INTRODUCCIÓN

Solicitados por EL CID EDITOR para actualizar y ampliar el libro "Brasil va a la guerra", para una edición venezolana, nos vimos enfrentados a dos posibles soluciones: reescribir todo el material a la luz de los conocimientos actuales que tenemos sobre el imperialismo o subimperialismo brasileño o mantener las partes de éste que siguen teniendo vigencia, complementándolas con un análisis del desarrollo del proceso desde 1971 y un balance de la situación actual.

Considerando que, infelizmente, casi todas nuestras denuncias y pronósticos sobre el expansionismo protagonizado por el régimen militar brasileño se confirmaron, decidimos mantener en lo fundamental la estructura inicial del libro. Pensamos que es una solución técnicamente más correcta, más honesta, más auténtica, una mejor contribución a una futura historia de esa absurda aventura colonialista de los geopolíticos de nuestro Brasil.

Así, incluimos en la presente edición, sin modificaciones, las notas originales publicadas en el semanario uruguayo Marcha, a partir de octubre de 1971. Esas notas ya habían sido editadas por la Fundación de Cultura Universitaria bajo el título "¿Irá Brasil a la guerra?" y adoptadas como texto en la Universidad de la República Oriental del Uruguay.

Del material contenido en la edición argentina de Schapire Editor solamente eliminamos -por históricamente superados- los capítulos relativos al peronismo y el titulado "Brasil y Argentina: comparaciones y contrastes", anacrónico por la estadística.

Para completar la visión panorámica del expansionismo brasileño fueron incluidos en este libro un amplio estudio sobre la Amazonia, (publicado por la revista Estrategia) y otro sobre los objetivos brasileños en Portugal, África y Atlántico Sur (originariamente, una serie de notas periodísticas escritas para Prensa Latina).

En la parte final del libro, escrito especialmente para esta edici6n, encontrará el lector un amplío y profundo análisis de la evolución y de la situación actual del procesa expansionista bra­sileño, en sus múltiples frentes.

Este es un libro de denuncia, de denuncia de uno de los aspectos más brutales de la acción del régimen militar brasileño, de su política exterior, netamente colonialista.

No contentos con mantener hace 14 años al pueblo brasileño sometido a una casi total privación de sus libertades políticas y a una brutal expoliación social en beneficio especialmente de las empresas transnacionales que dominan cada vez más la economía del país, los militares de derecha brasileños tratan de extender esa opresión allende las fronteras.

A pesar del lenguaje a veces duro, sectario o polémico que utilizamos, no hacemos ninguna acusación que no esté plenamente respaldada por las propias afirmaciones de los geopolíticos, diplomáticos y gobernantes brasileños o por hechos publicados por la censurada a autocensurada prensa de Brasil.

Infelizmente no existe ninguna exageración, ni un mínimo de "ciencia ficción" en nuestra denuncia. Por absurdos, fantásticos, delirantes, megalómanas que parezcan, los planes de los geopolíticos brasileños son reales. Y están en plena y  acelerada ejecución, cuando no fracasaron melancólicamente como en el caso de la Comunidad Afro- Luso- Brasileña.

Buenos Aires, 31/12/77
P.R.S.

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El "porqué" de estas denuncias sobre el "imperialismo" o subimperialismo brasileño 1

En los últimos años, pasaron a proliferar en forma creciente, entre los militares de derecha y los diplomáticos brasileños, teorías sobre el papel hegemónico que estaría reservado a Brasil en Amé­rica del Sur.

En la Escuela Superior de Guerra, en la Escuela de Estado Mayor de las FF. AA. y en Itamaratí 2, se estudia intensamente el problema y -lo que es más serio- se elaboran planes específicos para ser aplicados en "el momento oportuno".

De esos estudios surgieron varias teorías netamente expan­sionistas. Alcanza con citar algunas, para comprobar lo ambiciosos que son los planes geopolíticos brasileños: … las de las fronteras ideológicas, la de la Fuerza Interamericana de Paz, la del gendarme mantenedor del orden continental, la del satélite privilegiado, la del destino manifiesto de Brasil al sur del Caribe, la de la vocación rioplatense de Brasil, la de que las fronteras brasi­leñas deben estar en los Andes, la de las aperturas hacia el Pací­fico, la del puerto libre en el Caribe, la del control del Atlántico Sur, la de la instalación en la Antártida, la de heredar -integración con Portugal mediante- las colonias lusas de África, etcétera.

Inicialmente, todas esas teorías parecían de ciencia ficción, sueños de pobre. Sin embargo, a medida que Brasil protagoniza el papel de "delegado" del Departamento de Estado, del Pentágono y de Wall Street en América del Sur, que asegura su posición de "base de operaciones preferencial del capitalismo internacional" en el hemisferio y, consecuentemente, se consolida rápidamente como una potencia industrial, las teorías se transforman en praxis expansionista.

El golpe en Bolivia, financiado y dirigido por los servicios de inteligencia de las FF.AA. brasileñas; las amenazas de diarios oficialistas brasileños de invasión del Uruguay; las programadas ma­niobras en la frontera, la concentración de tropas en el sur de Brasil; el Operativo Treinta Horas; la construcción o ampliación acelerada de carreteras hacia el Sur; la inauguración de la mayor base aérea de América del Sur en Santa Maria; la construcción del superpuerto de Río Grande; las campañas de terrorismo ideológico, contra los gobiernos progresistas de Perú y Chile; la programada expedición a la Antártida; la construcción de carreteras esencialmente estratégicas como la Transamazónica y la Cuiabá-Santarem y los proyectos de integración con Portugal, son síntomas ineludibles de que las teorías ya se concretan en planes y que algunos de ellos ya se encuentran en ejecución acelerada -"en ritmo de Brasil grande" - para utilizar uno de los slogans preferidos por la propaganda oficialista brasileña.

Había, consecuentemente, que denunciarlos.

Cuando, con bastante atraso, llegó a ser conocido en Uruguay un editorial del O Estado de S. Pablo, amigos uruguayos y argentinos entendieron que la réplica debería partir de un brasileño. Se evitaría, así, que la natural reacción de los pueblos hermanos afectase a Brasil en su conjunto; que el odio generado por los planes y acciones de los militares de derecha fuese dirigido contra el pueblo brasileño. Había que aclarar que el pueblo brasileño no es el enemigo; es igualmente víctima (como los bolivianos y posiblemente otros pueblos hermanos mañana) del fanatismo y de la brutalidad de los ultras brasileños.

Absolutamente conscientes de las consecuencias (amigos que llegan de Brasil nos advierten sobre las posibles represalias, a cargo del servicio de inteligencia del III Ejército, a que estaríamos expuestos; los militares de derecha brasileños nos consideran traidores, y estaríamos condenados a muerte, etcétera) , no hesitamos un momento en asumir la responsabilidad de las denuncias. Había que ser consecuente con treinta años de militancia antiimperialista. No iríamos a cambiar de idea sobre el imperialismo ahora, cuando -desgraciadamente- nuestro país, por la mano de gobernantes fanatizados y al servicio del capitalismo mundial, intenta actuar también en forma imperialista. Eso no significa que no nos sintamos cada vez más brasileños, más identificados con nuestro pueblo (después de nueve años de exilio, seguimos pensando y soñando en portugués). Es, verdad que nos sentimos, igualmente, ciudadanos de la Patria Grande. En fin, una "doble nacionalidad" que, seguramente, en pocos años -después de la liberación de América latina-, estará vigente para todos nosotros, latinoamericanos. 

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El editorial de "O Estado de S. Paulo” 3

He aquí el texto completo del sonado editorial, aparecido el 14-1-71.

"Lo que ocurre en Uruguay está lejos de ser un asunto interno de ese pequeño país enclavado entre dos grandes potencias de América latina, Brasil y la Argentina. Dentro de los cuadros continentales y hemisféricos, lo que allí ocurre afecta a la seguridad nacional de sus vecinos. Es natural, pues, que los gobiernos responsables y las opiniones públicas de los países latinoamericanos más directamente interesados acompañen con creciente preocupación la crisis uruguaya, que hoy está prácticamente institucionalizada. La diplomacia brasileña siempre permaneció particularmente atenta a las lecciones de la  historia y a las razones de la geopolítica. En los tiempos áureos de la diplomacia del Imperio, la Cuenca del Plata fue siempre la preocupación primera del gobierno brasileño. Era para allá que Brasil acostumbraba enviar a sus mejores hombres.

"Desde entonces cambió el escenario histórico. Otras son, hoy, las fuerzas que desafían, a partir del Sur, nuestra seguridad nacional. En el siglo pasado, el motivo central de las luchas que ensangrentaron las tierras donde las fronteras de Brasil y Uruguay se encuentran era el sueño megalómano de los caudillos que tenían por ambición formar, en el Plata, un imperio que en tamaño y poder rivalizase con el de Brasil. Fue ése el sueño del dictador Rosas, de la Argentina, y más tarde, el de Solano López, de Paraguay. En uno y otro caso, brasileños y uruguayos se unieron para combatir, con las armas en las manos, las ambiciones de los dos tiranos. Hoy, ya no son ésos los problemas que nos preocupan, pues desde entonces las relaciones de amistad y de buena vecindad entre Brasil y sus dos vecinos se consolidaron. Aun así, corno ya en 1966 observó en un editorial este diario -en uno de esos momento críticos por los que atravesó Uruguay, viviendo aún bajo un gobierno colegiado y desafiado por el peligro de la 'revolución (comunista) de arriba': 'no nos hallamos en condiciones de dormir tranquilos, pues si no pueden ser mejores las relaciones entre los gobiernos argentino, paraguayo, uruguayo y brasileño, la verdad es que LOS ACONTECIMIENTOS DE URUGUAY NOS AMENAZAN COLOCAR NOS, DE UN MOMENTO A OTRO, DELANTE DE UNA SITUACION PERFECTAMENTE IDENTICA A AQUELLA QUE EN 1851 FORZO A BRASIL A TRASPONER LAS FRONTERAS DEL SUR PARA QUE EL URUGUAY NO FUESE ABSORBIDO POR LA ARGENTINA DE ROSAS. 4

"EI problema, hoy, en el Uruguay, como también en grados variados, en otros tantos países de la América latina, es el desafío representado por la subversión del comunismo internacional. En el país oriental, a mediados de la década de 1960, se intentó aplicar la receta de la 'revolución de arriba', según el modelo tanguista Hoy hay dos grupos totalitarios que intentan conquistar el poder: los tupamaros anarquizantes de inspiración castrista, que emplean los métodos terroristas, y el de la Unidad Popular, que pretende repetir el éxito de su homónima chilena.

"El Pacto Andino, originalmente un tratado de mercado común subregional, está recibiendo una connotación ideológica, pudiendo, por tanto, intensificar peligrosamente la guerra fría en América latina. La progresiva comunización de Bolivia y las crecientes inseguridades de Uruguay son nuevas amenazas ante las cuales la diplomacia brasileña tendrá que movilizarse."

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1. Los orígenes del imperialismo brasileño

a) La geopolítica de Portugal

Iniciado con la explotación de la India y con el tráfico de negros del continente africano, ya en el siglo XV, el colonialismo lusitano todavía se mantiene quinientos años después. Angola, Guinea, Mozambique, Macao y una serie de islas estratégicamente situadas en el Atlántico, constituyen los restos del gran imperio y una prueba de la vocación imperialista de los compatriotas de Camoens. El espíritu de los "Lusíadas" continúa absolutamente vivo.

La estrategia colonialista de Portugal presenta aspectos verdaderamente geniales. Los lusos aplicaron, con total clarividencia y gran éxito inicial, lo que hoy denominamos geopolítica. Tenían una visión global del proceso económico, y establecieron una estrategia y una praxis colonialistas tremendamente avanzadas para la época. Ya en el siglo XVI, crearon los portugueses un esquema de explotación conjunta y combinada de cuatro continentes. Con los capitales obtenidos en el saqueo de la India (cuyas especias vendían en Europa), instalaron en Brasil el más moderno complejo agroindustrial de la época, el azucarero. Negros traídos de África producían en el continente americano el azúcar destinado a los pueblos europeos que, en plena revolución mercantil, constituían un rico y creciente mercado de consumo de productos tropicales. Movilizando recursos humanos y financieros de los dos continentes hacia un tercero, y ahí fabricando productos destinados a un cuarto continente, los portugueses pueden reivindicar el título de inspiradores de los monopolios globales de nuestra época. Los RockefelIer y las "multinacionales" innovaron muy poco…

 En lo relativo a nuestra América, queda igualmente comprobada la clarividencia colonialista de los lusitanos. Incapacitados, materialmente, para copar todo el continente sur, trataron de adueñarse de la porción estratégicamente más importante. El litoral del nordeste brasileño está varios miles de kilómetros más cerca de Europa (el mercado consumidor) y del continente africano (la fuente de mano de obra) que el argentino y el de los países del Pacífico. El territorio ocupado por los portugueses constituye aquella que los teóricos geopolíticos denominan una zona equidistante (entre Europa, África, América del Norte y el Cono Sur), In que le asegura una gran importancia económica, política y militar. Además, está situado en la zona climática tropical, lo que posibilitaba el desarrollo de una economía complementaria de la europea (y, actualmente, de la norteamericana).

La visión geopolítica lusa queda también evidenciada en el intento de establecer los límites atlánticos de su imperio americano: la Cuenca del Amazonas al Norte y la del Plata al Sur. Dominando los dos únicos grandes caminos de penetración naturales utilizables en la época, los portugueses tendrían el control de toda América del Sur. De ahí sus esfuerzos al fundar e intentar mantener la Colonia del Sacramento. Sus propósitos fracasaron solamente porque los ingleses ya habían impuesto su hegemonía, y tenían también una clara visión geopolítica de América: aseguraron el surgimiento del Uruguay.

Con la transferencia de la corte portuguesa para Brasil (1808), y la vacancia del trono español, se registró un ensayo más de Portugal de integrar en su corona todo el hemisferio. Los planes de Carlota Joaquina, mujer de Juan VI de Portugal y hermana de Fernando VII de España, aparecen como el último intento colonialista de establecer la unidad continental. El fracaso de los mismos determinó la victoria de la "solución" inglesa, la "balcanización" de América del Sur.

Ocurre que ya entonces (en realidad desde el Tratado de Methuen, 1703, que prohibía la industrialización de Portugal) éste estaba condenado como potencia colonialista de primera clase. Sus propósitos de mantener un imperio global chocaban con obstáculos insuperables. En especial, con su incapacidad de hacer la revolución industrial en la metrópoli, lo que colocó a los portugueses en la condición de simples intermediarios entre sus colonias y la burguesía industrial británica. Sus limitaciones demográficas también fueron decisivas en el fracaso: los portugueses eran muy pocos. Tuvieron que limitarse a repetir la experiencia de los fenicios: fueron fundamentalmente mercaderes-navegantes, no colonizadores. Su estrategia consistía en establecer puestos de intercambio y de extracción de las riquezas naturales de sus colonias. Consecuentemente, la colonización portuguesa en Brasil (que ya fue denominada "civilización de cangrejos") quedó limitada a una estrecha franja del litoral.

b) El espíritu de los “bandeirantes”

La incapacidad lusitana para ocupar y poblar el hinterland brasileño dio margen a un fenómeno geopolítico interesante, tal vez inédito en la historia. Quien expandió el imperio Portugués en América en el sentido de profundidad, quien efectivamente conquistó e incorporó a la corona lusa un territorio de varios millones de kilómetros cuadrados, no fueron los conquistadores europeos. Fueron sus descendientes nacidos en Brasil -mestizos o puros-, pero ya auténticamente brasileños: los bandeirantes. Fueron los pobladores de Sao Paulo quienes conquistaron el interior y llevaron las fronteras portuguesas mucho más lejos de la línea establecida por el Tratado de Tordesillas.

Los bandeirantes no fueron un instrumento conciente del colonialismo portugués. Tenían propósitos e intereses propios. Cuando conquistaban la Amazonia o destruían las misiones jesuíticas en el Sur, no pensaban en “aumentar la gloria y la riqueza de la Corona de Portugal" ni en "propagar la fe cristiana”. Pretendían solamente descubrir oro, plata, piedras preciosas, capturar y esclavizar indios, Muchas veces, incluso, chocaban violentamente con los lusitanos, especialmente con el fisco portugués, siempre voraz e insaciable. Esos enfrentamientos, que en varias oportunidades llegaron a la lucha armada (el principal  pasó a la historia como la "Guerra de los Emboabas), tenían nítidas características nacionalistas. Sin embargo, la acción de los paulistas terminaba por servir a los intereses del colonialismo luso.

Esa dualidad quo caracterizó la acción de los bandeirantes prevaleció a lo largo de la historia brasileña. La conjugación de los intereses nacionales (brasileños) y los del colonialismo o. imperialismo de turno determinarían la política del Brasil independiente en relación can los pueblos vecinos hasta nuestros días. La estrategia continental brasileña -una típica estrategia de subimperio._ fue generalmente establecida en función de la composición de esos intereses: los nacionales y los metropolitanos.

En algunos casos, prevalecieron los intereses brasileños o, mejor dicho, de las clases dominantes brasileñas. En otros, los intereses imperiales fueron los predominantes. Así, cuando liquida a Rosas y cuando destruye al Paraguay de Solano López, Brasil actúa como brazo armado del imperialismo inglés, como gendarme. Los beneficios que saca de los conflictos son mínimos; la gran beneficiaria es Inglaterra. Al revés, cuando Pedro II obliga a Uruguay a firmar el tratado de 1851, surgen como fundamentales los intereses de la oligarquía ganadera y esclavista de Rio Grande do Sul. Es obvio que, cuando el barón de Rio Branco incorpora más de 830 mil kilómetros cuadrados al territorio brasileño, también actúa en función de los intereses nacionales.

