco y actual embajador en Londres.


La posición del gobierno brasileño de apoyo al colonialismo, portugués y el incremento de sus relaciones con el régimen racista de África del Sur deben ser analizados dentro de un contexto más amplio; o sea, de la tendencia dominante entre los militares brasileños de cortar gradualmente sus vínculos con el tercer mundo y de que Brasil actúe cada vez más como una potencia: como candidato al “Club de los Ricos”.

Considerando seriamente la posibilidad de “heredar” las colonias lusitanas – Comunidad Afro-Luso-Brasileña mediante – el gobierno de Brasilia cambió radicalmente, a partir de 1964, la tradicional política anticolonial y antirracista brasileña.

Como antigua colonia de Portugal y posteriormente de los banqueros británicos, Brasil fue víctima de uno de los más brutales procesos de expoliación que registra la historia. Las secuelas de esa explotación permanecen hasta hoy y son causas fundamentales del subdesarrollo del país y de la miseria en que vive la mayor parte del pueblo. El saqueo de las riquezas naturales brasileñas servían para alimentar el lujo y el despilfarro de la Corte de Lisboa y terminaron por financiar la revolución industrial inglesa. El solo hecho de haber sido la víctima de ese sistema brutal y absurdo, debería constituir un veto total del apoyo al colonialismo por parte de un gobierno brasileño, Una política de ese tipo constituye un atentado contra el propio pasado del país, un agravio a la memoria de los miles de brasileños que inmolaron sus vidas en lucha contra el colonialismo portugués.

Por otro lado, hay que considerar que fue el negro, traído como esclavo de África, que con su sudor, su sangre y su carne "hizo" al Brasil. Durante más de tres siglos, durante el Brasil colonia y el Imperio de los Braganças prácticamente toda riqueza material fue producida por mano de obra negra, Hay que considerar, además, la enorme contribución africana a la cultura y a la civilización brasileñas. En consecuencia es enorme el débito para con los pueblos hermanos de África, Ayudar al desarrollo de los países africanos, sin propósitos hegemónicos ni intereses materiales, sería una manera de que Brasil pagara, parcialmente al menos, la inmensa deuda humana que tiene para con África Negra.

Además, como pueblo mestizo, orgulloso de su condición, el brasileño no podría admitir que un gobierno suyo tomase cualquier medida de apoyo a un régimen racista. Presentando seguramente la mejor democracia racial del mundo capitalista, era absurdo que Brasil apoyase, en el exterior, medidas en contra de las "razas inferiores", el genocidio practicado por los portugueses en sus colonias africanas y por los blancos en Sudáfrica, Los gobernantes militares brasileños de los últimos años podrían ser encuadrados y procesados de acuerdo a la Ley Afonso Arinos, que establece duras penalidades a cualquier intento de racismo que se verifique en Brasil.

Durante el corto gobierno de Jânio Quadros 85, Brasil estableció, en relación a los países independientes de África, una política de solidaridad y alianza. El Itamaratí recibió órdenes expresas del presidente para dar total apoyo a la lucha de liberación de las colonias portuguesas, El gobierno de Goulart mantuvo esa orientación: la delegación brasileña en las Naciones Unidas votaba contra el colonialismo lusitano.

Eliminado el sistema representativo -que, al menos parcialmente, reflejaba el modo de sentir y pensar del pueblo, instaurada la dictadura militar, instituido un modelo subdesarrollado de fascismo, la posición de Brasil en relación a Portugal cambió radicalmente, El totalitarismo criollo, además de adoptar toda la sistemática represión perfeccionada en Italia y Alemania, por Mussolini y Hitler, pasó a desarrollar planes expansionistas inspirados en las experiencias imperialistas de aquellos países en los años 30 y 40.

La teoría de las fronteras ideológicas, adoptada por los geopolíticos brasileños, es la sistematización del anticomunismo con que Alemania e Italia trataban de justificar sus planes imperialistas. Las tesis de la Escuela Superior de Guerra brasileña sobre las fronteras vivas, en expansión tienen su origen en el Lebensraum de Hitler.

Con un agravante, Brasil, con 12,5 habitantes por km2, no puede alegar ningún problema de espacio vital.

El absurdo es todavía más grande en lo relativo al racismo: el apoyo dado a la política discriminatoria de los portugueses en África y al estúpido régimen de Johannesburgo, de parte de un país cuya población -por su composición étnica- puede ser considerada- la negación de Herrenvolk reverenciado por los ideólogos del III Reich, constituye un agravio al propio pueblo brasileño.