Fueron intentos del subimperio de actuar como imperio, por cuenta propia. El ejemplo más importante de esa tendencia dual de la política brasileña lo da el barón de Mauá, el padre de la burguesía industrial y financiera brasileña. Su lucha nacionalista (rebelión frente a los banqueros de Londres, sus planes de industrializar Brasil, que podrían haber anticipado en casi un siglo la revolución industrial brasileña) fueron una verdadera epopeya. En cambio, su actuación en Montevideo fue típicamente imperialista.

Actualmente (veremos eso en detalle más adelante), Brasil actúa fundamentalmente como representante del imperialismo norteamericano en el sur del continente: es el satélite privilegiado. La teoría del socio menor, o del satélite mayor, "científicamente" elaborada por la Escuela Superior de Guerra, es la racionalización de la praxis bandeirante: la conjugación de los intereses brasileños y los del imperialismo de turno. Al contrario de los bandeirantes, las clases dominantes brasileñas actuales y sus representantes políticos -los militares de derecha en el poder- actúan conscientemente. El general Galbery do Cauto e Silva aclara perfectamente el problema: "Aceptar conscientemente la misión de asociarse a la política de los Estados Unidos en el Atlántico Sur ( ... ). El casi monopolio de dominio en aquellas áreas debe ser ejercido por el Brasil exclusivamente...”
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La subordinación brasileña a los intereses de la metrópoli tiene su precio: la participación en el saqueo del continente. Y no está exenta de contradicciones, como no estaba exenta de contradicciones la asociación entre los portugueses y los bandeirantes. El actual enfrentamiento Brasil-Estados Unidos con respecto a las doscientas millas es un ejemplo de esas contradicciones.

Pero eso es tema para otras notas. Por ahora alcanza con la comprobación de que, para vergüenza nuestra -de los revolucionarios, de los brasileños comprometidos en la lucha antiimperialista, de la parte consciente del pueblo brasileño- sigue vigente la herencia portuguesa y la bandeirante. El espíritu de los "Lusíadas" y de las "bandeiras" permanece vivo y actuante.

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2. Las fronteras ideológicas y el satélite privilegiado

Mucho ya se ha escrito sobre las tesis del satélite privilegiado y de las fronteras ideológicas. Vivian Trías 6 analizó profundamente la estrategia yanqui-brasileña de integrar y explotar en forma conjunta y "racional" el continente sudamericano. Nosotros, en varias oportunidades y especialmente en el semanario Marcha 7, intentamos mostrar la evolución del plan integracionista. Ahora, que analizamos las últimas posiciones de Brasil en relación con sus vecinos, que llegan hasta a las amenazas más o menos veladas de intervención militar, es necesario -para una perfecta comprensión de la situación- volver a analizar la teoría del satélite privilegiado o del subimperialismo brasileño y la tesis de las fronteras ideológicas.

La idea básica de la integración latinoamericana bajo la tutela norteamericana fue expuesla crudamente por N. J. Spykman, uno de los teóricos geopolíticos más influyentes en Estados Unidos:

"Todo lo que no sea forjar unaa Grossraumwirtschaft -el gran espacio vital- que incorpore todo el continente en base a una economía planificada, con producción controlada y dirección centralizada del comercio internacional, no podrá sobrevivir ( ...). Ninguno de los estados latinoamericanos se avendría a realizar de buen grado los cambios imprescindibles para crear esa economía regional ( ... ). Solamente la conquista del  hemisferio por los EE.UU. y la implacable destrucción de las economías nacionales ahora existentes podría realizar la integración necesaria".
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Partiendo de la estrategia norteamericana, los teóricos geopolíticos de la Escuela Superior de Guerra brasileña procuraron adaptarse a lo que parecía ser una fatalidad ineludible, tratando simultáneamente de asegurar para Brasil una situación privilegiada. El general Golbery do Couto e Silva, el gran teórico de la "Sorbonne" 9 , exponía así el problema:

"Las naciones pequeñas se ven de la noche a la mañana reducidas a la condición de estados pigmeos y ya se prevé su melancólico fin, bajo los planes de inevitables integraciones regionales; la ecuación de poder en el mundo se reduce a un pequeño número de factores, y en ella se perciben solamente pocas constelaciones feudales - estados barones- rodeadas de estados satélites y vasallos (...). No hay otra alternativa para nosotros sino aceptarlos (los planes de integración del imperio) y aceptarlos conscientemente..."
10.

Y el teórico de la Escuela Superior de Guerra añadía en defensa de su tesis:

"(…) Brasil parece estar en condiciones superiores, por su economía no competitiva con la economía de Estados Unidos, por su larga y comprobada posición de amistad y, sobre todo, por los recursos decisivos de que dispone, para una 'bargaña ( canje) leal' (... )", y proponía concretamente "una alianza que, por otro lado, traduzca el reconocimiento de la real estatura de Brasil en el Atlántico Sur, poniendo término a cualquier política bifrontal y acomodaticia con relación a nuestro país y a la Argentina ... ".

En resumen, según los geopolíticos de la "Sorbonne", los Estados Unidas deberían reconocer el destino manifiesto de Brasil en América del Sur, eligiéndolo “satélite privilegiado”: “También Brasil puede invocar un destino manifiesto tanto más cuanto que éste no choca, en el Caribe, con el de nuestros hermanos del Norte”.

Con el golpe militar del 1º de abril de 1964 y la eliminación de las fuerzas nacionalistas populares, las tesis de la Escuela Superior de Guerra pasaron a constituir la estrategia de ltamaratí para América latina. Llegaba el momento en que los militares de derecha brasileños -partiendo del dogma castrense de la necesidad de unidad de comando- se prepararan para la ingrata tarea que les fuera atribuida por el Pentágono y por los monopolios norteamericanos, dentro de su estrategia global de lucha contra el comunismo. La idea de la creación de un estado militarista subdesarrollado al servicio del plan imperialista de integración latinoamericano y del mantenimiento de la paz imperial, podría ser entonces puesta en práctica.

La piedra angular de la "doctrina de la Sorbonne" era la bipolarización mundial entre Washington y Moscú y la inevitabilidad de la tercera guerra mundial. Para "mantenerse fiel a su formación occidental y cristiana", no le quedaría a Brasil otra alternativa que la incorporación total e incondicional al bloque occidental, o sea, a los Estados Unidos. Otra de los hombres de la "Sorbonne''', el mariscal presidente Castelo Branco, analizaba la situación de la siguiente manera:


"En la presente coyuntura de una confrontación del poder bipolar, con radical divorcio política-ideológico entre los dos respectivos centros de poder, la preservación de la independencia presupone la aceptación de un cierto grado de interdependencia, ya sea en el campo militar o en el político. Consideramos nuestro deber optar por una íntima colaboración con el sistema occidental, en cuya preservación repasa la propia supervivencia de nuestras condiciones de vida y dignidad humana".

El diario O Globo, reflejando los puntas de vista oficiales del gobierna de Castelo Branco, aconsejaba "deshacerse de interpretaciones anticuadas sobre la soberanía absoluta por incompatibles con el derecho internacional y principalmente con el derecho de gentes (...). Las modernas doctrinas de soberanía condenan el culto idólatra e irracional de la soberanía y afirman el concepto de la soberanía relativa".

Vasco Leitao da Cunha, el, ministro de Relaciones Exteriores de Castelo Branco, establecía de la siguiente manera la posición de ltamaratí, la tesis de las fronteras ideológicas:

"De ahí nace un concepto inmanente a la naturaleza de la alianza interamericana, que es el de la interdependencia entre las decisiones de la política internacional de los países del continente. La concepción ortodoxa y rígida de soberanía nacional fue formulada en una época en que las naciones no integraban en sus responsabilidades la obligación de cooperar en la búsqueda de los objetivos comunes (...). Pocos tienen dudas de que los mecanismos de defensa previstos en el sistema interamericano contra agresiones o ataques abiertos son enteramente inadecuados a las nuevas situaciones generadas por la subversión que trascienden las fronteras nacionales y por las agresiones sutiles, indirectas, pero no menos peligrosas que las acciones ostensibles (...). O el sistema se prepara para la revisión de los conceptos clásicos de agresión e intervención, o entonces probablemente no sobrevivirá. O el sistema se renueva o corre el riesgo de perecer".

La condenación de Itamaratí a las fronteras nacionales era clara y contundente:

"Las fronteras físicas entre los países americanas son anticuadas: la hora exige el sacrificio de una parte de la soberanía nacional; la interdependencia deberá sustituir a la independencia".

En un documento confidencial -AAA 520.1 (22) (del ministerio de Relaciones Exteriores) -, divulgada por Tribuna da Imprensa
11 , el Itamaratí aceptaba totalmente la tesis norteamericana de integración continental, no sólo en el terreno económico, político y cultural sino también en el militar:

"El gobierno brasileño considera útil el nuevo concepto del principio de soberanía, que debería estar basado en la existencia de un sistema político-social común y no en las obsoletas fronteras físicas o políticas. El principio de interdependencia debe tener sentido práctico, tanto en la propuesta alianza como en la Organización de los Estados Americanos -OEA-, que se podría encargar de ciertos deberes, obligaciones y derechos hasta ahora de competencia exclusiva de los gobiernos de los respectivos países. La idea de interdependencia ya tiene raíces profundas y cada día se arraiga más, por intermedio de varios tipos de contactos y actitudes comunes, no sólo en el campo cultural y político sino también en la estrecha colaboración y cooperación militar".

La Fuerza Interamericana de Paz -FIP-, entonces en estudio, era definida así por el ministro Leitao da Cunha:

"La idea precisamente de una fuerza de paz es la que preside la organización de un cuerpo de bomberos. Por lo tanto, es una idea de cooperación, de pacificación. No es una idea bélica. La fuerza de paz nunca puede tener un objetivo bélico. Ella puede, en un momento determinado, si fuera atacada, tener que emplear sus armas para defenderse. Pero eso también lo hace la policía y el propio cuerpo de bomberos: cuando hay pánico en un incendio, tiene a veces que usar sus armas".

La política de intervención militar del Brasil en países del continente que son considerados sus áreas estratégicas, fue intensa y profundamente debatida por la Escuela Superior de Guerra. Un documento secreto divulgado en la época por Marcha, colocaba en estos términos la preocupación de los militares brasileños respecto a la subversión en los países limítrofes:

3.2. Posibílidades:

"El enemigo (el comunismo) puede:

a) perturbar el tráfico marítimo en el Atlántico Sur;
b) actuar a lo largo del litoral brasileño, particularmente en el nordeste, el Reconcavo baiano, en Guanabara y en el golfo de Santos;
c) conquistar el poder, por medios pacíficos o violentos, en uno o más países de América latina;
d) intensificar acciones de guerra revolucionaria en uno o más países de América latina;
e) fomentar o apoyar acciones de guerra revolucionaria en el Brasil;
f) realizar acciones militares en áreas vecinas a las fronteras terrestres de Brasil, particularmente en Rio Grande do Sul (Uruguay), Mato Grosso (Bolivia) y Rio Branco (Venezuela).

"En este cuadro, el grupo comunista interno, apoyado por otros de connotación ideológica marxista-leninista, tiene posibilidades de convulsionar la vida nacional, explotando los desajustes políticos y socioeconómicos existentes…".
Durante el gobierno de Castelo Branco, Brasil estuvo a punto de poner en práctica la tesis intervencionista en relación con Uruguay, entonces "convulsionado por intensa agitación sindical". Hermano Alves, en el Correio da Manha
12 , describía cómo el general comandante del III Ejército "traducía" en lenguaje popular la complicada filosofía geopolítica de la "Sorbonne".

"El general Justino Alves Bastos hizo declaraciones de excepcional gravedad sobre la situación en el Uruguay y sobre las intervenciones del gobierno brasileño. Dijo que la situación en el Uruguay está bastante convulsionada. Desmintió que tropas brasileñas hubiesen sido desplazadas para la frontera de aquel país. Pero explicó que la frontera está constantemente vigilada por tres divisiones de caballería. Declaró que el ejército está vigilante y hace mucho que ni duerme.

"Afirmó también el general Justino que es hora de que las viejas doctrinas de política externa sean sustituidas, como preceptúa el mariscal Castelo Branco, por normas más realistas y objetivas, porque nadie puede estar tranquilo en su casa cuando la casa del vecino se prende fuego. Y agregó que el llamado principio de autodeterminación de los pueblos sirvió solamente a los comunistas. Yo mismo era contrario a la política entonces seguida por Itamaratí -prosiguió el general- y que resultó en la pérdida de Cuba para el mundo democrático, en favor de los soviéticos. Aseguro, sin embargo, que no habrá nueva Cuba en América latina a despecho de la ofensiva comunista en Santo Domingo, en Bolivia y en otros países del continente...".

Y Brasil no estaba solo en la posición intervencionista. La visita del general Onganía -entonces comandante en jefe del ejército argentino- a Río, y sus conversaciones con el General Costa e Silva, en aquella oportunidad ministro del Ejército, mostraban una total unidad de los dos subimperios respecto de las fronteras ideológicas. En la época, llegaron a Montevideo noticias, muy concretas, originadas en el propio Estado Mayor de las fuerzas armadas brasileñas, de que los dos jerarcas militares habían acordado la intervención conjunta del Uruguay en caso de necesidad; algo al estilo de la invasión de Polonia por alemanes y soviéticos. La tesis sobre las fronteras ideológicas parecía totalmente victoriosa. Con el apoyo de los dos grandes del hemisferio, estaría asegurada la formación de la FIP.

En lo económico, los planes integracionistas se desarrollaban, aparentemente, también sin mayores obstáculos. El esquema elaborado en Wall Street y aprobado prácticamente por unanimidad (registrase la única excepción de Ecuador), en Punta del Este, bajo la batuta personal de Lyndon Johnson, era perfecto. Con la institución del Mercado Común Latinoamericano, desaparecerían las fronteras económicas, haciendo más racional la explotación del continente sur por los monopolios norteamericanos
13.

El enorme complejo industrial yanqui instalado en Sao Paulo, fue planeado con miras al mercado común. Al contrario de la estrategia inglesa para América latina (dividir para explotar mejor), la norteamericana se basaba en el principio de que hay que integrar para explotar mejor, más racionalmente
14.

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3. El fracaso de los planes integracionistas

La "filosofía de la entrega", elaborada y divulgada por la Escuela Superior de Guerra, partía de dos premisas fundamentales: la polarización de fuerzas entre Washington y Moscú y la inevitabilidad de la tercera guerra mundial. Considerando nuestra "formación occidental y cristiana" y la "inexistencia" de otra alternativa, la adhesión total e incondicional a los EE. UU. podría estar, incluso, históricamente "justificada".

Sucede que el antagonismo Unión Soviética-Estados Unidos no era absoluto ni irreversible. La "coexistencia pacífica" se consolida cada vez más. Crece, consecuentemente, el número de militares latinoamericanos que están convencidos de haber creído un "cuento del tío" al apoyar la sumisión a los Estados Unidos bajo el pretexto de "salvar a América latina de la hidra del comunismo', cuando observan la cordialidad y el entendimiento casi total existente entre el Kremlín y la Casa Blanca, y, ahora, la diplomacia del ping pong entre chinos y yanquis.

Otra de las causas fundamentales del fracaso de la política integracionista latinoamericana puede ser encontrada en los frutos de la dominación inglesa en el continente sur. Los efectos de la “balcanización” son difíciles de anular. La desconfianza y los conflictos entre nuestros países -en general hábilmente incentivados por el imperia1ismo- produjeron brechas profundas, generaron resentimientos y rivalidades muchas veces absurdos. El nacionalismo de nuestros pueblos fue -en muchos casos-- dirigido en contra de un pueblo hermano vecino y no en contra del enemigo común: el imperialismo de turno.

Podríamos definir como una "herencia maldita" ese fenómeno geopolítico, una herencia dejada por Inglaterra a sus herederos, los norteamericanos. Como la estrategia de los dos imperios es diametralmente opuesta (dividir para explotar mejor - integrar para explotar mejor) los planes del Tío Sam son obstaculizados por los “efectos residuales" del imperio que pasó. Eso quedó absolutamente claro en los casos del Mercado Común Latinoamericano y en el de la Fuerza Interamericana de Paz.

Como vimos anteriormente, los planes yanquis de integración se procesarían en distintos campos. En lo político, la Organización de Estados Americanos asumiría una serie de atribuciones y prerrogativas de los actuales estados-miembros, dentro de las tesis de la interdependencia o de la independencia relativa. En el campo militar, la FIP se encargaría del mantenimiento de la "paz imperial", tornando dispensables las intervenciones directas y unilaterales tantas veces consumadas por los EE. UU. en el pasado. En lo económico, la solución estaría en el Mercado Común, en la abolición de las fronteras económicas, que permitiría una explotación más racional del continente por los monopolios internacionales.

Los planes iniciales de los teóricos geopolíticos norteamericanos preveían una integración total de la economía americana ("que incorpore todo el continente en base a una economía planificada…"), o sea, un mercado común panamericano. Pero el propio Spykman admitía que "solamente la conquista del hemisferio por los EE. UU. (...) podría realizar la integración necesaria", pues "ninguno de los estados latinoamericanos se avendría a realizar de buen grado los cambios imprescindibles para crear esa economía regional... ". Es obvio que habría resistencia por parte de las burguesías nacionales de nuestros países a aceptar una integración que incluyera a los propios EE.UU. en el Mercado Común. Sería el equivalente a admitir un lobo en un rebaño de ovejas.

Había que disfrazar la dominación norteamericana. Y la mejor manera de hacerlo era elegir un satélite privilegiado, un socio menor, un testaferro que, dentro del Mercado Común Latinoamericano, representase los intereses yanquis. La idea fundamental consistía en establecer una base territorial preferencial para los monopolios internacionales. Se repetiría, entonces, en el ámbito continental, la exitosa experiencia de Sao Paulo -la gran base territorial del capital extranjero en Brasil-. La situación privilegiada que el estado bandeirante ocupa hoy dentro del contexto brasileño 15 (una gran parte de la plusvalía generada en el resto del país afluye a Sao Paulo, asegurando a los paulistas --incluso a los obreros-- un nivel de vida muy superior al nacional), es una muestra de lo que sería la posición que ocuparía Brasil dentro de una América latina, o por lo menos de una América del Sur integrada según los planes yanqui-brasileños.

La burguesía industrial brasileña había sido conquistada paulatinamente por las tesis geopolíticas de los militares de la E.S.C., puesto que muchos de sus representantes hicieron el curso de la escuela. La asociación entre la burguesía industrial y los militares (una versión subdesarrollada del "estado militarista" vigente en EE. UU., brillantemente analizado por Fred J. Cook 16), tenía como objetivos fundamentales el mantenimiento del status interno (amenazado durante el gobierno de Goulart por los planes reformistas .y por el acelerado avance de las masas), y la abolición de las fronteras económicas en el continente, lo que aseguraría a los monopolios internacionales establecidos en Brasil y a la burguesía industrial brasileña asociada a los mismos una considerable ampliación de mercado. En vez de incorporar al mercado de consumo la masa campesina brasileña (como pretendían los sectores nacionalistas populares), se intentaría conseguir clientes allende las fronteras.

Es incuestionable que Brasil presenta mejores condiciones geográficas, económicas y sociales que la Argentina (el otro candidato al puesto), para desempeñar el papel de satélite privilegiado. Además de ser una zona equidistante, Brasil reúne toda una serie de ventajas naturales, económicas y sociales: enormes reservas de materias primas; una siderurgia ya bastante desarrollada y con posibilidades prácticamente ilimitadas; un fabuloso potencial hidroeléctrico; un proletariado mucho menos politizado y organizado que el argentino, y un incalculable "ejército de reserva" constituido por el subproletariado y por una enorme masa campesina semiocupada.

A esas ventajas naturales, económicas y sociales había que agregar una situación política favorable (a los monopolios): un régimen militar eficiente y duro, que aplastando toda oposición nacionalista y frenando violentamente la lucha social, asegurase al capital extranjero el máximo de seguridad y libertad de acción. Eso ocurrió el 19 de abril de 1964 con el golpe militar.

La elección de Brasil para el puesto de satélite privilegiado se concretó durante el gobierno de Castelo Branco. En razón de la política de entrega total ejecutada por Roberto Campos, de la modificación de las leyes sociales otorgadas por Getúlio Vargas, de la eliminación del "aparato de vigilancia nacionalista" y de toda auténtica organización sindical, los monopolios internacionales se decidieron. Representantes de 80 grandes grupos económicos norteamericanos, cuando fueron recibidos en audiencia por el entonces mariscal presidente, declararon: "Brasil es el lugar predilecto para que las compañías internacionales realicen inversiones".

Esas manifestaciones de grupos económicos en favor de Brasil se multiplicaron, principalmente en los últimos meses. "Brasil constituye el mejor terreno para los inversores extranjeros en Latinoamérica", decía en un editorial la revista del Banco de Londres y América del Sud, en su número correspondiente al mes de abril. El presidente de la Chrysler Corp., John Ricardo, afirmó a la prensa que su compañía prefiere hacer inversiones en Brasil "porque hay tranquilidad y mentalidad exportadora".

Los organismos financieros internacionales piensan lo mismo. Henry Keams, presidente del Eximbank, en su reciente visita a Brasil, comprobó la existencia de "un clima de confianza". En razón de eso, declaró que "los negocios del establecimiento crecen más en Brasil que en cualquier otro país donde mantiene relaciones financieras" (el banco aprobó créditos por 1000 millones de dólares a Brasil). Igual preferencia fue establecida por el gobierno de Washington. Cable del 27 de agosto último informa que "Brasil, India y Paquistán son los principales beneficiarios de la ayuda norteamericana (...)".

Lo más extraño es que la dictadura militar brasileña haya logrado también la confianza y la preferencia de los países socialistas. El Jornal do Brasil 17 informó recientemente que la Unión Soviética había propuesto financiar "la construcción de dos importantes centrales hidroeléctricas brasileñas, incluida Sete Quedas 18, en la frontera de Brasil con Paraguay. El plazo de financiación sería de 20 años, con una prórroga variable entre 5 y 6 años". El proyecto Sete Quedas es muy ambicioso; la usina llegaría a producir unos 12/15 millones de kilovatios y sería la más grande del mundo; la financiación ofrecida por los soviéticos sería de 1.500 millones de dólares.

Esa preferencia internacional conseguida por Brasil aseguró a su economía un nuevo y acelerado auge desarrollista. Despertó, por otro lado, la desconfianza de otros países, especialmente de la Argentina. Los militares argentinos en el poder y la burguesía asociada del país vecino habían apoyado, sin restricciones, las tesis integracionistas, incluso la creación del Mercado Común, aprobada en Punta del Este. Tenían, entonces, ilusiones de que la Argentina pudiera salir victoriosa en la disputa con Brasil, ocupando ella el puesto de satélite privilegiado. Poco a poco, a medida que se consolidaba la hegemonía brasileña, los dirigentes del "estado militarista subdesarrollado" argentino comprendieron que su adhesión a los planes de integración económica sería un suicidio nacional.

La abolición de las fronteras económicas (el funcionamiento del Mercado Común estaba previsto para 1973) significaría la liquidación de gran parte de la industria argentina. Un ejemplo: un coche Ford fabricado en Brasil (considerando que es elaborado casi totalmente con materia prima nacional, por una mano de obra más barata aún que la argentina y en cantidades superiores, y que el Ford porteño es fabricado esencialmente con materia prima importada) debe tener un precio de costo real 20 ó 30 por ciento inferior al similar argentino. Parece obvio que la Ford --eliminadas las fronteras económicas- decidiera el cierre de su fábrica en la Argentina, abasteciendo todo el mercado sudamericano con su sucursal en Sao Paulo.

Cuando los militares y la burguesía asociada argentinos se dieron cuenta de los verdaderos objetivos de la integración económica planeada por Washington-Sao Paulo, pasaron a frenarla. Costa Méndez, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Onganía, denunció que el plan del Mercado Común contenía una "división continental del trabajo", que perjudicaba en forma irreversible el desarrollo industrial argentino. Corno otras "burguesías asociadas" comprendieron, también, el trasfondo de los planes integracionistas, los mismos pasaron a ser saboteados. Los objetivos previstos para 1973 fueron postergados para 1980.

Hoy, prácticamente, ya no se habla del Mercado Común. La propia ALALC 19 vive un proceso de estancamiento que puede degenerar en un deterioro total e irreversible. Parece cada vez más evidente que la integración latinoamericana no se procesará bajo la dirección de las clases dominantes actuales. Surgirá -con toda seguridad- del proceso de liberación nacional y social de nuestros pueblos, de la lucha contra el enemigo común: el imperialismo yanqui.

En lo relativo a la integración militar -a la FIP-- ocurrió algo semejante. Cuando la invasión de Santo Domingo por los norteamericanos, el gobierno de Castelo Branco, para justificar su posición de satélite privilegiado, se apresuró a mandar tropas. Washington esperaba igual procedimiento de los argentinos. Pero el hecho de que un general brasileño fuera nombrado subcomandante de la fuerza intervencionista eliminó esa posibilidad. Los militares de derecha argentinos aceptan, sin vacilaciones, el liderazgo norteamericano; no pueden, sin embargo, por una cuestión de prestigio, aceptar el subliderazgo de los brasileños. Y los planes de la FIP fueron definitivamente archivados.

Los planes de trasformar la Organización de Estados Americanos en un supergobierno continental fracasaron por los mismos motivos. Hoy, la OEA no pasa de una modesta sigla en el organigrama del State Department.

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4. La crisis del imperio y el vacío de poder

Los fundadores de la nación norteamericana revelaron, desde el comienzo, una rara visión geopolítica. La consigna de George Washington: Europa para los europeos, América para los americanos, sería la base de una política que se mantendría por más de siglo y medio. Esa estrategia se caracterizó por el aislamiento de Europa y un intervencionismo paternalista en el continente americano.

En América latina, la estrategia norteamericana, consustanciada en la llamada Doctrina Monroe, se mantiene hasta nuestros días. Es verdad que bajo distintos planteos tácticos, unos duros, otros relativamente blandos. Ejemplos de la línea dura: la Enmienda Platt, las innumerables intervenciones armadas en América Central, el big stick de Theodore Roosevelt ("Hablar quedamente y llevar un gran garrote; de esta manera llegaremos lejos"), la anexión de las más ricas provincias mexicanas, de Puerto Rico y de la zona del Canal de Panamá a los Estados Unidos.

El otro Roosevelt, con su política del buen vecino, es el representante de la "corriente liberal". En realidad, el cambio fue meramente táctico; Franklin Delano deseaba solamente eliminar las odiosas intervenciones de los marines. En sus palabras se puede encontrar el germen de los futuros planes de la FIP: "Nuestras intervenciones unilaterales en asuntos internos tienen que terminar (...). Cualquier derrumbamiento de la legalidad y el orden en una república que pusiera en peligro a las demás, deberá interesar a todo el continente (...) ". El propósito hegemónico sobre todo el continente seguía absolutamente vivo.

y continuaría vivo bajo el liberal reformista John F. Kennedy, que al asumir la responsabilidad de la invasión de la Bahía de Cochinos, usó un lenguaje idéntico al de Theodore Roosevelt: "Si alguna vez la doctrina interamericana de no intervención oculta o excusa una política de pasividad, si las naciones de este hemisferio fracasan en cumplir con su cometido contra la penetración comunista, entonces quiero que quede bien claro que este gobierno no dudará en hacer frente a sus obligaciones primarias (...)".

En los últimos años, ante el amenazador avance de los pueblos latinoamericanos, los EE.UU. han intentado, en forma bastante confusa y contradictoria, establecer nuevas versiones de la doctrina de Monroe, que le aseguren por algunas décadas más la hegemonía en el continente. Fracasada la tentativa paternalista-reformista de Kennedy (la Alianza para el Progreso), aplicaron el pragmatismo intervencionista de Johnson, que también se reveló absolutamente ineficaz: los planes de integración continental fracasaron totalmente; la utilización de golpes militares como fórmula rara frenar cualquier avance nacionalista-popular pasó a constituirse en un peligro después de la experiencia peruana; los planes de colonización cultural tropezaron con la creciente resistencia de intelectuales y estudiantes; el control de la natalidad -fundamental para evitar la explosión revolucionaria del hemisferio- fue frustrado por la Humanae Vitae; la conciencia antiimperialista se profundiza y se traduce en nuevos avances nacionalistas-populares, como la victoria de Allende.

Nixon, cuando asumió la presidencia, tuvo que enfrentarse con la dura realidad: el total fracaso de la "gran estrategia" de Johnson. Desesperado por comprender lo que pasaba en América latina, mandó a Nelson Rockefeller a inspeccionar las tierras del imperio situadas al sur del río Bravo. Las observaciones del "gran ejecutivo" servirían de base para elaborar la nueva estrategia, distinta del reformismo paternalista de J.F.K. y del pragmatismo intervencionista de Johnson. Objetivo, siempre el mismo: mantener el dominio y contener el amenazador avance de los pueblos mestizos hacia su total liberación nacional y social.

Pero el problema de las relaciones entre el Norte y el Sur es complejo, difícil, si no imposible de resolver. Simplemente porque, en razón del enfrentamiento dialéctico entre los EE.UU. y Latinoamérica (y al contrario de lo que decía un general brasileño), lo que es bueno para Estados Unidos es malo para los latinoamericanos; los intereses de uno y otros son inconciliables.

Para comprobar el fracaso de la política de Nixon en América latina, hay que volver al Informe Rockefeller. Las sugerencias del ejecutivo de la Standard Oil fueron, fundamentalmente, tres: aumento de la ayuda militar para combatir la subversión, mayores facilidades para el capital extranjero y una apertura del mercado norteamericano a las exportaciones de productos manufacturados o semiindustrializados procedentes de nuestros países.

La primera de las sugerencias: que el gobierno de los Estados Unidos "responda a los pedidos de otros gobiernos del hemisferio en materia de camiones, jeeps, helicópteros y equipo militar para proveer movilidad y apoyo y otros equipos de control de comando, para la adecuada comunicación entre las fuerzas, y armas livianas para las fuerzas de seguridad" y que, "en vista de la creciente subversión contra los gobiernos del hemisferio, del terrorismo y la violencia ( ... ) sean continuados y fortalecidos los programas de capacitación que traen personal militar y policial del hemisferio a los Estados Unidos y a centros de entrenamiento de Panamá", fue integralmente aceptada por Nixon. Las fuerzas represivas de América latina están hoy mucho mejor equipadas y entrenadas. Un cable de una agencia internacional da cuenta de que, solamente en Brasil, más de cien mil policías y militares fueron entrenados por la CIA en las más modernas tácticas anti guerrilleras.

La segunda proposición: el gobierno americano "debe procurar impedir que se apliquen reglamentaciones impositivas a las inversiones privadas de los Estados Unidos en el extranjero", también fue puesta en práctica. Las facilidades, privilegios y garantías al capital foráneo son cada vez mayores en casi todos los países latinoamericanos. En este aspecto, también se destaca Brasil: para justificar su posición de satélite privilegiado, prácticamente todos los controles al capital extranjero fueron eliminados, las leyes sociales modificadas, negándose al extremo de bajar el impuesto a la renta del 25 al 15 por ciento para las empresas extranjeras. Las nacionales siguen pagando el 25 por ciento.

La tercera sugerencia, la fundamental, del Informe era: "urge una nueva política comercial", una política que sustituya la ayuda por el comercio: Trade not Aid. Nuevas relaciones comerciales, fundamentalmente concesión "de "preferencias arancelarias en un plazo razonable", por parte de Estados Unidos. La "única solución" para disminuir el crónico déficit en la balanza de pagos y para estimular, a la vez, el desarrollo de América latina, sería la apertura del rico mercado norteamericano para los productos manufacturados o semiindustrializados procedentes de nuestros países: el sueño dorado de las burguesías asociadas latinoamericanas.

A los monopolios norteamericanos establecidos en Latinoamérica también les interesaba la medida. La reducción de las tarifas aduaneras yanquis y la explotación intensa de nuestros proletariados, les aseguraría una enorme sobre tasa de beneficios. Pero es evidente que, en los Estados Unidos, los propósitos de esos grupos económicos chocan violentamente con los de otros, que por no haber expandido sus actividades a nuestros países, cuentan solamente con mano de obra cara, norteamericana.

A esa contradicción entre distintos sectores de las clases dominantes norteamericanas, hay que agregar otra, fundamental y decisiva; la oposición de la clase obrera yanqui a cualquier medida de liberalismo cambiario que, es obvio, aumentaría el desempleo y pondría en riesgo los altos salarios del trabajador metropolitano. La clase obrera norteamericana -así como la de los países imperialistas europeos- siempre fue beneficiada por la explotación del hoy llamado Tercer Mundo. El saqueo de las riquezas naturales de nuestros países, las pérdidas que sufrimos en el intercambio comercial, la alta tasa de explotación de la mano de obra nativa -transformadas en plusvalía internacional- proporciona a los monopolios la posibilidad de pagar altos salarios en las metrópolis. Con esa política, se exporta parte de las contradicciones sociales, y se asegura una relativa paz social en los países centrales.

En los últimos años, la situación empezó a cambiar. Otros países capitalistas -especialmente Alemania occidental y Japón-, valiéndose de una mano de obra mucho más barata que la norteamericana y de una tecnología también avanzada, iniciaron una verdadera invasión del rico mercado consumidor de los Estados Unidos. Los monopolios yanquis, para hacer frente a esa competencia, tuvieron que cambiar su estrategia comercial: pasaron a importar determinados productos manufacturados o semiindustrializados, elaborados por sus sucursales en otros países, también con mano de obra barata.

Es obvio que esa política ocasiona un serio enfrentamiento social en los Estados Unidos; la paz social vigente en las últimas décadas, con razón del acomodamiento de la clase obrera a la sociedad de consumo y de su participación en la explotación de los países subdesarrollados, desaparece gradualmente. Un documento -recientemente divulgado- revela la ya explosiva situación. Los sindicatos que nuclean a los obreros de la General Electric y de la Westinghouse -a pesar de ser típicos sindicatos amarillos norteamericanos- denuncian violentamente el hecho de que los dos monopolios (que dominan el mercado norteamericano de aparatos eléctricos y electrónicos) están produciendo, en el exterior, cada vez más artículos, desde radios y televisores a transistores hasta enormes turbinas generadoras, destinados al consumo estadounidense. En el documento, los dirigentes sindicales denuncian, en lenguaje prácticamente revolucionario, la explotación a que están sometidos, por los dos monopolios, los trabajadores del Tercer Mundo.

Eso representa un cambio radical en la posición de los obreros norteamericanos Con respecto a la explotación del proletariado de los países subdesarrollados. Creemos que no interesa el hecho de que ese cambio Sea oportunista, motivado por intereses egoístas; lo que importa es el surgimiento de esta muy importante contradicción en la metrópoli. Las recientes medidas de Nixon -que incluyen el aumento del la por ciento en las tarifas aduaneras- representan la victoria de los sectores proteccionistas yanquis y el archivo de los reclamos de nuestras burguesías asociadas.

Una inflación de precios que ya alcanza la tasa de 0,7 por ciento mensual; un desempleo que ya supera el 6 por ciento de la mano de obra; un creciente déficit en la balanza de pagos (en el período marzo/mayo de 1971, por primera vez desde 1893, la balanza comercial también presentó un saldo negativo); la agudización del enfrentamiento con las minorías raciales, y la transformación revolucionaria de la contradicción generacional, son otras de las causas internas de la crisis norteamericana.

En el campo internacional, se robustecen otros factores de crisis: el avance -a pesar de contradictorio y nada agresivo- del mundo socialista; la caída del dólar como moneda internacional; la competencia cada vez mayor de otros países capitalistas, especialmente Japón y Alemania; el empantanamiento militar en el Sudeste asiático y la perspectiva del surgimiento de nuevos conflictos en el interior de las inmensas fronteras del imperio; la crisis casi caótica de América latina y la rápida concientización de nuestros pueblos que pueden provocar, en cualquier momento, un incontrolable proceso revolucionario.