Los defensores brasileños de la política de Portugal en África negaban que los portugueses fueran racistas y presentaban como "prueba" el mestizaje masivo verificado en Brasil. Sobre la pretendida "democracia racial" de los lusitanos en Brasil, alcanza con recordar las palabras de Manuel Guedes Aranha, que allá por el año 1654 ocupaba el puesto de gobernador de Maranhão, en el norte de Brasil: “…es sabido que diferentes hombres tienen aptitudes para tareas diferentes: nosotros (los blancos) tenemos aptitudes para introducir la religión entre ellos (indios y negros), y ellos tienen aptitudes para servirnos, para cazar y pescar para nosotros. Y para trabajar para nosotros...".

Ese pintoresco enunciado de "división de trabajo" revela el profundo racismo de los portugueses. Ellos ni siquiera consideraban a los negros como individuos; un ejemplo: en 1697, la Compañía Portuguesa de Guinea recibió autorización real para negociar 10.000 toneladas de esclavos.

Lo que se verificó en Brasil y que dio origen al mito sobre el liberalismo racial de los lusitanos fue una situación concreta, distinta de la verificada en las colonias inglesas de América del Norte, donde el racismo de los colonizadores estuvo bien caracterizado desde el primer momento. Fueron fundamentalmente hombres solos -aventureros y condenados por la justicia- los portugueses que poblaron Brasil en los primeros siglos. Y sabemos que el hombre, lejos de la familia es bastante "liberal" en lo relativo al sexo (interracial o heterorracial). Frantz Fannon 86 analiza magníficamente ese ‘liberalismo’ que desaparece automáticamente cuando el hombre blanco percibe "el peligro" que el hombre negro representa para su familia. Sabemos que los portugueses que emigraron en las últimas décadas hacia las colonias africanas fueron generalmente acompañados por sus familias. Consecuentemente, desapareció, en tierras de África, el "liberalismo racial" que constituyó uno de los pocos aspectos positivos de la colonización lusitana en Brasil.

Para comprobar la segregación racial practicada por los portugueses en África, alcanza con citar los datos estadísticos oficiales respecto a la población de Angola. En 1971 había 5.810.000 negros, 370.000 blancos y sólo 50.000 mestizos.
Uno de los más descarados defensores de la política colonialista portuguesa en Brasil, el diputado oficialista, Clovis Stenzel 87, después de pasar un mes en "África portuguesa", como invitado oficial del gobierno de Lisboa, formulaba una tesis que aparentemente fue oficializada por el Itamaratí: "Los africanos desean ser portugueses (...). Los portugueses, por estar desde hace 400 años en África, son africanos" 88.

Este argumento, si fuera válido, echaría por tierra todas las ideas que inspiraron la lucha de los brasileños por la independencia, por más de 300 años, y todo el proceso de descolonización en África y Asia iniciado en la posguerra, bajo los auspicios de las Naciones Unidas.

Un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño afirmaba que 89 "Brasil no está de acuerdo con la tendencia predominante en las Naciones Unidas en favor de la aplicación de 'medidas extremadas' en defensa de los movimientos de emancipación nacional". Y criticaba a la O.N.U. "por la manera como viene tratando de descolonizar África, como si todavía estuviéramos en la década del 50". Parecía ser que el colonialismo era entonces más justificable que hace dos décadas. El apoyo del Itamaratí al colonialismo portugués llegaba a este extremo: "Brasil piensa que la tesis que justifica el empleo de armas por los movimientos nacionales de independencia es contraria a la Carta de la Organización". Por eso, explicaba el funcionario, "la delegación brasileña prefiere abstenerse de votar en cuestiones referentes a los derechos humanos, al colonialismo y al conflicto del Cercano Oriente".

No se puede negar que la posición de la diplomacia brasileña era absolutamente coherente. Los derechos humanos están prácticamente suspendidos desde hace doce años en Brasil. Como los militares geopolíticos brasileños pensaban "heredar" las colonias portuguesas, sería absurdo que mandasen votar en contra del colonialismo lusitano y del "apartheid" en África del Sur y Rhodesia. El "neutralismo en relación al conflicto árabe-israelí" -en realidad apoyo a Israel- tenía a su vez su origen en el propósito de atraer hacia Brasil capitales sionistas.

Las palabras del diplomático brasileño fueron fehacientemente comprobadas por los hechos. En las últimas Asambleas Generales de las Naciones Unidas, cuando en varias votaciones el colonialismo portugués fue duramente condenado 90, la delegación brasileña se abstuvo o votó en contra.

Políticamente, esa opción en favor de Portugal era un desastre para Brasil. Significaba ganarse la antipatía si no el odio de las 46 naciones africanas, habitadas por casi 300 millones de personas, y del llamado "Grupo de los 77", que reúne más de cien países subdesarrollados. Representaba, en la práctica, la ruptura con el Tercer Mundo.
Otro de los voceros del gobierno de Brasilia, Luis Alberto Bahia, después de una visita al África, justificaba así la posición brasileña de creciente acercamiento al régimen racista de África del Sur: "Si nos situamos fuera de la perspectiva del Tercer Mundo, en una posición independiente que nos coloque en la entrada del “Club de los Grandes”, si aplicamos con realismo la diplomacia de los intereses nacionales, es imposible no considerar a África del Sur como el país más importante para Brasil en el Continente Africano" 91 .

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25. Un cambio diplomático con olor a petróleo

"Los estados árabes aplicaron un arma inédita -el petróleo-, cuya eficiencia el mundo acaba de conocer. Por eso, parécenos que llegó la hora de que nuestros hermanos árabes recurran al arma del embargo a África del Sur, a Rhodesia y a Portugal"; afirmaba, Nzo Ekangaki, secretario general de la OUA 92.


El gobierno de Brasilia, en razón de sus maniobras para "heredar" las colonias portuguesas en África, se había "quemado" demasiado en la defensa del colonialismo lusitano. Como principal aliado del régimen colonialista de Lisboa, el gobierno brasileño se sintió amenazado por la proposición de la OUA. En una segunda etapa, el embargo podría afectar a los amigos y aliados de Portugal y África del Sur.

Considerando la enorme dependencia del petróleo que tiene Brasil, eso podría significar el fin del "milagro" e inclusive el colapso de toda la economía brasileña.

La política de construcción intensiva de carreteras y el casi total abandono de los ferrocarriles que consumían carbón nacional o energía hidroeléctrica, iniciada durante el gobierno de Juscelino Kubitscheck 93, bajo la presión de los monopolios petroleros y automovilísticos; el aumento acelerado del consumo de nafta resultante de la producción masiva de coches de paseo; la política establecida por el entonces presidente del ente petrolero nacional -el general Ernesto Geisel 94-: "la autosuficiencia de petróleo no es la meta fundamental de la Petrobrás", son las causas principales de la actual dependencia casi total de Brasil respecto al petróleo importado. Petrobrás, que ya producía casi el 50 % del consumo nacional, extrae hoy sólo lo necesario para cubrir el 19 % de las necesidades del país en petróleo.

En consecuencia, Brasil necesita importar más de 3 mil millones de dólares en petróleo al año y este consumo sigue creciendo. El 75 % de las importaciones provienen del Oriente Medio. Eso explica, en lo fundamental, el doble cambio verificado en la política exterior brasileña a partir de fines de 1973: la posición netamente pro Israel del gobierno de Brasilia dio paso a una aproximación a los países árabes. Paralelamente, se verificaba una gradual modificación en la política de total apoyo al colonialismo portugués.

Azeredo da Silveira, el actual canciller, explica el cambio como resultado de un "pragmatismo responsable", o sea, la versión brasileña del pragmatismo que, por la mano de Kissinger, se transformó en el principal ingrediente -sustituyendo los ideológicos- de la actual política mundial. En el caso brasileño, considerando lo burdos y groseros que fueron los cambios, quedaría mejor hablar de oportunismo.

La política de aproximación a los países árabes se explica no solamente por la necesidad de garantizar las crecientes necesidades de petróleo, sino por el interés en atraer hacia Brasil capitales islámicos. Cuando la visita del canciller del Líbano, Fouad Naffah 95, el entonces ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Gibson Barbosa, después de una verdadera "declaración de amor" por la causa de los pueblos árabes, se pronunciaba por el inmediato cumplimiento de la Resolución 242 de las Naciones Unidas, por la liberación de los territorios ocupados, la devolución de Jerusalén, etcétera. El ministro informó, además, sobre “la próxima apertura de embajadas brasileñas en Arabia Saudita, en Kuwait, en Irak y en Libia” 96.

El flamante presidente Ernesto Geisel dio a conocer la causa de esa repentina "simpatía" de Brasilia por la causa de los pueblos árabes: "Los altos niveles de liquidez mundial, en particular la disponibilidad, en búsqueda de aplicaciones rentables y seguras, de grandes y crecientes recursos de capitales del mundo árabe (…) tornan muy viable el ingreso (a Brasil) de esos recursos, tanto bajo la forma de capital de riesgo como de préstamos..." 97.