En lo relativo a nuestra América, la crisis se traduce en una completa desorientación, en una total falta de perspectivas por parte de los estrategas metropolitanos. Por primera vez desde que Monroe lanzó su doctrina, en la década 20 del siglo pasado, los Estados Unidos no saben qué hacer con América latina. Y esa perplejidad, esa frustración, esa impotencia generan un inmovilismo. Inmovilismo que, a su vez, ocasiona un verdadero vacío de poder imperial en el continente sur.

Ese vacío de poder asusta a las clases dominantes latinoamericanas (Mao Tse-tung dijo que el imperialismo yanqui es la única columna que sostiene a las oligarquías de los demás países; no debe ser la única, pero, sin duda, es la más importante). Y asusta especialmente a las clases dominantes brasileñas y los militares de derecha que las representan políticamente en este momento. Sí, porque todos los planes de la burguesía industrial brasileña están basados en su alianza comercial con los Estados Unidos (teoría del satélite privilegiado) y los esquemas estratégico-militares de los generales brasileños, mantenimiento del status y paz imperial en el continente (teoría del gendarme) están íntimamente vinculados con la acción del Pentágono.

Los diarios brasileños que representan el pensamiento de los militares ultras, de las clases dominantes y de los monopolios extranjeros establecidos en Brasil, especialmente O Estado de S.Paulo, pasaron a hablar, en los últimos meses, con creciente intensidad, de ese vacío de poder derivado del "abandono de las cosas de América latina", de la "deserción" de Estados Unidos, etcétera.

Y proponen, específicamente -considerando que ese "vacío de poder" puede llevar el hemisferio al "caos revolucionario" y a la "victoria del comunismo internacional"- que Brasil ocupe el lugar, que corrija la omisión del gobierno Nixon, que asuma la responsabilidad de asegurar la permanencia del hemisferio en el mundo occidental y cristiano: pretenden, en fin, que Brasil se transforme de subimperio en imperio.

Esa tesis fue fortalecida, en los últimos días, por las declaraciones categóricas del almirante Adalberto de Barros Nunes, ministro de Marina brasileño que, después de insistir en la existencia de "un vacío de poder del Atlántico Sur", preconiza una actitud expansionista de Brasil (cable de A.F.P., 13/10/71).

¿Tendrá el estado militarista brasileño capacidad para realizar el ambicioso avance, y concretar la transformación cualitativa de subimperio en imperio? ¿O no pasará todo de un sueño de pobre?
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5. ¿Otro "milagro económico"?

A ejemplo de lo que pasó, hace años, en algunos países centrales -Alemania, Japón e Italia, especialmente- se habla mucho, hoy, en Brasil de milagro económico. Una intensa y científicamente elaborada campaña publicitaria intenta convencer (y en gran parte convence) al pueblo de que el país vive un auge desarrollista, que todos los grandes problemas nacionales están siendo resueltos por el gobierno castrense y que Brasil se transforma rápidamente en una gran potencia. La prensa brasileña refleja un clima de optimismo total, de euforia absoluta. Con una técnica que recuerda a Goebbels, se dice al pueblo que Brasil é o maior y que Nada segura este país. A los recalcitrantes, a los desconformes, a los incrédulos, a los "pesimistas", la advertencia totalitaria: Ame-o ou deixe-o.

A los representantes de los grupos económicos internacionales se asegura que Brasil constituye actualmente la mejor y la más segura inversión para sus capitales. En este particular, los publicistas brasileños dicen la verdad.

La actual experiencia desarrollista brasileña tiene una gran importancia para el mundo capitalista. "El modelo brasileño de capitalismo industrial" (como lo denominan los tecnócratas) está siendo apuntado como el camino para los demás países subdesarrollados, en especial para los latinoamericanos. La solución estaría en el neocapitalismo brasileño y no en sospechosas teorías nacionalistas-populares o socialistas. El embajador de los Estados Unidos en Brasilia, hablando frente a una subcomisión del Senado de su país, se mostró entusiasmado con la "fórmula brasileña" y la recomienda a otros países: "Ese progreso está siendo obtenido mediante un sistema de libre empresa que, creo, sirve de muy buen modelo a otras naciones que puedan estar considerando otras formas de desarrollo económico para alcanzar sus objetivos" (una clara referencia a Cuba, Perú, Chile, etcétera).

En consecuencia, lo que ocurre actualmente en Brasil trasciende los límites nacionales. Se intenta rehabilitar una hipótesis que ya había sido descartada: la de que el liberalismo económico pueda sacar a los países del Tercer Mundo del estancamiento y de la miseria. Eso explica el total apoyo que el capitalismo internacional monopolios y organismos financieros estatales o supranacionales-está proporcionando a Brasil.

Inicialmente, cabe preguntar: ¿cuáles son los objetivos encarados por los estrategas económicos brasileños? Joao Paulo dos Reis Velos o, el ministro de Planeamiento, contesta: "Crear en Brasil una sociedad industrial en el trópico que preserve los valores nacionales, humanos y culturales, capaz de realizar la síntesis de la tecnología con el humanismo moderno". ¡Bonitas palabras! El todopoderoso ministro. de Hacienda, Delfim Netto -el hombre que sustituyó a Roberto Campos como el agente Nº 1 de los monopolios- es más objetivo y fríamente pragmático; descarta el humanismo: "Queremos crecer rápidamente y, por tanto, necesitamos agredir a los mercados internacionales ( ... ). El desarrollo no es paz, es sufrimiento".

En el análisis del desarrollo económico brasileño de los últimos años, hay que utilizar los datos estadísticos oficiales (los únicos disponibles), a pesar de que -lo sabemos y es fácil probarlo- los mismos están groseramente falsificados.

Los datos estadísticos oficiales revelan que los primeros años de la dictadura fueron de crisis económica: el P.I.B. aumentó 2,9 % en, 1964; 2,7 % en 1965; 5,1 % en 1966, y 4,8 % en 1967. El pequeño desarrollo fue prácticamente absorbido por el crecimiento demográfico: 2,8 %. A partir de 1968, comienza el milagro: las tasas de aumento pasan a situarse entre el 8 y el 10 %.

En una nota publicada en Marcha, demostrábamos que estos datos son totalmente cuestionables: "Sabemos que existe una cierta relación entre el aumento de la producción industrial y el consumo de energía eléctrica. No hay una coincidencia absoluta entre ambos, pues otros sectores ajenos a la producción industrial también consumen electricidad. De cualquier manera, el consumo de kws. es un buen testigo del desarrollo del sector secundario de la economía de un país. Analicemos lo que informan las estadísticas al respecto. Entre 1960 y 1966, el consumo de energía aumentó un 40,23 %; la producción industrial, un 46 %. La correlación es completamente distinta en los últimos años, en los años del milagro. Así, en 1968, cuando el gobierno señala un aumento de 13,2 % en la producción industrial, el consumo de energía pasó del índice 107 al 114, o sea, creció solamente 6,5 %. Lo mismo ocurrió en 1969: presunto aumento del producto industrial, 10,8 %; consumo de electricidad, solamente 5,26 % mayor".

Es obvio que el aumento de la producción podría haber sido obtenido con utilización de otro tipo de energía, como, por ejemplo, una mayor aplicación de fuerza humana (hipótesis poco probable, pues significaría un retroceso tecnológico). Pero los datos estadísticos descartan, incluso, esa probabilidad. El Anuário Estatístico do Brasil, 1970 demuestra que el número de obreros ocupados en el sector "industria de transformación" (el más importante de todos) disminuyó:

31/12/1968 - 31/12/1969
2.218.278 - 2.011.511

Parece evidente el fraude, pero vamos a aceptar como buenos los datos de la Fundaçao Getúlio Vargas, y a razonar con ellos".

Es innegable el avance de la producción en algunos sectores, especialmente en el de artículos de consumo durables, (automóviles, electrodomésticos, etcétera). El más espectacular es el de la industria automovilística.

La industria automotriz brasileña surgió en la misma época que la argentina (últimos años de la década del 50) y, como en el país del sur, se estructuró en forma totalmente irracional. Sin considerar las limitaciones del mercado nacional, once fábricas se instalaron en Brasil. Consecuentemente, producían (cada fábrica) poco y caro. Otro aspecto de la deformación de la industria instalada por los monopolios internacionales en los países subdesarrollados lo ofrece la prioridad establecida en la producción. Así, en Brasil, desde su creación en 1957, la industria automotriz fabricó 3.307.141 vehículos; de ese total, solamente 124.193 son tractores. Eso, en un país esencialmente agrícola y que presenta un nivel muy bajo de mecanización de los trabajos agrícolas.

La producción brasileña de coches de 1967 fue igual a la del año anterior (225.389 Y 224.575 vehículos, respectivamente). Las plantas industriales y los locales de los revendedores estaban llenos de coches sin posibilidad de venta. El pánico se había generalizado. Fenómeno equivalente -saturación del mercado- se verificaba en la Argentina.

En Brasil, la crisis fue superada. Los últimos datos estadísticos revelan que, en el primer semestre de 1971, la industria del país norteño produjo 239.835 unidades. Según las previsiones -confirmadas par los datos relativos al tercer trimestre- la producción alcanzará a 520.000 a fin de año. La producción argentina sumó 114.842 vehículos en los primeros seis meses del año.

Cabe preguntar, ¿por qué solamente en tres años la industria automovilística brasileña consiguió duplicar a la argentina?.

Como la exportación de coches es insignificante, prácticamente inexistente en ambos casos, la explicaci6n podría encontrarse en el ascenso cuantitativo y cualitativo de las clases medias brasileñas y en el estancamiento de las argentinas.

Un informe que nos llega de Brasil aporta datos impresionantes sobre la evolución de las clases medias en los últimos años: el coche (antes privilegio de las clases altas) es ahora accesible a las clases medias (22 % de las familias de clases medias tiene actualmente dos coches); las familias de las clases medias brasileñas poseen hoy toda la línea de electrodomésticos (de la licuadora al "estéreo"), y cerca del 35 % de ellas se da el lujo de cambiar sus artefactos anualmente; las clases medias hoy hacen turismo en forma intensa y se divierten a lo grande (Porto Alegre, una capital provinciana de 870.000 habitantes tenía, antes de 1964, quince boites; hoy existen más de 400).

¿Cómo fue obtenido ese avance espectacular de las clases medias brasileñas en los últimos años?.

Fundamentalmente en razón de una planificada, intensa, continuada e inhumana transferencia de renta. Las clases bajas, los campesinos sin tierra, los minifundistas, los trabajadores rurales, el subproletariado y los obreros no especializados están pagando el boom de confort que gozan hoy las clases medias.

El hecho tiene una justificación política. En un país como Brasil, donde casi la mitad de la población --la que vive en el campo- prácticamente no existe políticamente; donde un enorme subproletariado y la propia clase obrera, constituidos por semianalfabetos, sin conciencia de clase, sin organización sindical, luchan exclusivamente por la supervivencia diaria, la importancia política de las clases medias se vuelve fundamental para la estabilidad del régimen político y del sistema social vigentes.

Los monopolios internacionales que dominan hoy la economía brasileña y sus asociados, la llamada burguesía nacional, los militares y los tecnócratas que en su nombre ejercen el poder, saben muy bien eso. Y tratan de incorporar las clases medias a la sociedad de consumo subdesarrollada que es hoy Brasil. Es evidente que lo consiguieron. Y con eso, mercado de consumo para sus productos y apoyo político total e incondicional; estabilidad para la dictadura castrense y para el statu quo. Esa tesis parece confirmarse por la situación inversa imperante en la Argentina y Uruguay, donde la pauperización de las clases medias aparece como uno de los principales factores de las profundas crisis social y política.

¿Es posible comprobar esa transferencia de renta en beneficio de las clases medias?.

¡Cómo no! Además de las clásicas fórmulas de transferencia del sistema capitalista -la apropiación de la plusvalía, la explotación del campo por la economía urbana, de la nacional por los monopolios internacionales- por las cuales los que están en la base de la pirámide social aseguran el confort de las clases altas y financian el progreso de los países ricos, Se puede verificar la existencia de otras fórmulas, "inventadas" por los tecnócratas brasileños.
Los recursos del Banco Nacional de Habitação (B.N.H.), originados en el seguro de desempleo (consecuentemente, plata de los obreros y empleados), son aplicados a la construcción de casas y apartamentos que, por ser inaccesibles a las clases trabajadoras, se .destinan a las clases medias, y son vendidos al plazo fantástico de 180 meses.

Lo mismo ocurre con los recursos de las Caixas Económicas (lo equivalente en el Uruguay sería la Caja Nacional de Ahorro Postal). Las reservas de los pequeños ahorristas se destinan en gran parte a la financiación de bienes de consumo durables. Se proporciona así a las clases medias la posibilidad de comprar su coche en 50 ó 60 cómodas cuotas mensuales.

Por medio del Instituto Nacional de Previdencia Social (I.N.P.S.) se procesa también una escandalosa transferencia de renta. Con recursos provenientes de las contribuciones de la gran masa obrera, que gana el salario mínimo legal o menos, se jubilan a los cuarenta años, con un mínimo mensual de 260 dólares, comerciantes, industriales, tecnócratas y profesionales.

Mientras las clases medias adquieren, por esa y otras vías no más honestas, capacidad adquisitiva para comprar cada vez más artículos de uso superfluo o de lujo, disminuía la producción de productos fundamentales para la supervivencia popular. Algunos ejemplos, sacados del Anuario Brasileiro de Estatística. 1,970, lo comprueban:

Producción 1967 1968 1969
Vehículos (unidades) 225.382 278.936 352.192
Azúcar (toneladas) 4.318.240 4.203.238 4.216.010
Arroz (toneladas) 6.791.990 6.652.388 6.394.285
Porotos (toneladas) 2.547.577 2.419.677 2.199.974

Vemos que, mientras artículos alimenticios de primera necesidad (el arroz y los porotos representan la dieta fundamental del 80 % de la población) bajaron su producción en el período en un 6,23 por ciento (considérese, además, el aumento demográfico de 2,8 % al año), la producción de coches aumentó el 56,3 %.

El propalado "milagro económico brasileño" beneficia solamente a una pequeña porción de la población: las clases dominantes, las medias (entre ellas, en forma destacada, los militares de rango medio y alto) y, es obvio, especialmente, a los monopolios internacionales.

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6. Salarios de hambre

El gobierno de Garrastazú Médici decretó el 1º de mayo nuevos niveles de salario mínimo para todo el territorio brasileño. Los límites extremos son Cr$ 268,80 para los estados de Sao Paulo, Rio de Janeiro, Guanabara, Minas Gerais y Distrito Federal, y de Cr$ 182,40 para el Nordeste. Los menores de 16 a 18 años tienen derecho al 75 % y los de 14 a 16, al 50 % del salario mínimo.

El salario mínimo fue instituido el 1º de mayo de 1941. Justificando su medida, Getúlio Vargas-argumentaba: "Buscamos por este medio asegurar al obrero una remuneración equitativa capaz de proporcionarle los medios necesarios para su manutención y la de su familia. El establecimiento de un estándar mínimo de vida que deberá ir aumentando gradualmente, asegurando a los trabajadores una mejor participación en la renta nacional, y mejores niveles de salud y productividad...".

El salario mínimo era considerado por Vargas como un salario de supervívencia. Fue calculado con la base de las necesidades mínimas del obrero y su familia, considerando los principales rubros de gastos: alimentación, habitación, transporte, vestido, higiene, etc. (los gastos relativos a la salud quedaron a cargo de los organismos de previsión social). En lo relativo a la alimentación, el salario mínimo decretado el 1/5/1940 tomó como base las cantidades mínimas de alimentos que un trabajador adulto necesita consumir para poder sobrevivir y trabajar normalmente. Las mismas que habían sido establecidas por el decreto-ley 399, del 30/4/1938, eran: 6 kilogramos de carne, 7,5 litros de leche, 4,5 kilogramos de porotos, 3, kilogramos de arroz, 1,5 kilogramos de harina, 6 kilogramos de papas, 600 gramos de café, 6 kilogramos de pan, 7,5 docenas de bananas, 3 kilogramos de azúcar, 0,750 kilogramo de grasa de cerdo y 0,750 kilogramos de manteca.

En 1951, en su segundo gobierno, Vargas estableció el criterio que debía determinar el establecimiento del salario mínimo: alimentación 50 %, habitación 25 %, vestido 13 %, higiene 6 % y transporte 6 %. El 24/12/51, el gobierno fijó el nuevo salario mínimo en 1.200 cruceiros, lo que equivalía a 64 dólares.

El desarrollo de la economía brasileña en los últimos 20 años fue muy grande (tenemos a mano los datos oficiales del Producto Interno Bruto de 1949 a 1969: la evolución fue del índice 100 al 333,6). Un aumento mucho mayor que el de la población (entre los censos de 1950 a 1970, la misma pasó de 51.944.000 a 93.545.000). O sea, el P.I.B. aumentó un 233,6 %, mientras que la población creció solamente un 80 %. Esto significa que, si se hubiera mantenido la participación de las clases trabajadoras en la distribución de la renta nacional, el salario mínimo real actual debería ser casi el doble del vigente en 1951, situándose cerca de los 120 dólares mensuales (eso sin considerar el aumento de la productividad y la desvalorización del dólar en esos años). En cambio, el salario mínimo regional más alto en la actualidad (después del 1º de mayo) equivale a U$S 45,50. Tenemos así la prueba de que el boom desarrollista de las últimas dos décadas no benefició en lo más mínimo a los trabajadores; al revés, fue obtenido con el sacrificio de los mismos.

Después de la muerte de Getulio Vargas, se aceleró la decadencia del "estado paternalista". El fortalecimiento de la burguesía industrial, la "invasión" económica del país por los monopolios internacionales, la elección para la presidencia de la República de típicos representantes de la "burguesía asociada", como Kubitschek y Janio Quadros, determinaron la quiebra del equilibrio social establecido por el paternalismo getulista. Pero, en lo fundamental, se mantuvo el conjunto de leyes que garantizaban los derechos de las clases trabajadoras.

Fue a partir del 19 de abril de 1964, con el golpe militar, que se archivó definitivamente la política paternalista. El nuevo régimen asumió en forma descarada la defensa de las clases dominantes y de los monopolios internacionales. Un ex ministro del gobierno de Costa e Silva decía (Veja, 29/12/71): "La distribución de la renta nacional es una cuestión de poder. En 1964 hubo una revolución en este país y el gobierna revolucionario está distribuyendo la renta -y el poder- según sus objetivos".

El gobierno castrense adoptó integralmente la orientación del Fonda Monetario Internacional, el más poderoso y eficiente de los instrumentos del imperialismo en la explotación de los países y de las clases trabajadoras del Tercer Mundo. En lo relativo a la política salarial, la receta del F.M.I. es la congelación, que en la realidad se traduce en una baja del salario real de los trabajadores. Los salarios, de acuerdo con el decreto-ley N9 15 (de clara inspiración fondomonetarista) firmada por el mariscal presidente Castelo Branco, ya no serían reajustados conforme al aumento del costo de vida, sino de acuerdo "al residuo inflacionario considerado como compatible con la programación financiera del gobierno". Lo que, traducido a lenguaje popular, significa que los trabajadores brasileños pasaron a ganar cada vez menos en relación con el costa de vida y que el aumento de la tasa de explotación proporcionó nuevos recursos a la acumulación de capital, al boom desarrollista.

Los propios tecnócratas responsables del "milagro brasileño" admiten la baja de los salarios reales. El profesor Mário Henrique Simansen, uno de los teóricos más destacados del actual equipo económico, afirma que el gobierno podría establecer una política salarial más liberal, que aumentase la renta de los pobres, pero "eso sería devorar la gallina de los huevos de oro, consumiendo un ahorro que permitirá en el futuro una mejor distribución". (Jornal do Brasil, 27/4172). A continuación, analizando los datos de los censos de 1960 y 1970, el citado economista admite que el sector más pobre de la población (40 %) participaba con 11,2 % en la renta nacional al comienzo de la década pasada, mientras que, en 1970, el mismo recibía solamente el 9,05 %. A su vez, los sectores más ricos de la sociedad brasileña (5 %), que en 1960 usufructuaban el 36,07 % de la renta nacional, pasaron a adueñarse, diez años después, del 48,53 %.

Es tan brutal el procesa de explotación de las clases asalariadas brasileñas, tan violenta el proceso de apropiación de la plusvalía, de acumulación de capital, que incluso organizaciones al servicio de los monopolios internacionales y diarios que reflejan los intereses de las clases dominantes norteamericanas, se escandalizan. La Rand Corporation, en su informe sobre el Brasil (elaborado a pedida del Departamento de Estado) afirma: "Las propias cifras oficiales (brasileñas) revelan que los trabajadores soportan la carga del programa de estabilidad desde 1964. El desarrollo económico obtenido por el régimen militar fue posible en razón de la liquidación de los sindicatos y de las ligas campesinas..." (O Estado de S. Paul, 1/2/72). El Washington Post, en ocasión de la visita de Garrastazú Médici a los Estados Unidos, se preguntaba: "El milagro brasileño, la obtención por tercer año consecutivo de una tasa de crecimiento del 9 %, ¿no significa que los pobres están ayudando a los ricos?". Y contestaba: "Las últimas cifras indican que el 80 % de los brasileños con menos ingresos recibieron el 27,5 % del producto nacional bruto en 1970, mientras que en 1960 les correspondía el 35 %; entre tanto, el sector más rico (5 %) aumentó su participación en el mismo período del 34 al 50 %" (Cable de IPS, 27/4/72).

Un estudio elaborado por el Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos de Sao Paulo (D.I.E.E. S.E.), con datos oficiales, revela que si los brasileños siguieran consumiendo alimentos con la base del "mínimo vital" establecido por Vargas, en 1938, una familia obrera (dos adultos y dos niños) estaría gastando actualmente, en São Paulo (solamente en alimentación), 302,37 cruceiros, o sea, 37 % más que el salario mínimo vigente (Jornal do Brasil, 27/4/72).

El referido organismo prueba (siempre con datos estadísticos oficiales), que el salario mínimo tenía, en 1958, un poder adquisitivo equivalente a 590 cruceiros actuales. Como el salario mínimo vigente hasta el 30 de abril pasado era de 225 cruceiros, sería necesario, para recuperar la capacidad adquisitiva perdida, que el nuevo salario mínimo incorporase un aumento del 265 %. El aumento concedido por Garrastazú Médici osciló entre el 19,15 y el 24,44 por ciento en las diferentes regiones del país.

En sus insospechables estudios, el D.I.E.E.S.E. muestra que el sueldo familiar total era, en 1958 (cuando trabajaba como promedio una persona por familia) de 10,14 cruceiros nuevos. En 1970, trabajando un promedio de dos personas por grupo familiar, el salario familiar total era de 9,20 (cruceiros de 1958).

Otro argumento imbatible del citado organismo: el salario mínimo aumentó, en el período 1958/1970, del índice 100 al 2644; el costo de vida subió de 100 a 7361 (Veja, 29/ 4/71).

Parece incuestionable la existencia de un proceso de transferencia de la renta -de abajo hacia arriba- en la sociedad brasileña, sometida hace ocho años al gobierno de los militares y de los tecnócratas representantes de los monopolios internacionales, todo de acuerdo con la receta del F.M.I. para los países subdesarrollados.

Veamos ahora cómo ese proceso afecta la vida de un obrero brasileño y su familia. ¿Cómo vive hoy un trabajador urbano (ni hablar de los rurales) en el rico centro-sur (ni pensar en el Nordeste); ¿cómo usufructúa los beneficios, el confort, los placeres de la sociedad de consumo?.

Jornal do Brasil en su edición del domingo 30/4/72, publica un reportaje de Heraldo Dias y Hamilton Correia sobre la vida de un obrero en Rio (la ciudad maravillosa…). El obrero, Durval Vicente Ferreira, nordestino, natural del estado de Paraíba, hace ya 11 años que vive en la antigua capital brasileña. Ya no es, consecuentemente, un pau de arara (apodo dado a los nordestinos que emigran hacia el sur o al oeste del país), un recién llegado. Después de más de una década, se podría esperar que Durval estuviera ya perfectamente integrado a la sociedad de consumo vigente en los estados del centro-sur brasileño.

El paraibano Durval (35 años), obrero de la construcción, tiene mujer y tres hijos menores. En este momento viven en su casa una hermana casada, su hijo y el marido, pues éste está desocupado. Durval se considera feliz: tiene un empleo y gana el salario mínimo (225 cruceiros). Vive (habría que ver cómo viven ocho personas en dos habitaciones) en Nova Iguaçú, a una hora de viaje de Rio. Paga por la casita 70 cruceiros, o sea 31 % del sueldo. Si Durval tomase el ómnibus diariamente para ir al trabajo, gastaría 72 cruceiros mensuales, otra tercera parte de lo que gana. Como eso es totalmente imposible, Durval duerme durante la semana en el propio local de trabajo. Eso le permite, además, trabajar tres horas extra por día 20. Por consiguiente, nuestro personaje ve a la familia solamente la noche de los sábados y los domingos.

Los reporteros describen el rancho (la canasta familiar) comprado por Durval a un costo de 36,65 cruceiros y que debe alcanzar para toda la semana: 6 kilogramos de arroz, 6 de porotos, 3 de fariña de mandioca, 3 de azúcar, una pequeña lata de leche en polvo para los niños, un paquete chico de maicena, medía kilo de café, medio kilo de carne seca (charque) y medio kilo de chorizos 21. Si dividimos el costo por siete y multiplicamos el resultado por 30, tendremos el presupuesto mensual de Durval para alimentación: 157 cruceiros (cerca de 25 dólares), para alimentar ocho personas. O sea, menos de la mitad del calculado por el D.I.E.E. S.E. como el "mínimo de supervivencia" para una familia de cuatro personas. Solamente en alquiler y alimentación de su familia, Durval gasta su salario. El transporte y su alimentación en Rio los paga con las horas extra.

¿Cuáles son los placeres de la sociedad de consumo que usufructúa nuestro Durval? Dijo a los periodistas que le gusta mucho el cine. Y recuerda nostálgico el día -hace tres años- en que se permitió la extravagancia de gastar 0,50 cruceiros para ver una película en Rio.
Bueno, preguntará el lector, ¿y la ropa y los zapatos? Es obvio que Durval y su familia no andan totalmente desnudos. Durval explica que, en general, no se queda más de un año en el mismo empleo (una de las exigencias de los monopolios internacionales para radicarse en Brasil fue la revocaci6n de la ley de la estabilidad otorgada por Vargas a los obreros). Cada vez que es despedido recibe una indemnizaci6n de cerca de 170 cruzeiros, que utiliza para vestirse él y su familia.

Pero, dirá algún lector entusiasmado con el "milagro brasileño", la mayoría debe ganar mucho más que el salario mínimo y consecuentemente gozar de condiciones de vida mucho mejores que las de Durval y su familia. Los números prueban que ¡no! El censo de uno muestra que la población brasileña era de 93.545.293 habitantes. La poblaci6n econ6micamente activa 29.204.379. La distribuci6n de los salarios era, entonces, la siguiente: 31 % ganaban menos de 100 cruceiros; 13 % entre 101-150; 14 % entre 151-200; 18 por ciento entre 201-250; 15 % entre 251-500; 6 % entre 501-1.000; 2 % entre 1.001-2.000; 1 % más de 2.000.

Durval, con toda su miseria, está entre la mitad más privilegiada de la población brasileña. Hay que imaginarse cómo vive el 58 % que gana menos que el salario mínimo, los millones de desocupados y los millones que en el campo viven todavía bajo un sistema semifeudal o formas mal disfrazadas de esclavitud.

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7. Una nueva división internacional del trabajo

En las notas anteriores analizamos los varios intentos desarrollistas de Brasil en los últimos años. Vimos cómo la tentativa nacionalista-popular-reformista de incorporar– por la reforma agraria– la masa campesina al mercado de consumo fue descartada –como peligrosa y subversiva – por la burguesía y por los militares de derecha. Expusimos las tesis de la integración económica continental y del satélite privilegiado -un intento de división de trabajo en nuestros países protagonizado por los monopolios internacionales- y su fracaso. Registramos también el colapso de las esperanzas de las burguesías asociadas latinoamericanas de "conquistar" el rico mercado de consumo norteamericano para sus productos industrializados o semi manufacturados. Vimos, finalmente, cómo, a pesar de todos esos fracasos, el gobierno castrense-tecnócrata brasileño -sacrificando violentamente a las clases trabajadoras a través de una inhumana redistribución de la renta nacional- consiguió asegurar un mercado interno bastante amplio y creciente para las transnacionales que dominan en forma absoluta algunos sectores de la economía brasileña, especialmente los que producen "bienes de consumo durables".

Pero el actual boom desarrollista brasileño no se limita a eso.

Hay que reconocer, honestamente, que otros sectores de la economía -en especial los que constituyen la infraestructura- pasan también por una fase de desarrollo acelerado.

Los planes de desarrollo de los sectores que constituyen la infraestructura económica brasileña para los próximos años son verdaderamente espectaculares. Y aparentemente bastante concretos, realistas, pues están basados en una amplia financiación e inversi6n internacionales, en gran parte ya asegurada. Veamos algunos ejemplos.

La producción de acero en 1970 fue de 5.367.701 toneladas. Hace pocos meses fue lanzado el Plan Siderúrgico Nacional con los siguientes objetivos: 10 millones de toneladas en 1975 y 20 millones en 1980. En este último año, Brasil estaría entre los diez mayores productores de acero del mundo. Por su magnitud -aumento de casi 300 % en solamente nueve años- el plan parecía absolutamente fantástico. Pero, confirmando la tesis -expuesta anteriormente- de que en Brasil se juega actualmente algo muy importante para el capitalismo mundial, en pocas semanas organismos financieros internacionales aseguraron los recursos necesarios para el ambicioso salto, cerca de 2.000.000.000 de dólares. Más todavía: la realidad superó la expectativa. Después de obtenida la financiación para la etapa de las 20.000.000 de toneladas, el gobierno brasileño recibió de la Nippon Steel Corp., una oferta para la construcción de una nueva usina siderúrgica destinada a producir y exportar de 8 a 10 millones de productos semiterminados de acero. Por lo visto, está totalmente asegurado el éxito del Plan Siderúrgico Nacional que, según expresó el general Alfredo Américo Silva, presidente de la Companhia Siderúrgica Nacional..., "fue elaborado tomando en consideración los objetivos del actual gobierno de ampliar nuestras fronteras económicas y sociales".

En lo relativo a la energía eléctrica, el plan no es menos ambicioso. Según afirma el presidente de Eletrobrás, ingeniero Mario Behring, "Brasil elevará la potencia eléctrica instalada de 12 millones de kW en 1971 a treinta millones en 1980". La etapa más importante del plan energético sería la construcción de la usina de Sete Quedas en colaboración con el Paraguay. Según una hipótesis, la planta hidroeléctrica produciría 15 millones de kW.; según -otra, la potencia sería de 12 millones. En cualquier caso, Sete Quedas sería la mayor del mundo (Grand Coolie en los Estados Unidos, Krasnoyarsk en la U.R.S.S. y la canadiense Churchill Falls, producen, respectivamente, 9,7, 6,9 Y 5,5 millones de kW.).

Según declaraciones del diplomático soviético Iván Pizarets al O Estado de S. Paulo, la Unión Soviética estaría interesada en la financiación de la misma -1.500.000.000 de dólares- mediante un acuerdo con General Electric. El único obstáculo a la ultimación del crédito parecería ser la terquedad del dictador Stroessner, que con su anticomunismo primario y fuera de moda, se mostraría reacio a aceptar plata roja. Los diplomáticos de Itamarati lo estarían trabajando en el sentido de que aceptara la filosofía brasileña, realista, pragmática, que es así sintetizada por un periodista paulista: "Hay que superar el miedo (al capital extranjero); el miedo no da divisas".

Otro plan ambicioso pero aparentemente realista es el relativo a la construcción naval. La flota mercante actual cuenta con 356 embarcaciones con un total de 2.455.000 toneladas, de las cuales 113, con 1.636.183 toneladas, tienen menos de 10 años de servicio (una flota relativamente moderna). Actualmente se construyen barcos por un total de 1.406.000 toneladas. La previsión establece, para 1974, un total de 5.750.000 toneladas (será superior entonces al conjunto de las flotas mercantes de los demás países latinoamericanos).

Ese plan podría ser ampliamente superado con la ayuda japonesa. Japón desarrolla en este momento una violenta ofensiva para dominar en forma absoluta el transporte marítimo mundial. Un cable de AFP (8/11/71) señala: "El Japón dominará próximamente el mercado mundial de los fletes marítimos (...). La participación japonesa en el transporte general marítimo, que era de 25 por ciento en 1964, fue de 39 % en 1968 y será de 50 % en 1975 y 55 % en 1980".

Otra de las prioridades establecidas por el gobierno brasileño se relaciona can el comercio exterior. Las exportaciones aumentaron de 1.430 millones de dólares en 1964 para 2.525 millones en 1970. En el corriente año se prevé que llegarán a 2.700.000.000. Además, se registra una transformación cualitativa en las exportaciones brasileñas. El café y otros productos alimenticios, y materias primas de origen vegetal, que constituían la casi totalidad de lo exportado en el pasado, van siendo desplazados por minerales y productos manufacturados. En 1970, la exportación de mineral de hierro alcanzó un total de 27.906.006 toneladas por un monto de 208.600.000 dólares. En lo relativo a los productos industrializados, los pronósticos son igualmente muy optimistas: la exportación alcanzaría 680 millones de dólares en 1971, 940 en 1972 y 2.000 millones en 1976.

¿A qué atribuir esos planes desarrollistas tan ambiciosos y aparentemente bastante realistas?.

La explicación parecería estar en el hecho de que se procesa, en este momento, una redistribución internacional del trabajo. El capitalismo internacional, intentando sobrevivir, trata de racionalizar sus actividades. Uno de los aspectos fundamentales de esa racionalización estaría en el establecimiento de una economía a nivel supranacional, o sea, la eliminación gradual de las fronteras económicas. A lo sumo, la ampliación de la experiencia del Mercado Común Europeo.

Según todo indica, los años 70 verán el triunfo de las empresas transnacionales. Esos supermonopolios, eliminando la competencia y produciendo en las áreas económicas y geográficas más ventajosas, sin mayores consideraciones de orden nacional, darían una nueva cara al actual imperialismo.

Algunos países del Tercer Mundo –con condiciones naturales excepcionales– serían "beneficiados" en la reorganización del sistema capitalista mundial, en la nueva distribución internacional del trabajo. Serían transformados en bases de operaciones preferencíales del capital supranacional, en satélites privilegiados, en colonias de los supermonopolios. Es obvio que a esas colonias privilegiadas les estarían aseguradas una serie de ventajas con relación a los demás pueblos subdesarrollados.