Inclusive los libios pasaron a ser considerados "buena gente" por los militares brasileños. A pesar de que hasta poco tiempo antes el presidente Moalmar EI-Kadahfi era apuntado por la prensa oficialista brasileña como el "campeón del terrorismo internacional", un tipo execrable que financiaba el "Setiembre Negro", el IRA, el Frente de Liberación de Eritrea, los grupos guerrilleros en Siria, Somalia, Chad, Marruecos, Filipinas, Tailandia y, posiblemente, alguno en Brasil...

Lo que interesa a los militares y tecnócratas brasileños son los dólares, vengan de donde vengan, tanto del movimiento sionista como de los países árabes. Ese es el pragmatismo en su versión brasileña.

En lo relativo a la política colonialista de Portugal en África., el cambio de orientación fue todavía más visible. Inclusive el New York Times señalaba entonces que "la política de irrestricto apoyo a Lisboa, seguida por el gobierno brasileño desde de 1964, se enfría progresivamente". Y apuntaba la causa: “La decisión de los países árabes de usar el embargo petrolero contra los gobiernos de la minoría blanca en África meridional, creó un grave dilema a Brasil”. Agregando: "el gobierno de Brasilia pasó a presionar a Portugal para que reformule su política colonial".

La prensa brasileña reflejaba ese cambio de orientación. El Jornal do Brasil, oficialista, que siempre se había caracterizado como un incondicional defensor de la acción lusitana en África, pasó a editorializar en forma distinta: "Preocúpanse los países amigos de Portugal por la rápida evolución de una situación internacional extremadamente fluida y mutable, que provoca ajustes de todo tipo en todas partes, y a la cual Lisboa reacciona solamente para afirmar la inmutabilidad de su política (...). Un nuevo poder que surge en el escenario internacional -el de las naciones productoras de petróleo del Oriente Medio- apoya firmemente la política de independencia del África lusitana y las mismas Naciones Unidas aprobaron también el empleo de la lucha armada por los países en búsqueda de su autonomía nacional. Guinea-Bissau consiguió su independencia, y sigue la lucha entre portugueses y africanos en Angola y Mozambique (...). Portugal corre el riesgo, en relación a África portuguesa, de perderla totalmente, por su obstinación en no querer reconocer la mayoría de edad de países que, si consiguiesen su autonomía en tiempo y hora, continuarían ligados a Portugal, pero que amenazan romper violentamente sus vínculos, lo que excluye la posibilidad de un futuro común 98.

En otro editorial 99, el mismo diario reivindicaba para Brasil: "el derecho de discutir con el gobierno de Lisboa una cuestión que Portugal considera interna, pero que ya dejó de ser un asunto restricto de Portugal. África es, inevitablemente, el tercer lado de un triángulo de intereses comunes, servidos por el patrimonio del idioma portugués, factor de cohesión en el desarrollo reservado para todos".

La política intransigente criticada por los brasileños era la expresada por el entonces presidente América Tomás: "...en 1962, yo pensaba que la solución estaba en una federación. Hoy, sin embargo, yo sé que no es así. Las guerrillas y sus aliados, las Naciones Unidas, no aceptarán otra solución política que no sea la entrega total del poder a los movimientos terroristas, con la expulsión inmediata o a corto plazo de los blancos residentes en los territorios". Y, como acostumbran hacer los gobiernos reaccionarios cuando están coaccionados por la opinión liberal del mundo, el presidente lusitano intentaba el chantaje del anticomunismo: "Si Europa saliera o fuera expulsada definitivamente de África, no será del Occidente que vendrán los sucesores...".

Carlos A. Dunchee de Abranches, un geopolítico que refleja el punto de vista del gobierno castrense brasileño, partía de esa última hipótesis pero llegaba a una conclusión distinta, a una solución que contemplaba los intereses brasileños en África: "Es palpable el riesgo de la formación de una alianza árabe-africana, que pase, de la presión política y de la financiación de la guerrilla, al recurso abierto de la lucha armada, principalmente ahora que ella recibió 'luz verde' por parte de las Naciones Unidas. Todo indica que los gobiernos resultantes de estas acciones violentas serían marxistas-leninistas y hostiles a la Comunidad Luso-Brasileña. En consecuencia, la mejor alternativa para ese riesgo desastroso, tanto para los pueblos de Angola y Mozambique, como para Portugal y Brasil, sería la concesión progresiva de la autonomía de esos territorios, con la ayuda y supervisión de nuestro gobierno..." 100.

Brasil intentaba, un siglo y medio después, asumir el papel protagónico que tuvo Inglaterra en la independencia brasileña: el papel de intermediario entre la metrópoli y la colonia. Cabe recordar que Inglaterra se transformó de "intermediaria" en "heredera". Durante más de un siglo, el Brasil "independiente" fue una colonia de los banqueros de la City.