Un ejemplo típico de esa reorganización del sistema capitalista a nivel mundial y de esa redistribución internacional del trabajo lo da el hecho -citado anteriormente- de la acción de General Electric y de la Westinghouse, fabricando cada vez mayor cantidad de productos destinados al mercado norteamericano en sus fábricas instaladas en países periféricos. Otra experiencia en este sentido sería el plan japonés-brasileño de construcción naval: en vez de llevar mineral de hierro brasileño (el Japón es actualmente el mayor importador del mismo) a las antípodas, se instalarían usinas siderúrgicas niponas en Brasil y se ampliarían los astilleros japoneses ya existentes, para fabricar, en el país de origen de la materia prima, los superpetroleros de 400.000 toneladas. Además del ahorro -que debe ser considerable, teniendo en cuenta el bajo precio del mineral y la enorme distancia a que debe ser transportado- en la materia prima, conseguirían los monopolios nipones una sobretasa de ganancia al explotar la mano de obra brasileña, todavía más barata que la barata mano de obra existente en Japón. Una de las causas fundamentales del milagro japonés fue el bajo nivel de los salarios: 240 dólares mensuales, muy inferior a los norteamericanos. Ese bajo salario es todavía tres veces superior al sueldo medio pagado en Brasil a un obrero industrial.

Otro factor que deberá tener enorme importancia en el desarrollo económico mundial, en los próximos años, es el constituido por el problema de la polución o contaminación del medio ambiente. La tremenda concentración industrial en los países centrales creó una situación verdaderamente catastrófica: el aire y los cursos de agua están contaminados: metales tóxicos (en especial el plomo, el mercurio, el cadmio), diseminados en el medio ambiente, serían los responsables de nuevas y terribles enfermedades y deformaciones físicas y mentales.

El smog en algunas metrópolis ya alcanza tal intensidad que impide el tránsito. Tan grave es el problema que los científicos llegan a pronosticar que los próximos serían "los últimos 30 años de la Tierra".

En consecuencia, la situación exige inmediatas y drásticas medidas. Y como suele ocurrir, los países ricos intentarán transferir el problema a las áreas periféricas marginadas, es decir, a los pueblos del Tercer Mundo. En realidad, la transferencia ya ocurre parcialmente, en forma natural. En el Seminario Regional Latinoamericano sobre problemas del Medio Ambiente Humano y Desarrollo, realizado en setiembre último en México, un delegado denunció un nuevo tipo de pérdida que se verifica en las relaciones entre los países ricos y los subdesarrollados (una más entre tantas anotadas por Lenin y por los modernos analistas del imperialismo):

"La combustión de hidrocarburo, gas, materias orgánicas, etc., que se procesa diariamente en los Estados Unidos consume una cantidad de oxígeno del que solamente el 60 % se produce por fotosíntesis en el territorio de U.S.A.; de tal modo que Norteamérica debe ser considerada un importador de oxígeno que toma de los países vecinos, a la vez que un exportador de contaminación atmosférica y de las aguas".

Esa situación sería una explicación más para el interés de los yanquis por la Amazonia (los planes del Hudson Institute)
22. Temen los norteamericanos que los brasileños -con la voracidad que -siempre caracterizó su acción en la conquista de su hinterland-.

destruyan la selva amazónica que, con sus 4,5 millones de kilómetros cuadrados, constituye la más grande reserva de agua y de oxígeno del planeta.

Pero -aseguran los científicos- este intercambio que se procesa naturalmente no sería suficiente para proteger debidamente la vida y la salud de los habitantes del mundo rico. Habrá que adoptar medidas preventivas muy costosas.
La solución del problema parecería no ser fácil, pues el mismo tiene implicaciones múltiples y muy complejas. En principio chocan -en los países centrales- los científicos con los economistas representantes de los intereses monopolistas. Los primeros presentan soluciones preventivas radicales, que son consideradas inadmisibles por los segundos. Los gastos para tornar "limpias" determinadas industrias serían tan grandes que las mismas se tornarían antieconómicas. Ahora parece surgir una solución conciliatoria: las industrias consideradas más nocivas, como la química, la petroquímica y la siderurgia, la papelera, etc., serían transferidas, gradualmente, hacia los países subdesarrollados. Los cálculos de los costos demostrarían que los gastos de transferencia serían inferiores a las inversiones adicionales necesarias para hacer inofensivas determinadas industrias. Es obvio que se descarta la hipótesis de tomar cualquier medida preventiva en las industrias por instalarse en los países periféricos.

Esa posible transferencia de industrias, determinada por problemas de higiene, encuadraría perfectamente en los proyectos anteriormente mencionados de "racionalizar" la producción mun­dial. A la larga, la solución resultaría totalmente satisfactoria: evitaría la polución en los países metropolitanos y, a la vez, aumen­taría las ganancias de los monopolios con la explotación de la mano de obra barata existente en los países periféricos. Como lo declaró un experto de las Naciones Unidas, "el mundo rico vio, en estos problemas del medio ambiente, una manera como otra cualquiera de hacer negocios" (AFP, 22/10/71).

El tema candente fue debatido en la Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente, que se celebró en junio de 1972 en Esto­colmo. Si hubiera unidad entre los países del Tercer Mundo, ellos podrían enfrentar con éxito al "sindicato de los contaminadores" (así denomina Iván Chemlah el mundo industrializado). Habría que exigir sendas indemnizaciones por las pérdidas que sufrimos, en especial por las derivadas de la contaminación de la atmósfera y del agua de los ríos y mares. Pero esa unidad difícilmente será conseguida, pues algunos gobiernos cipayos no solamente no se opondrán sino que irán a disputar el "privilegio" de que se "ex­porte la polución" a sus respectivos países.

Entre esos gobiernos -podemos adelantar- se destacará el brasileño. Un senador oficialista -José Sarney- anticipó la posición del gobierno castrense sobre el problema: "Que venga la polución, siempre que se transfieran las fábricas". Opinión absolutamente acorde con la filosofía predominante entre los militares de derecha y tecnócratas que gobiernan actualmente Brasil: desarrollo a cual­quier precio, sin ninguna consideración de carácter nacional, social o humano.

Considerando todos esos aspectos, no es necesario ser profeta para prever que Brasil va a ser protagonista, en los próximos años, de un prodigioso proceso desarrollista. Por su posición geográfica privilegiada, por sus recursos naturales incalculables, por la enorme reserva de mano de obra barata que posee, por la existencia de un gobierno duro y eficiente que sofoca cualquier prurito revolu­cionario y asegura la "paz social" y da las máximas garantías a las inversiones foráneas, Brasil será, con toda seguridad, la base pre­ferencial de operaciones del capitalismo internacional en el Tercer Mundo. Lo planeado con relación a América latina y que fracasó en razón de los efectos de la "balcanización" del continente, se concretará ahora a escala mundial. Salvo hechos imprevisibles que cambien la tendencia actual, Brasil se transformará, en los próxi­mos años, en una colonia de nuevo tipo: una colonia con múltiples metrópolis (la penetración europea y japonesa es actualmente de la violenta mucho mas acelerada que la yanqui, eso en razon de la violenta crisis que conmueve la economía norteamericana); una colonia industrializada, económica, política y militarmente fuerte; consecuentemente, peligrosa para sus vecinos no “beneficiados”con la reestructuración de la economía mundial que se procesa actualmente y con la redistribución del smog.

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 8. El fascismo subdesarrollado y el expansionismo

Para aquilatar las posibilidades expansionistas (imperialistas) de un país, es fundamental un examen de su potencialidad humana y económica, una interpretación de sus clases dominantes y de su régimen político, un análisis de su capacidad diplomática y del poderío de sus fuerzas armadas. Ya vimos que en lo relativo a posibilidades económicas, Brasil tiene todo para convertirse, en los próximos años, en una potencia imperialista. Intentaremos un rápido y sintético examen de los demás aspectos citados de la actual realidad brasileña.

El régimen instaurado en Brasil el 1º de abril de 1964 no puede ser clasificado, científicamente, de dictadura militar. Eso sería un simplismo imperdonable. El golpe tuvo características muy distintas del clásico cuartelazo latinoamericano. Es innegable que los militares de derecha, cuando derrocaron el gobierno de Goulart, tenían un amplio apoyo social. Los latifundistas, la burguesía "nacional", gran parte de las clases medias y la reacción católica (en aquel momento, antes del Concilio Vaticano II, ampliamente mayoritaria) apoyaron en forma incondicional y militante el movimiento castrense.

Hoy, siete años y medio después del golpe, el apoyo de las clases altas y medias al régimen militar sigue; es posible que haya aumentado. Para lo que nos proponemos, interesa saber cuál es la participación de las mismas en el gobierno; saber quién efectivamente detenta el poder político actualmente en Brasil.

La clase dominante tradicional -los latifundistas- a pesar de que el gobierno mantuvo intactos sus privilegios semifeudales, está en pérdida dentro del contexto social. La economía rural tradicional está totalmente en crisis. El café (durante un siglo fue el puntal de la economía brasileña; en consecuencia, hasta 1930, los barones del café fueron los "dueños" de la política nacional), por causas climáticas y sanitarias, está con su producción seriamente afectada. La participación porcentual de Brasil en el mercado internacional del café es cada vez más reducida. Y el peso de la producción cafetalera en el PIB es cada vez menor.

En el Nordeste, el estancamiento de la economía rural -semifeudal y totalmente rudimentaria- es total y genera graves, conflictos sociales. En otras regiones, especialmente en el sur del país, la economía rural pasa por una rápida transformación: de semifeudal se transforma en capitalista. Ejemplos: la pecuaria extensiva de Rio Grande do Sul cede lugar a la agricultura mecanizada; solamente los cultivos de trigo, soja y arroz tendrán este, año una producción superior a los cinco millones de toneladas, con un valor aproximado a seiscientos millones de dólares (total superior a la producción pastoril). Como los empresarios agrícolas son otros, la aristocracia ganadera va siendo desplazada. En resumen, la participación de la clase rural tradicional en la renta nacional disminuye verticalmente y, en consecuencia, su poder político.

Al auge industrial de los últimos años debería corresponder un avance político de la burguesía. Pero eso no ocurre: al revés, la burguesía nacional -como clase independiente y políticamente influyente- está desapareciendo. Ya analizamos, en otras oportunidades 23, cómo la burguesía industrial -surgida en forma muy artificial bajo la protección del Estado nacionalista y paternalista de Vargas- pasó a asociarse en la posguerra con el capital financiero y monopolista internacional. Hoy, su vinculación y subordinación, a los monopolios es casi total. Hace algunos meses divulgamos en Marcha datos de la revista Visión sobre la absorción de la economía brasileña por el capital extranjero. Luego, nos llega otro estudio al respecto, hecho por la revista Comércio e Mercado, órgano oficial de la Confederação do Comércio. Según esa publicación, que utiliza datos oficiales, la participación del capital extranjero es la siguiente: industria, 70,2 %; comercio, 58,3 %; transporte, 67,8 %; prensa, 69,2 %; publicidad, 89,9 %. Considerando que una gran parte de la economía -especialmente en los sectores de infraestructura- sigue todavía controlada por entes estatales, queda claro, que es insignificante la participación de la llamada "burguesía nacional" en el producto económico y, consecuentemente, mínimo su poder político.

En contrapartida, la influencia política de los monopolios internacionales es cada vez mayor. El actual gobierno, brasileño está integrado, en forma prácticamente exclusiva, por militares y tecnócratas. Un diputado conservador de oposición, Ulisses Guimaraes, definió así la situación: "Los militares tienen el poder y los tecnócratas ejercen el gobierno". Hay que agregar: los tecnócratas que gobiernan representan menos los intereses de las clases dominantes nacionales que los de los monopolios extranjeros.

La asociación de los intereses de los militares (esencialmente políticos) y de los monopolios (esencialmente económicos) explica la situación interna y la actual acción diplomática brasileña en América latina: búsqueda de nuevos mercados y tentativas de control político-ideológico sobre los pueblos vecinos.

Esta extraña composición gubernamental, esa espuria asociación de intereses, podría generar un fascismo sui generis: un fascismo subdesarrollado, En el Cuaderno de Marcha NQ 37, analizamos en detalle cómo los métodos fascistas -especialmente en lo relativo a la represión- fueron adoptados por los gobernantes castrenses: la total eliminación de los derechos políticos y humanos y la institucionalización de la censura, de la delación, de la tortura y del asesinato político, como normas de gobierno.

Sin embargo, algunas de las características del fascismo clásico no se encuentran en el cuadro político brasileño. Así, el nacionalismo. El nacionalismo de Mussolini y de Hitler tenía doble faz: era "antiimperialista" en relación con los países capitalistas más fuertes, y, a la vez, imperialista en relación con los pueblos más débiles. En el caso brasileño, la situación es distinta. En relación con las grandes potencias capitalistas, la sumisión es total, la entrega es absoluta. El nacionalismo surge -y en forma muy agresiva- en las relaciones con los países limítrofes.

Los constantes pronunciamientos de periódicos (todos con el "visto bueno" gubernamental) y de integrantes del propio equipo' dirigente -fríamente "científicos" algunos, simplemente histéricos otros- sobre los proyectos latinoamericanos del régimen militar brasileño son muestras de nacionalismo imperialista.

Otras dos características fundamentales del fascismo clásico -el partido y el "führer"- todavía no son visibles en la escena política brasileña. A dar crédito a las palabras de Plínio Salgado, -el fracasado líder de la Ação Integralista Brasileira, el partido nazi de los años 30, y actualmente uno de los voceros más acreditados del régimen- el ejército, o mejor, las fuerzas armadas podrían sustituir al partido. Según un cable de una agencia internacional, el líder integralista propone una estrategia que garantice la estabilidad del frente interno y la expansión mundial de Brasil. El instrumento de esa estabilidad y de esa expansión serían las fuerzas armadas.

"El ejército, como las demás armas, deberá integrarse en las universidades, empresas y laboratorios de investigación, para ponerse al día con los avances de la ciencia, sobre todo en la química, electrónica y energía nuclear." Las fuerzas armadas deberán iniciar "una acción decisiva contra la depravación, las conductas y la propaganda deletéreas que destruyen a la juventud a través de los medios de información (...). Tenemos que crear una fuerza militar consciente de la realidad del mundo contemporáneo, poseedora de modernos conocimientos estratégicos, orientada por una filosofía que le dé comprensión de la interrelación entre las tres armas, de éstas con la población civil y con las condiciones geográficas, económicas, sociológicas de la nación, no olvidando el estudio de idénticas condiciones en los países que, en su caso, podrán ser nuestros aliados o enemigos".

Considerando la experiencia histórica, para evitar las contradicciones que se verificaron entre la Wehrmacht y el Partido Nazi, los militares brasileños podrían intentar transformar el ejército en el propio partido. Lo que sería consecuente con el dogma castrense de la necesidad de unidad de comando.

Faltaría entonces solamente el líder, el jefe nacional, el fiihrer.

La historia muestra que el jefe surge cuando las condiciones objetivas y subjetivas están maduras. Actualmente, debe de haber, entre los generales brasileños, varios candidatos al puesto.

El expansionismo imperialista -tanto en su forma clásica como en la versión fascista- puede tener varios objetivos: la conquista territorial (la lucha por el Lebensraum de Hitler), el control de las fuentes de las materias primas indispensables al pleno desarrollo interno, la apertura de nuevos mercados, el combate de las "ideologías extrañas", etcétera.

En el caso brasileño, se podría descartar la primera hipótesis. 'Con más de la mitad de su inmenso territorio (8,5 millones de kilómetros cuadrados) por civilizar, no debería interesar a Brasil (como Nación) la conquista de más territorio. Eso no obsta para que 'Ciudadanos brasileños, impulsados por sus intereses privados, estén "invadiendo" prácticamente Paraguay y Bolivia, comprando enormes áreas de tierras, haciendo exactamente lo mismo que los norteamericanos en la Amazonia brasileña. El espíritu de los bandeirantes sigue absolutamente vivo. Si continúa la ocupación, podrá Ocurrir algo semejante a lo que pasó con los territorios mexicanos incorporados a la Unión, el equivalente a los Sudetes, que sirvió de pretexto a Hitler para invadir Checoslovaquia.
El control de las fuentes de materias primas tampoco debe constituir una causal determinante en los planes expansionistas brasileños. El territorio brasileño contiene, en su seno, casi todas las materias primas necesarias a su desarrollo industrial, por más intenso que éste sea. Eso no impide que los militares geopolíticos brasileños vigilen con cuidado el posible destino de fuentes de materias primas de los países vecinos. Un caso típico es el del mineral de hierro y manganeso de Mutún (Bolivia). Esos yacimientos no interesan directamente a Brasil; el interés brasileño es indirecto: impedir que la Argentina consiga el control del mismo y se transforme en una potencia siderúrgica.

En lo relativo a la apertura de nuevos mercados, la situación es distinta. Los ambiciosos planes desarrollistas brasileños estarían condenados al fracaso si nuevos mercados no fueran conquistados. No en lo relativo a la producción industrial de materias primas (acero, barcos, etc.) que, como vimos anteriormente, tendrían su colocación asegurada en los países centrales, en razón de la proyectada distribución internacional del trabajo. Lo que preocupa a la burguesía asociada brasileña y a los monopolios internacionales instalados en Brasil es la obtención de mercados para la colocación de bienes de consumo durab1es. Y parece evidente que Latinoamérica continúa siendo el mercado viable para la industria yanqui localizada en Sao Paulo. Fracasada la tentativa del Mercado Común Latinoamericano, la diplomacia brasileña busca hoy, a base de acuerdos bilaterales y otras maniobras inteligentes, expandir las fronteras económicas.

La otra causa fundamental del expansionismo brasileño tiene características distintas: es esencialmente política y solamente en forma indirecta, económica y social. Las clases dominantes brasileñas, sus asociados, los monopolios internacionales establecidos en Brasil y los militares que los representan en el poder, pueden llegar él las últimas consecuencias en su política expansionista, bajo la bandera del "combate a ideologías extrañas", en "defensa de los principios de la civilización cristiana occidental".

Al combatir esas "ideologías foráneas" en el exterior, estarían en realidad defendiendo su territorio de la "contaminación", de la polución ideológica y consecuentemente asegurando el mantenimiento de los i privilegios económicos y sociales internos.

Los constantes y virulentos ataques de la prensa brasileña y de algunos personeros del régimen contra regímenes comO' el de Perú, de Chile, el del general Tones en Bolivia y ahora el del general Alejandro A. Lanusse en la Argentina (O Estado de S. Paulo califica a Lanusse de "un nuevo Perón" y afirma que la integración argentina al Pacto Andino no tiene una importancia económica pero sí política, y más aún ideológica, cuyos propósitos: son el antiimperialismo, las nacionalizaciones y las socializaciones sin indemnizaciones), constituyen una etapa previa de la "guerra ideológica preventiva".

Hay que recordar, por lo fundamental que es, el pensamiento del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Brasileñas, difundido por su principal vocero, Oliveiros Ferreira, publicado por O Estado de S. Paulo y transcripto en Marcha, 18/6/71 sobre la doctrina del cerco y la guerra preventiva:

"La doctrina del cerco parte de la tendencia del proceso histórico de encontrarse Brasil rodeada por regímenes hostiles (…). Más temprano o más tarde el país deberá enfrentarse con enemigos localizados en las fronteras. Ese enfrentamiento no es considerado solamente dentro de las formas clásicas de guerra de posiciones o de movimientos; según la doctrina del cerca no serán solamente ejércitos los que invadirán nuestras fronteras sino también y sobre todo ideas adversas, que llegarán antes que las ejércitos o serán traídas en la punta de sus bayonetas".

Para hacer frente a esa invasión, Brasil debe adoptar la táctica de la guerra preventiva:

"En la primera etapa la guerra preventiva deberá ser conducida por la cancillería; esto es, deberá impedir que las fuerzas enemigas ganen terreno (psicosocial) en la frontera y al mismo tiempo asegurar a las fuerzas nacionales algún triunfo importante por la incorporación de poblaciones extranjeras al moda de pensar brasileño (...). Del éxito de esas misiones dependerá que la preparación militar propiamente dicha sea reactivada a que los planes militares sean archivados para otra oportunidad".

El golpe que derrocó al general Torres constituye una prueba de que la "guerra preventiva" ya salió del plano teórico. La "conquista" de Bolivia por los brasileños representa el primer caso de aplicación práctica de la tesis de la "guerra ideológica preventiva" y la primera batalla fue ganada con un costo mínimo y tuvo un éxito total Según informes directos y absolutamente fidedignos que nos llegan de Bolivia, la inversión brasileña para "conquistar los comandos militares bolivianos para la causa de la democracia" (con la única excepción del mayor Sánchez) fue de solamente U$S 1.400.000 (la increíble miseria vigente en el país hermano explica que una cifra tan insignificante produzca tan considerables resultados).

Las consecuencias del cuartelazo de Banzer fueron, en efecto, altamente compensatorias para Brasil. Un foco de polución ideológica que podría contaminar el "medio ambiente" brasileño fue eliminado. La posibilidad de que las reservas del Mutún pasaran al control argentino fue postergada. Gracias al actual gobierno títere boliviano, las “fronteras brasileñas están en los Andes” (se tornó realidad lo que afirmaba, hace algunos meses, O Estado de S. Paulo). "Por coincidencia", pocos días después del golpe, se volvieron a levantar las reclamaciones de "una salida al mar para Bolivia". Además, por intermedio de Bolivia, Brasil conseguirá infiltrarse en el Pacto Andino. Luego del gorilazo, el general Hugo Bethlem -ya entonces actuando no más como estratega militar y sí como ejecutivo de empresas brasileñas- llegó a Bolivia con 20 millones de dólares para inversiones.

Y todo fue obtenido en base a la centenaria diplomada de los patacones, aplicada con tanto éxito contra Rosas. No fue necesaria la intervención del general Humberto Mello, el comandante del II Ejército que estaba estratégicamente colocado en la frontera brasileño-boliviana, aguardando los resultados del golpe. La solución de reserva, la segunda etapa de la "guerra preventiva", preparada para el caso de que fracasara el movimiento golpista, no fue necesaria.

Cumplida, con éxito total, la primera etapa del plan expansionista, los militares brasileños se preparan para la que posiblemente será la segunda. Las maniobras del III Ejército en la frontera del Uruguay, previstas para el mes de octubre (1971), fueron suspendidas. Ningún comunicado oficial al respecto fue emitido, para que -informa un cable- "no se atribuyese a la prensa izquierdista uruguaya la victoria representada por la suspensión".

En realidad, las maniobras fueron solamente transferidas para otra región: el valle del Paraíba. O Estado de S. paulo, del 6 de noviembre, describe así el plan de las maniobras que se realizan actualmente: "Ante una situación de caos en el país amarillo, el país azul lo invade. El país rojo declara guerra al azul y pasa a apoyar al país invadido. Los países verde y lila se mantienen neutrales".

Cualquier similitud de ese plan de campaña con la propalada invasión brasileña al Uruguay ante "una situación de caos", con la posible reacción argentina y la probable neutralidad de los otros países de la cuenca -Bolivia y Paraguay-, ¿será mera coincidencia?.

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9. El "Operativo treinta horas"

En razón de las denuncias que habíamos publicado en Marcha, fuimos buscados, en los primeros días de julio de 1971, por un enviado que nos hizo entrega de una nota originada en círculos militares argentinos, la cual analizaba así el Operativo Treinta Horas. El comentario -obviamente no firmado- fue publicado el 28 de julio.

"La alarma tiene el tamaño de un extenso y minucioso informe enviado desde Rio a Buenos Aires por el general Osiris Villegas. Aunque el texto ha circulado en forma restringida entre ciertos jefes militares, desconociendo la mayoría de la oficialidad las vigilias y desvelos que mortifican al Estado Mayor del ejército argentino. La verdad es que el diálogo con fuentes responsables hace posible conocer el contenido básico de dicho documento. Su tema es la intervención militar de Brasil al Uruguay, un punto aparentemente no muy novedoso si se recuerdan algunas expresiones recientes de 'la prensa carioca. Pero ocurre que salvo esos fuegos retóricas mojados en tinta de imprenta, no existía otra constancia de un propósito semejante. Tanto es así que hubo observadores apresurados empeñados en adjudicar tamaña iniciativa a una supuesta línea dura de Itamaratí en constante puja con una línea blanda encarnada por el propio presidente Garrastazú Médici. La realidad es otra.

"La realidad es que hace varios meses Brasil alertó a los medios diplomáticos latinoamericanos sobre su decisión de invadir Uruguay en un plazo no mayor a seis meses y de acuerdo con la evolución política del país oriental. Fue esa comunicación, que un funcionario del Palacio San Martín comentó al autor de esta nota, la que decidió al gobierno argentino a solicitar amplia información a su representante en Rio. La respuesta del general Osiris Villegas no sólo confirmó el trascendido sino que abundó en datos muy concretos con respecto al Operativo Treinta Horas, rótulo con el que se conoce en esferas castrenses brasileñas el plan de invasión. El despliegue de fuerzas realizado por el ejército brasileño en ocasión del secuestro del cónsul Días Gomide durante el año anterior, no tuvo la intención de presionar a las autoridades uruguayas para que cedieran a las exigencias de los guerrilleros, sino que: fue una especie de borrador para tantear en plena frontera su capacidad de maniobra en casa de una intervención. De allí surgió el plan mencionado. Y también la conclusión de que bastan treinta horas a Brasil para ocupar el suelo uruguayo y aplastar toda resistencia.

"El plan se nutre de detalles que permiten sospechar que durante los últimos años Itamaratí ordenó un relevamiento minucioso de cada metro de la tierra uruguaya. Junto a esos datos figura la evaluación de circunstancias políticas Y militares Y sociales que se enumeran a continuación:

a) Las fuerzas armadas uruguayas carecen de armas y hombres para neutralizar o demorar una ofensiva militar brasileña. La ciudadanía oriental, aunque politizada en grado extremo, no está emocional ni técnicamente preparada para una resistencia masiva.

b) La acción guerrillera puede aisladamente provocar algunos trastornos, pero no está en condiciones de ensayar ninguna respuesta de entidad frente a un ejército en pie de guerra como el brasileño.

c) Las opciones políticas del futuro uruguayo son dos: o triunfa el Frente Amplio en caso de tener lugar las elecciones o triunfa un partido tradicional, lo que incidirá en un mayor auge de la guerrilla. Cualquiera de estas alternativas es considerada peligrosa y bastan, en opinión de las autoridades brasileñas, para justificar la invasión.

d) Vistas las urgentes necesidades de expansión de Brasil, teniendo en cuenta que la ocupación de Uruguay podría satisfacer no sólo esas necesidades sino socorrer económicamente al país oriental, resultaría posible consolidar la paz social interna en la medida en que se incrementen las fuentes de trabajo bajo control brasileño.

e) Lateralmente, como punto a favor, el plan destaca un generalizado sentimiento antiargentino o antiporteño del uruguayo medio, lo que psicológicamente beneficiaría la estrategia a corto y largo plazo de Itamaratí.

"El Operativo Treinta Horas no se agota en estos considerandos. Buena parte del texto analiza la repercusión de la invasión a nivel continental e internacional. La necesidad de que éste se cumpla en menos de dos días se debe al propósito de impedir que una ofensiva diplomática mundial paralice el plan, obligue a gestiones conciliadoras, permita la intervención de terceros. Consumada la intervención, toda reacción de signo contrario será estéril. En cambio, si ella se dilatara más allá del límite previsto, Brasil no podría impedir el consiguiente revuelo en las Naciones Unidas y aun en la OEA, con resultados perjudiciales para su propósito. De aquí que encarezca una eficaz movilización bélica, de modo que cualquier reclamo o convocatoria resulten tardíos.

"El análisis no omite, obviamente, la repercusión del operativo en la Argentina. Es que cualquiera que sea el grado de fastidio que suscite a la Casa Rosada, la doble alternativa de un gobierno socialista en Uruguay o de una profundización de la acción guerrillera, siempre será infinitamente menor frente al hecho de que se altere el equilibrio geopolítico de América del Sur, y Brasil amanezca dueño de Uruguay, del Río de la Plata, etcétera. No es por azar que los últimos meses han mostrado una enconada puja entre los dos grandes países, ni tampoco que el canciller argentino De Pablo Pardo haya aludido en algún cónclave continental reciente a las pretensiones imperialistas de Itamaratí. Esta puja es fruto del Operativo Treinta Horas, del informe enviado desde Río a Buenos Aires por el general Osiris Villegas, de la transparente conciencia de que los acuerdos contra el terrorismo aprobados por Paraguay, Guatemala, Haití y Ecuador bajo la presión de Brasilia no son sino retóricos pactos con los que el régimen militar brasileño se asegura apoyo o solidaridad para traspasar la frontera uruguaya.

"Justamente, la prensa de Brasil ha comentado desfavorablemente la demora de la administración Lanusse en secundar los pactos antisubversivos elaborados por Itamaratí. Es que el presidente argentino dio seguridades al presidente uruguayo de que no respaldaría dichas gestiones. Es decir, que no aceptaría la intervención brasileña. Ese es el temperamento, por otra parte, de los oficiales del ejército argentino que conocen el plan y no cesan de estudiarlo, diagramando a su vez una contraofensiva que permita neutralizar la amenaza. Los encuentros de Lanusse con Allende, Velasco Alvarado y Tones responden precisamente a ese diagrama, superando cualquier diferencia de índole política con los gobiernos de Chile, Perú o Bolivia. Pero hasta dónde esta acción diplomática podrá disuadir a Brasil de su propósito es cosa que pertenece al misterio. El Operativo Treinta Horas juzga la capacidad de respuesta militar argentina y llega a la conclusión de que la superioridad del país del Norte es, en hombres y armamentos, de cinco contra uno. También juzga la capacidad de respuesta diplomática y considera que la inestabilidad de Lanusse, las renovadas sombras de un golpe de estado, la misma crisis política y social del país, que vanamente se procura disipar con una vaga salida electoral, impiden otorgarle eficacia a cualquier alianza. Evidentemente, la Argentina necesitaría algo más que un apoyo diplomático. Pero su política interna o externa de los últimos años parece conspirar contra su liderazgo en esta emergencia.

"En esta semana, dos oficiales del estado mayor del ejército argentino visitarán Rio, intentarán empaparse de nuevos detalles acerca del plan y elaborarán informes complementarios. Les anima la convicción -como dijo uno de ellos- de que "Brasil no puede ni debe llegar al Plata". Pero esta expresión de deseos tolera el escepticismo si, en definitiva, no se sabe hacia qué lado jugará su influencia Estados Unidos. Es que los argumentos invocados por ltamarati para invadir Uruguay son los mismos que los invocados por el agregado naval norteamericano en tierra oriental para apostar un navío de guerra del país del Norte en la costa uruguaya. El Operativo Treinta Horas omite toda referencia acerca de cualquier tipo de reacción estadounidense. En este contexto, la iniciativa de trasladar marines al Plata puede responder a tres cosas:

a) Alertado Estados Unidos de los propósitos brasileños, intentó neutralizarlos mediante la amenaza de su presencia militar concreta en aguas uruguayas.

b) Fracasada la gestión de introducir sus naves en aguas uruguayas, Estados Unidos decidió dar el espaldarazo a Itamaratí para que consume la intervención.

c) Esa presencia militar norteamericana podría tener la intención de disuadir a la Argentina de cualquier respuesta militar.

Pero éstas son especulaciones. Lo concreto y palpable es que el Operativo Treinta Horas existe, que fija un plazo menor a seis meses para la invasión de Uruguay, que justifica la intervención tanto en el caso de un triunfo del Frente Amplio como en el caso de un triunfo de un partido tradicional, partiendo de la base de que esta victoria originará un régimen que no hará sino profundizar la lucha guerrillera. Frente al minucioso plan, es natural que el Estado Mayor del ejército argentino no consiga conciliar el sueño. También es natural que el presidente Pacheco Areco haya arrancado a Lanusse la promesa de que no secundará acuerdos antisubversivos que, de hecho, no son sino el disfraz de la intervención lisa y llana. Pero aquí también se abre un nuevo interrogante. El precio a pagar por el gobierno uruguayo para obtener ese apoyo. Curiosamente, el presunto plan contra los dos presidentes orquestado en Buenos Aires y en el que nadie cree, ha permitido a expertos policiales y militares argentinos trasladarse a Montevideo en busca de datos sobre las posibles conexiones de los movimientos guerrilleros que operan en ambas márgenes del Plata. Aunque la supuesta intentona terrorista es tan descabellada que nadie le concede seriedad, parece oficializar el pretexto de un mayor acercamiento de las fuerzas de seguridad argentinas para descabezar a los sediciosos uruguayos. Otra forma de ejercer la intervención y de aliviar las vigilias de Pacheco Areco."

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10. Bolivia: ¿protectorado brasileño?

"Hay que transformar, por determinado tiempo, naciones como Bolivia en una especie de protectorado.
Ejercer sobre ellas una especie de tutela de sus hermanos mayores, para que la integración
se haga aquí con las naciones del continente y no con los dominadores del supermundo,
sean de izquierda o de derecha,"

Huga Bethlem (general retirado del ejército brasileño) (AFP, 27-5-71).

"La ocupación de Bolivia por el subimperialismo brasileño no es un eufemismo
ni un tópico político, sino una trágica realidad."

Mayor Rubén Sánchez (IPS, 3-2-72).

En el número de Marcha del 18/6/71 transcribimos un editorial del O Estado de S. Paulo, firmado por Oliveiros Ferreira, principal vocero civil del Estado Mayor de las fuerzas armadas brasileñas. Como la doctrina del cerco y la tesis de la guerra ideológica preventiva constituyen actualmente los fundamentos de la diplomacia de Itamaratí para América del Sur, conviene recordar sus puntos esenciales:

"La doctrina del cerco parte de la tendencia del proceso histórico de encontrarse Brasil rodeado por regímenes hostiles (...). Más temprano o más tarde el país deberá enfrentarse con enemigos localizados en las fronteras. Ese enfrentamiento no es considerado solamente dentro de las normas clásicas de guerra de posiciones o de movimientos; según la doctrina del cerca no serán solamente ejércitos los que invadirán nuestras fronteras, sino también y sobre todo ideas adversas, que llegarán antes que los ejércitos o serán traídas en la punta de sus bayonetas".

Para hacer frente a esa "invasión" Brasil debe adoptar la táctica de la guerra preventiva: "En la primera etapa, la guerra preventiva deberá ser conducida por la cancillería; esto es, deberá impedir que las fuerzas enemigas ganen terreno (psicosocia1) en la frontera y al mismo tiempo asegurar a las fuerzas nacionales algún triunfo importante por la incorporación de poblaciones extranjeras al modo de pensar brasileño (...). Del éxito de esas misiones dependerá que la preparación militar propiamente dicha sea reactivada o que los planes militares sean archivados para otra oportunidad".

En nota publicada por Marcha (19/11/71) denunciábamos: "El golpe boliviano constituye una prueba de que la guerra preventiva ya salió del plano teórico. La conquista de Bolivia por el régimen militar brasileño representa el primer caso de aplicación práctica de la «guerra ideológica preventiva»".

Hoy tenemos informes mucho más amplios, que confirman totalmente nuestra denuncia. El golpe de agosto en Bolivia fue planeado y financiado por el régimen militar brasileño. Y tuvo el apoyo directo de diplomáticos y militares de Brasil, además de la participación ostensiva de las propias fuerzas armadas del país norteño.

La etapa previa al golpe fue muy importante. Había que preparar psicológicamente al pueblo brasileño para la posibilidad (en el caso del fracaso del movimiento golpista) de la intervención militar directa de Brasil.

El gran estratega del golpe, el general retirado brasileño Hugo Bethlem, declaraba en junio de 1971, cuando la instalación de la Asamblea del Pueblo en Bolivia: "Estoy totalmente en favor de la intervención brasileña en Bolivia" (Jornal do Brasil, 2/6/71). Y agregaba algunos días después: "En Bolivia se instaló ahora, con la complicidad del gobierno ilegítimo, el primer soviet del continente, con la orientación directa de la U.R.S.S. Es una operación que se desarrolla a nuestras espaldas, amenazando los «espacios brasileños" (Jornal da Brasil, 21/6/71). La posibilidad de un régimen "bolchevique" en un país vecino (cuyas fronteras con Brasil se extienden a lo largo de más de tres mil kilómetros) quitaba el sueño a los militares de derecha brasileños. Estaba configurado un caso típico de aplicación de la guerra preventiva.