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26. Brasil intenta satelizar a Portugal

En nota realizada para Prensa Latina en los primeros días de abril de 1974, analizábamos así los planes brasileños de interferir la política lusitana y, consecuentemente, en las "provincias ultramarinas":

“La posición brasileña presenta una curiosa -y sospechosa- coincidencia con la defendida por e] general Antonio Spinola, el subjefe del Estado Mayor de las FF. AA.  portuguesas. En su controvertido libro 101, e] general descarta preliminarmente la solución dura del gobierno de Lisboa: 'La conservación de posiciones rígidas, inaceptables por cualquiera de los bloques, están condenadas de antemano. No podemos esperar que el Occidente se comprometa frente a los ojos africanos solamente por simpatía a nuestra «tradición histórica», a nuestra «misión civilizadora», Resulta pues inconsecuente la primera opción, que obviamente deberá ser rechazada'.

"Spínola elimina también lo que él denomina la 'segunda opción', que sería la 'tácita aceptación de la inevitabilidad de los hechos y el consecuente aflojamiento ante presiones externas. Esa opción repugnaría la conciencia de la abrumadora mayoría del pueblo portugués por colocar un futuro promisorio en manos ajenas y por corresponder a una renuncia cobarde e inepta'.

"Y opta por la tercera, que consiste 'en promover la auto-determinación de las poblaciones ultramarinas por su integración en la República Portuguesa'. Eso, reconoce, 'no será fácil dentro del cuadro actual', pero llevaría a la soñada Comunidad Lusíada, de la cual Antonio Spínola es un veterano defensor.

"Esa identidad de puntos de vista entre el general lusitano y sus colegas brasileños podrá evolucionar hacia algo concreto. Spínola podría ser nuestro hombre –brasileño en Lisboa. Un Banzer o un Pinochet lusitano que intentaría un golpe cuyo principal objetivo sería la formación de la Comunidad Afro-Luso-Brasileña.

"Pero es obvio que a los pueblos de Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y del archipiélago del Cabo Verde no les interesaría una solución que atendiese a los intereses de la metrópoli y de su aliado, el imperialismo brasileño. La contradicción entre los colonizadores y sus colonizados es violentamente antagónica, difícilmente podrían evolucionar hacia una 'política de détente'. Seguramente, con el apoyo o no del militarismo brasileño, tanto con la línea dura del gobierno de Lisboa como con la blanda preconizadas por el general Spínola el colonialismo lusitano es una causa perdida. Aun en estos años 70, veremos el fin de uno de los más vergonzosos y prolongados capítulos de la historia, el fin del colonialismo portugués. La Comunidad Afro-Luso-Brasileña -sueño de los geopolíticos brasileños-, como toda idea o proyecto a contramano de la historia, también está condenada. La 'frontera este'" de Brasil seguirá siendo el océano Atlántico”.

La hipótesis de un golpe en Portugal, inspirado por el régimen militar brasileño, fue robustecida días después al hacerse pública la designación para la embajada brasileña en Lisboa del general de División, en actividad, Carlos Alberto Fontoura. La misma rompía la tradición de Itamaratí de ocupar los puestos diplomáticos exclusivamente con funcionarios de carrera. En muy raras oportunidades en el pasado los militares ocuparon puestos de embajador. Se trataba, sin embargo, en todos los casos, de militares en situación de retiro.

El general Fontoura fue jefe del todopoderoso organismo de seguridad brasileño: el Servicio Nacional de Informaciones (S.N.I.), un mixto de Gestapo y F.B.I., durante el período final del gobierno del general Costa e Silva y durante toda la gestión del general Garrastazú Médici 102.

Cuando la crisis de setiembre de 1969, ocasionada por la enfermedad y el impedimento del presidente Costa e Silva, el general Fontoura tuvo un papel protagónico. La sucesión presidencial -la "rendición de la guardia"- provocó un violento enfrentamiento entre los generales de ejército 103, en disputa por el puesto de primer mandatario. La "elección" del general Garrastazú Médici fue atribuida, en la época, a dos factores fundamentales: el hecho de que Médici comandaba el III Ejército, el ejército del Sur, el más poderoso de los cuatro cuerpos que constituyen las fuerzas de tierra, y a la actuación decisiva de su amigo, el general Fontoura, en el S.N.I..

La simple designación de un personaje tan importante para la embajada en Lisboa era un preanuncio de cambios sustanciales en la política portuguesa. Aparentemente, los dos protagonistas del golpe serian los generales Spínola y Fontoura. A éste le cabría un papel equivalente al desempeñado por el general (brasileño) Hugo Bethlem, que articuló, financió y dirigió el golpe que derrocó, en 1971, al gobierno progresista del general Torres en Bolivia.

Sin embargo, los proyectos golpistas brasileños no se concretaron en esa oportunidad. Aparentemente, hubo un atraso en la elaboración y puesta en marcha de los mismos. El régimen salazarista estaba demasiado podrido, la situación en las colonias africanas a causa del avance guerrillero era insostenible y la rebeldía de la oficialidad joven y de los sectores más esclarecidos de la población portuguesa ya era incontrolable. Los acontecimientos se precipitaron. La oficialidad joven, especialmente los estudiantes de uniforme, cansados de ser mandados a morir en África y contaminados por las ideas de la guerrilla, se rebelaron y liquidaron al régimen dictatorial fascista.

La presión contenida durante cuarenta años y el deterioro total del régimen policial determinaron la eclosión de un proceso popular profundo. No ocurrió, como habían planeado los estrategas brasileños, solamente una pequeña apertura que eliminase el gobierno caduco y permitiera el cambio de la política colonial. En vez de una descompresión gradual, controlada, limitada, se produjo la explosión popular-militar del 25 de abril, la revolución de los claveles rojos.

El gobierno brasileño fue tomado de sorpresa por los acontecimientos. El general Fontoura seguía en Rio, preparándose para su "misión en Lisboa", El radicalismo de los militares lusitanos descartaba prácticamente la puesta en ejecución de los proyectos brasileños, en especial el de la Comunidad Afro-Luso-Brasileña. Es verdad que el general Spínola había sido llevado a la presidencia, pero era evidente que sus poderes eran muy limitados. Controlado por los capitanes, no pasaba de ser una Reina de Inglaterra.

El gobierno del presidente Geisel veía frustrados sus ambiciosos planes de integrar Portugal y sus colonias africanas a Brasil. Tenía además algunos problemas serios que resolver. Uno de ellos era: ¿qué hacer con el recién nombrado embajador? Carlos Castelo Branco comentaba la incómoda situación de Itamaratí en su columna 104: "Nadie ignora que la designación del general Fontoura para la embajada brasileña en Lisboa fue hecha antes de la revolución que derrumbó el gobierno que había aprobado su nombre. El hecho de haber sido jefe del Servicio Nacional de Informaciones, durante el gobierno del general Garrastazú Médici, provocó serias resistencias entre la vanguardia portuguesa, que trata de identificar al organismo de inteligencia brasileño con la Dirección General de Seguridad, la policía política que sustituyó al tristemente famoso 'PIDE' de Salazar (. .. ). La intervención del canciller Mário Soares hizo posible la manutención del embajador indicado, ya aprobado por el Senado y nombrado por el actual presidente".

Cables del 8 de mayo de 1974 señalaban que cerca de 800 miembros del ex PIDE estaban presos. Las investigaciones revelaban que la siniestra policía política portuguesa era un verdadero gobierno dentro del gobierno, una "tremenda máquina de tortura, de chantaje y soborno en nada inferior a sus congéneres alemana e italiana, liquidadas en 1945". Se podría agregar: y a su congénere brasileña dirigida hasta marzo de 1974 por el general Fontoura. Se informaba además que entre los documentos secretos de la Dirección General de Seguridad se encontraron pruebas de los estrechos vínculos de acción conjunta de la D.G.S. y el S.N.I., durante la gestión de Fontoura. El general embajador no debe haberse sentido muy cómodo durante el período de la "primavera de Lisboa".

A pesar de la derrota, el gobierno de Brasilia no desistiría aún de sus propósitos en relación a la Comunidad Afro-Luso-Brasileña. El 12 de mayo de 1974, Carlos Alberto Wanderley 105 escribía en el Jornal do Brasil: "De aquí podrán salir las inversiones para la metrópoli (Portugal) y para África portuguesa. La asociación con los grupos brasileños podrá dar a los portugueses la posibilidad de enfrentar a los extranjeros en África. Además, Portugal podrá ser el trampolín para que Brasil pueda ingresar en el Mercado Común Europeo y en el África portuguesa. Si fuera posible la manutención del espacio portugués en África y Asia, en términos de una comunidad, tendríamos -los brasileños- una base territorial para establecer una amplia red de comercio mundial".

El mencionado diario oficialista insistía en la tesis, editorializando: "Brasil tiene interés en que el nuevo gobierno portugués, así que sea posible, permita nuestra participación en el proceso de autodeterminación de los pueblos africanos bajo la dependencia de la metrópoli lusitana. No existe ninguna inhibición política a la presencia de industriales y comerciantes brasileños en Angola y Mozambique. Una vez consumado el proceso de negociaciones, deberá cesar todo el tipo de proteccionismo que impide actualmente la participación brasileña en el mercado de aquellos territorios. La nueva situación de Portugal encuadra perfectamente en la fórmula de una comunidad desde hace mucho deseada, pero hasta ahora no concretada".

El editorialista, al referirse a la abolición del proteccionismo, debía estar pensando en la situación verificada cuando la "independencia" de Brasil en 1822. Entonces las tarifas para las mercaderías inglesas pasaron a ser más bajas que las anteriormente vigentes para las portuguesas 106.

Carlos Castelo Branco, un periodista que refleja muy directamente el pensamiento del gobierno Geisel-Golbery, también se mantenía optimista en relación a la ampliación de la "frontera este": "Brasil tiene mucho que ver con lo que pasa en nuestra frontera ultramarina (...). No se trata de participar en la distribución de los despojos del mundo colonial portugués sino de participar al lado de Portugal en la búsqueda de fórmulas para organizar una comunidad con base física y cultural en tres o cuatro continentes...".

El optimismo brasileño estaba fundado en la posición poco definida del nuevo régimen portugués sobre el destino de los territorios ultramarinos.

En el mensaje de la Junta de Salvación Nacional, divulgado el 25 de abril de 1974, se reafirmaba el propósito de mantener el Imperio: "Garantizar la soberanía de la Nación como Patria Soberana en su todo pluricontinental". El propio programa del Movimiento de las Fuerzas Armadas era muy vago en lo relativo al destino de las colonias:

"8) La política ultramarina del Gobierno Provisional, teniendo en consideración que la definición final de la misma competirá a la Nación, se orientará por los siguientes principios:
a) reconocimiento de que la solución de las guerras de ultramar es política y no militar;
b) creación de condiciones para un debate franco y abierto a nivel nacional del problema ultramarino;
c) lanzar los cimientos de una política ultramarina que conduzca a la paz".

Ninguna palabra sobre la independencia efectiva de los territorios africanos ...

El general Francisco da Costa Comes, el nuevo jefe del Estado Mayor de la FF. AA.  portuguesas decía el 6 de mayo de 1974 al llegar a Luanda: "No veo cómo puede cesar la lucha contra los guerrilleros mientras ellos no acepten nuestra propuesta de deposición de armas y se transformen en un partido político legal. Si los guerrilleros aceptaran salir de la clandestinidad, serán recibidos con alegría en el campo político portugués...".

El mismo jerarca militar, hablando el día 14 en Beira "a miles de colonos concentrados frente al palacio del gobierno, que reclamaban armas para combatir a los rebeldes africanos", pregonaba una insólita fórmula de "autodeterminación": "Es posible que las organizaciones rebeldes no crean en la sinceridad del actual gobierno o que tengan compromisos con terceros. En esa hipótesis, nuestra posición de militares es simple de definir: luchar por realizar una misión todavía más bella y noble. Empuñaremos nuestras armas para defender al pueblo hermano, en su sagrado derecho de decidir en paz su propio destino..." (sic).

Sin embargo, las esperanzas del régimen militar brasileño resultaban vanas frente a la posición de los verdaderos protagonistas del proceso: los revolucionarios africanos. En entrevista de Marcel Nidergand 107 a Agostinho Neto 108, éste consideró ya sepultados definitivamente los proyectos de comunidad, rechazando drásticamente las proposiciones de una independencia limitada, gradual y condicionada:

"Rechazamos totalmente la fórmula federativa; la misma es totalmente inaceptable para nuestro pueblo. Angola debe ser totalmente independiente. Pienso que la etapa transitoria no es aceptable, y eso por varias razones. Primero, porque el período de transición dejaría a nuestro pueblo bajo la tutela de las autoridades lusitanas. Seríamos dominados por los propios colonizadores. Segundo, porque la transformación de nuestro país es de exclusiva responsabilidad del propio pueblo angolano, y no vamos a otorgar esa tarea a manos extranjeras. Tercero, porque un período de 'transición' solamente puede prolongar y complicar la situación actual y podríamos caer en la trampa del neocolonialismo. Lucharemos siempre por la liberación total e inmediata".

Posteriormente, quedó evidenciado también para los irremediablemente optimistas geopolíticos brasileños que el proyecto de la Comunidad Afro-Luso-Brasileña había sido un sueño de pobre, una utopía del imperialismo subdesarrollado del Brasil. Sin embargo, dentro de su pragmatismo kissingeriano el Itamaratí trataba de adaptarse a la realidad y de sacar algún provecho de la misma.

En relación a Portugal, resulta evidente que tuvo bastante éxito. El general Carlos Alberto da Fontoura (que a pesar de ser uno de los cuadros más brillantes de la jerarquía castrense brasileña sigue en la embajada de Lisboa) seguramente tuvo mucho que ver en el proceso de restauración lusitano, en la neutralización del peligro comunista, en la recuperación de Portugal para la comunidad occidental y cristiana. Además, Brasil sigue cultivando su "solución de reserva": Antonio Spínola. El general del monóculo, refugiado en Brasil después del fracaso del golpe derechista del 11 de marzo de 1975, tiene un status muy especial 109.

Ted Szule, un categorizado periodista norteamericano, en nota publicada en la revista Penthouse, afirmó que el general Spínola es un agente de la CIA. Es posible, lo que no impide que sea también un triunfo brasileño en sus planes de integrar a Portugal y utilizarlo como trampolín para penetrar en el Mercado Común Europeo. No existe ninguna contradicción entre servir a la vez al Imperio y al Subimperio.

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68. Ya en 1444, Nuño Tristão, después de alcanzar la desembocadura del río Senegal, llevó a Portugal los primeros esclavos negros, iniciando así un tráfico que duraría cuatro siglos.

69. El Tratado de Methuen Portugal (1703) prohibía la industrialización de Portugal.

70. "Palmares - La Guerra de los Esclavos".

71. "África - Biografía, del Colonialismo".

72. Aventureros portugueses que intentaban adueñarse de las minas descubiertas por los nativos.

73. Un litoral muy bien ubicado, desde el punto de vista geopolítico, con innumerables posibilidades para construir "superpuertos" capaces de atender plenamente las necesidades de la navegación del futuro.

74. Obra citada.

75. En aquel momento la Argentina estaba gobernada por el Gral. Juan Perón, duramente hostilizado por los EEUU.

76. Organización del Tratado del Atlántico Norte.

77. O Estado de S. Paulo del 3 de junio de 1971.

78. Editorial del O Estado de S. Paula del 11 de enero de 1972.

79. En ese momento era Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Portuguesas en Guinea y Gobernador General de la "Provincia".

80. O Estado de S. Paulo del 9 de enero de 1972.

81. Jornal do Brasa del 25 de noviembre de 1972.

82. O Estado de S. Paulo del 9 de enero de 1972.

83. Cable de IPS, 19 de febrero de 1972.

84. O Estado de S. Paulo del 8 de marzo de 1972.

85. Febrero a agosto de 1961.

86. En "Escucha blanco".

87. Vicelíder de la mayoría parlamentaria del gobierno del general, Garrastazú Médici.

88. Cable de IPS, 29 de enero de 1972.

89. O Estado de S. Paulo del 7 de enero de 1972.

90. Por mayorías superiores a los cien votos.

91. Jornal do Brasil del 22 de agosto de 1972.

92. El 20 de noviembre de 1973, reunida en Addis Abeba, la Organización de Unidad Africana decidió pedir a los países árabes productores de petróleo el total embargo de los países colonialistas y racistas de África.

93. 1956-1960.

94. El actual presidente de la República.

95. Naffah actuaba como una especie de plenipotenciario de los países árabes.

96. Ya existían embajadas brasileñas en Argelia, Egipto, Líbano, Marruecos, Siria, Sudán y en Túnez.

97. Discurso del 19 de marzo de 1974.

98. 6 de enero de 1974.

99. 5 de febrero de 1974.

100. Jornal do Brasil del 2 de enero de 1974.

101. "Portugal y el futuro".

102. El S.N.T. es actualmente un superorganismo de Inteligencia. Los cálculos sobre el número de sus agentes e "informantes" oscilan entre cincuenta y. sesenta mi1. Con la nueva estructura de las FF. AA., el oficial del S.N.I. es en realidad el "mandamás" dentro de cada unidad.

103. Los de cuatro estrellas.

104. O Jornal do Brasil del 23 de mayo de 1974.

105. Carlos Alberto Wanderley, economista que antes del golpe brasileño pontificaba en filas de la izquierda brasileña y que ahora es un apologista del régimen y de sus planes expansionistas..

106. La tasa ad valorem disminuyó del 24 al 21 por ciento.

107. Le Monde.

108. Dirigente del Movimiento Popular de Liberación de Angola (M.P.L.A.).

109. Como asilado político y según las convenciones internacionales, el Gral. Spínola no puede salir del país. Sin embargo, vive viajando, con pasaporte concedido por el gobierno brasileño, a Europa. Recientemente fue expulsado de España y Francia.