Poco antes del golpe, O Estado de S. Paulo analizaba, pragmáticamente, la situación: "Brasil no puede perder su imagen de gran potencia. Por lo tanto, si la situación se vuelve grave en Bolivia, cabe asumir el papel de guardián de la democracia en el continente y hacer valer, si es necesario por la fuerza, los fundamentos de la civilización occidental y cristiana".

La única hipótesis viable para evitar la intervención directa y ostensible por parte de Brasil, era la de que los propios bolivianos demócratas -con ayuda de Brasil- se librasen del nefasto régimen. Bethlem expresaba así la alternativa: "Mi plan de tutelaje fue presentado, en realidad, como una actitud de hermano mayor. Esa tutela podría ser mantenida por los propios bolivianos, bajo la protección de los países democráticos" (Jornal do Brasil, 21/6/71).

Lo que significaba que Bolivia podría ser ocupada por su propio ejército (o mejor, por los sectores "no sovietizados" del mismo), de manera similar a lo que ocurrió en Brasil, el 1º de abril de 1964, y dentro de la teoría del Pentágono de utilizar las fuerzas armadas de los países dependientes para la ocupación de los mismos, en caso de necesidad.

En Bolivia, la campaña de propaganda brasileña también fue intensa y científicamente elaborada. Por un lado se explotaba el sentimiento nacionalista boliviano, canalizándolo contra Chile: folletos reproducían el mapa de Chile con garras que intentaban aprisionar a Bolivia y, sobre fondo verde y amarillo -los colores nacionales de Brasil- la leyenda: Bolivia: cuenta con nosotros. Por otro, considerando la hipótesis del fracaso del golpe a nivel nacional, se incentivaba el sentimiento separatista vigente en el departamento de Santa Cruz de la Sierra (esta región está sometida, hace años, a un intenso proceso de infiltración por parte de hacendados y colonos brasileños; proceso idéntico al que ocurre en la Amazonia brasileña, cuyas tierras están siendo compradas en forma masiva por empresarios yanquis, lo que configura un caso típico de subimperialismo, de transferencia de expoliación).

Por eso Santa Cruz fue transformada en la base territorial del golpe, en el centro de la conspiración. De ahí la actuación destacada del cónsul brasileño, Mario Amorim, herido cuando explotó una bomba en la prefectura de Santa Cruz, en donde se reunía con el comando golpista. El cónsul, según el diagnóstico del Instituto Clínico Quirúrgico del Oriente, "presentaba una herida producida por objeto no identificado, que le cortó las capas superiores del globo ocular y se alojo detrás del ojo" (Jornal do Brasil, 26/8/71).

El tráfico de armas brasileñas fue acelerado en los días que precedieron al golpe. Antes eran transportados por los caminos de quileros, en forma clandestina. Después de la prisión de Banzer -que aceleró la eclosión del golpe- el transporte de armas pasó a ser hecho en forma ostensible y masiva. Así, los pasajeros del Lloyd Aéreo Boliviano, llegados de Buenos Aires, el día 18 de agosto, a las 15.30, asistieron en el aeropuerto de Santa Cruz, a la descarga de armas y municiones de un avión de la Fuerza Aérea Brasileña. El ex ministro de Defensa boliviano, general Luis Reque Terán, confirma la entrega de armas brasileñas: "El 19 de agosto, el mismo día que Banzer propalaba su proclama insurreccional desde radio Santa Cruz, en esa ciudad, único centro en poder de los rebeldes, aterrizaba un Globe Master de la aviación militar brasileña. En los días siguientes ocho aviones más llevaron a Santa Cruz y al aeropuerto de El Alto quince mil fusiles, 500 ametralladoras, bombas y municiones varias" (cable de AP, 7/3/72).

Agregaba Reque Terán: “Después de la caída de Torres, los aviones brasileños siguieron llegando, pero ya no bajaron armas de ellos sino hombres de negocios…”.

Era el inicio de la segunda etapa de la ocupación; la económica. Lo curioso (y que revela el grado de efectividad a que ya llegó en Brasil el "complejo económico-militar", la asociación de los militares con los hombres de negocios) es que el personaje central de las dos etapas fue el mismo: nuestro conocido general Hugo Bethlem. Después de haber negociado la adhesión a "la causa de la democracia" de la casi totalidad de los comandantes de tropa bolivianos, "nuestro hombre brasileño en La Paz" hacía su aparición ostensible en la capital del país andino, "presidiendo la ceremonia de la creación de la Cámara de Integración Brasil-Bolivia (CIBRABOL)" (Fólha de São Paulo, 18/9171). Según la prensa brasileña, Cibrabol dispone y ya empezó a aplicar, en Bolivia, 20 millones de dólares.

Una semana después del golpe, el Banco Agrícola de Bolivia recibía del Banco do Brasil S.A., un préstamo de 5 millones de dólares, destinado al fomento de la agricultura en Santa Cruz de la Sierra. Paralelamente, el mismo Banco do Brasil distribuía entre los cholos bolivianos cajas de fósforos COn los colores brasileños y leyendas propagandísticas. Sin duda una modernización, si se la compara con la bisutería y quincallería que los conquistadores distribuían a los indios hace cuatro siglos...

El Diario de La Paz (25/9/71) enumera algunos de los proyectos de "cooperación brasileño-boliviana": a) explotación conjunta de los recursos del río Madeira; b) investigación conjunta de los recursos minerales de la región de las lagunas Mandiore y Gaíba; c) varios proyectos industriales programados por la Corporación Boliviana de Fomento, y d) construcción de escuelas en las localidades de Ribeirata, Guayameria y San Borja.

Un cable fechado de La Paz (17/2172), decía; "Funcionarios del Banco Novo Mundo de São Paulo, Brasil, llegaron a esa capital para estudiar la posibilidad de instalar una sucursal de dicha institución en La Paz (...). Los directores del banco conversaron con el presidente del Banco Central de Bolivia, con el objetivo de estudiar diversos proyectos industriales. Entre los planes presentados figura la instalación de una fábrica de cerámica y una de aceite, un ingenio azucarero en el Alto Beni, el establecimiento de una fábrica de papel en Santa Cruz y el montaje de torres repetidoras de televisión que abarcarían todo el territorio boliviano, con dos ramales, uno hacia Santa Cruz y otro hacia el Beni".

Pero la etapa fundamental del proceso de la integración de Bolivia debería iniciarse con la visita del Presidente, general Hugo Banzer, a Brasil. O Estado de S. Paulo (6/4/72) comentaba en editorial: "El encuentro entre los presidentes Médici y Banzer en Corumbá tiene importancia no solamente política sino también económico-social y fundamentalmente geopolítica"; y agregaba: "Hoy el poder brasileño no se consolida solamente en el Sur sino también en el Oeste y hasta en las selvas amazónicas. Eso explica nuestra atención por los problemas de nuestros vecinos (...). El desarrollo, la seguridad y la estabilidad de Bolivia se tornaron un imperativo del desarrollo, de la seguridad y de la estabilidad de nuestras regiones fronterizas con aquel país".

Un enunciado más de la tesis de la Escuela Superior de Guerra sobre las fronteras ideológicas. Si el desarrollo, la seguridad y la estabilidad de un país dependen, de forma cooperativa, de la estabilidad, de la seguridad y del desarrollo de los países vecinos, se justifica la intervención, incluso directa y armada en el país amenazado por la anarquía, por el caos. Hay que evitar, a cualquier precio, la propaganda del mal. La guerra ideológica preventiva aparece así como una simple e inevitable medida profiláctica.

En el caso de Bolivia, se explica el interés muy especial del régimen castrense brasileño. A pesar de ser, como decía Golbery do Cauto e Silva, una prisionera geopolítica, Bolivia tiene una importancia fundamental en el proceso latinoamericano, tanto por su situación geográfica como por sus riquezas naturales. País mediterráneo, rodeado por dos subimperios y por países con los cuales tuvo serios enfrentamientos armados en el pasado, y cuyas consecuencias y resentimientos todavía perduran, Bolivia será, necesariamente, uno de los nexos más importantes en el proceso de integración hemisférica, en la formación de la Patria Grande de los latinoamericanos. Paralelamente, a pesar de la extrema pobreza actual de su pueblo, Bolivia tendrá un papel muy importante en el desarrollo del continente, en razón de su enorme potencial económico.  Los teóricos geopolíticos de los dos subimperios –Brasil y Argentina– saben eso.

En los planes de la Escuela Superior de Guerra y del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas brasileñas, el control del Atlántico Sur (analizaremos ese aspecto más adelante) y la presencia brasileña en el Río de la Plata tienen un carácter prioritario. Pero la posibilidad de llegar al Pacífico es otro de los objetivos fundamentales de los "hombres de la Sorbonne".

Como una de las causas fundamentales de la influencia de los Estados Unidos como potencia mundial radica en el hecho de tener acceso a las costas de los dos grandes océanos, los teóricos del subimperialismo brasileño consideran seriamente la hipótesis de una salida al Pacífico para Brasil.

A toda una serie de argumentos de carácter geopolítico manejados hace tiempo, hay que agregar ahora otros de tipo político – ideológico. Están relacionados con lo que los militares de derecha que gobiernan actualmente Brasil denominan la bolchevización del litoral pacífico. Lo que pasa en Perú, lo que ocurre en Chile y ya ahora en Ecuador, preocupa intensamente a los modernos cruzados brasileños. El general Jarbas Passarinho, ministro de Educación, uno de los principales cerebros del régimen, ya afirmó, categórico:

"Los Andes pueden significar una barrera física importante, pero no significa eso que son intransponibles".

Con la "conquista política" de Bolivia, surge para Brasil la oportunidad de llegar al Pacífico. En este caso, los planes expansionistas brasileños coinciden con un viejo sueño boliviano (desde 1919, se hacen planes al respecto): la construcción del ferrocarril Cochabamba-Santa Cruz, que empalmaría con los sistemas que llevan a Santos, en el Atlántico, y a Arica, en el Pacífico. Ese plan está directamente vinculado a los propósitos de "una salida al mar para Bolivia". La reivindicación boliviana, absolutamente justa, puede, sin embargo, en este momento servir a los intereses imperialistas -norteamericanos y brasileños- empeñados en una lucha sin cuartel contra Chile.

La importancia política del problema quedó evidenciada con las visitas del contraalmirante Alberto Albarracín Crespo y del presidente Rugo Banzer a Brasil. Las declaraciones del director de la Escuela de Estado Mayor de Bolivia tienen el propósito, evidente, de enconar los ánimos contra Chile: "El gobierno de Chile tornó imposible la utilización del puerto de Arica, más próximo de Bolivia, al hacer una serie de exigencias, entre ellas la prohibición de desembarque de algunas mercaderías, como armas, por ejemplo". (O Estado de S. Paulo, 4/4/72).

Posteriormente, el general Banzer volvió al tema del ferrocarril e hizo una clara referencia a las reivindicaciones bolivianas sobre Arica: "Entre esta progresista y luminosa ciudad de Corumbá y Santa Cruz de la Sierra, existe una vía férrea construida gracias a la cooperación brasileña. La misma está integrada a la gran red de ferrocarril brasileña y llega al Atlántico, en el puerto de Santos. En el sentido opuesto, a través del territorio boliviano deberá unirse a la red boliviana occidental, buscando el horizonte marítimo en el puerto de Arica, que antes se llamaba Puerto Potosí" (Jornal do Brasil, 5/4/72). 

A pesar del enorme interés geopolítico de Brasil por el plan, el gobierno brasileño no reaccionó a las sugerencias bolivianas. Es obvio que el alcance económico del proyecto está por arriba de las, todavía modestas, posibilidades inversionistas de Brasil. En la declaración conjunta firmada por los dos presidentes, el gobierno de Garrastazú Médici se comprometió solamente a aportar cinco millones de dólares para la adquisición de material ferroviario destinado al tramo Corumbá-Santa Cruz de la Sierra.

Otro de los objetivos fundamentales del viaje de Banzer era la venta de gas de petróleo a Brasil. Una vez más, la incapacidad económica brasileña perjudicó los propósitos de Brasilia de incorporar Bolivia a su zona de influencia. El gasoducto Santa Cruz de la Sierra-São Paulo representaría una inversión superior a 250 millones de dólares. Descartada completamente la hipótesis por los técnicos de Petrobrás, sigue Bolivia dependiendo exclusivamente de la Argentina para la venta de su gas de petróleo (a iniciarse, en breve, con la inauguración del gasoducto de Yacuiba, construido a un costo de 56.250.000 dólares).

También en lo relativo al aprovechamiento del mineral de hierro y del manganeso de Mutún -que puede representar la redención económica de Bolivia- es difícil conciliar los intereses brasileños y bolivianos. El proyecto de una planta siderúrgica binacional, elaborado durante el gobierno del mariscal Castelo Branco, que utilizaría el mineral de Mutún y Urucúm, y gas de petróleo boliviano, parece haber sido totalmente descartado por los brasileños. No figura siquiera en el Plan Siderúrgico Nacional, que establece la meta de 20 millones de toneladas de acero para 1980.

La falta de interés brasileño contrasta violentamente con la imperiosa necesidad que tiene la Argentina de asegurarse el suministro del mineral boliviano. Las enormes reservas de Mutún (calculadas en 40 mil millones de toneladas), transportadas económicamente a través de los ríos Paraguay y Paraná hacia la planta siderúrgica de San Nicolás, representan la Única posibilidad actualmente conocida de que la Argentina se transforme en una potencia siderúrgica. Es obvio, por lo tanto, que el general Lanusse podrá hacer -en su próximo encuentro con el presidente boliviano-- las ofertas y proposiciones que Banzer esperaba escuchar de los gobernantes brasileños. Propuestas que éstos no pudieron formular, también por incapacidad económica. En efecto, si no fuera por ese obstáculo, los militares brasileños -movidos por sus planes geopolíticos- comprarían el mineral boliviano.

Otro de los propósitos básicos de la visita de Banzer a Brasil, la apertura del puerto de Santos a las importaciones Y exportaciones bolivianas, tampoco fue obtenido. El almirante Albarracín, después de la mencionada crítica a Chile, daba por asegurada la solución brasileña: "Con Brasil las cosas serán distintas. Tenemos gran afinidad con los brasileños y creemos que tendremos libre tránsito para cualquier producto".

A pesar de que esta reivindicación boliviana no significase ningún costo financiero para Brasil, no fue atendida. Escribe el enviado especial de O Estado de S. Paulo, desde Corumbá: "El hecho de no haber conseguido del presidente Médici, a lo largo de la conversación de 78 minutos, una definición clara del gobierno brasileño sobre la pretendida salida boliviana hacia el Atlántico, tal vez haya sido la causa del aspecto sombrío del presidente Hugo Banzer, luego que terminaron las negociaciones entre los dos jefes de Estado".

La causa de la negativa brasileña en ese caso parece ser eminentemente política. La concesión de una salida al mar a Bolivia podría disminuir la presión de los bolivianos sobre Arica. Y es obvio que el interés yanqui-brasileño en este momento es agudizar al máximo todas las contradicciones que puedan existir entre Chile y Bolivia.

En resumen, la conferencia entre los dos generales presidentes, a pesar de la total afinidad ideológica existente, resultó un rotundo fracaso. Los teóricos geopolíticos brasileños deben estar pensando cuán difícil es constituir un imperio en nuestros días. No es suficiente -golpe de estado mediante- imponer un gobierno cipayo en un país vecino. Hay que superar, además, toda una serie de obstáculos de orden geográfico y económico (para no hablar de los sociales, humanos, y los relacionados con las tradiciones, la cultura y la idiosincrasia de cada pueblo), para integrar un territorio limítrofe a su propia economía. Entre muchas otras cosas, es necesario fundamentalmente disponer de muchos recursos económicos, mucho dinero, recursos de los cuales el novel candidato a imperio todavía no dispone. El fracaso de la visita de Banzer fue el primero de los muchos que sufrirá el imperialismo subdesarrollado de Brasil, en sus intentos de imponer su hegemonía sobre los pueblos vecinos y hermanos.

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11. El control del Atlántico Sur

Para la Escuela Superior de Guerra, sigue vigente la tesis sobre la interdependencia, de la independencia limitada, relativa, para los países latinoamericanos. En reciente documento la Escuela afirma: "En los países subdesarrollados es tan grande la interdependencia que se hace difícil establecer acciones estratégicas, a mediano o largo plazo, en cada una de aquellas áreas" (O Estado de. S. Paulo, 15/7/71).

Otros sectores defienden la tesis de que Brasil debe abandonar la "solidaridad continental" y buscar su propio destino. Es el caso de O Estado de S. Paulo cuando pregona que "la OEA es una organización puramente geográfica, tan absurda como la que quisiera hacer discutir juntas a la Unión Soviética y España, a Francia y Albania" y sugiere "que Brasil debe dar la espalda a la farsa de la solidaridad continental y seguir su camino de gran potencia en plena efervescencia (...)". Araujo Castro, el actual embajador brasileño en los Estados Unidos, comparte esa tesis: "Tal vez Brasil debe relacionarse con los Estados Unidos más corno Brasil y menos como país del grupo latinoamericano" (Veja, 4/8/71).

La palabra oficial de Itamaratí es distinta. Gibson Barbosa insiste en los planes integracionistas y a la vez intenta neutralizar las declaraciones de los sectores militares de derecha y de las clases dominantes más duros, negando las ambiciones de hegemonía brasileñas: "Brasil observa con alegría el progreso de las naciones vecinas; se dispone a contribuir para -acelerado y considera que el progreso brasileño está indisolublemente unido al de los países que con nosotros forman la comunidad latinoamericana (...). No tenemos la pretensión de dirigir u orientar el proceso latinoamericano. Queremos sí, participar en él. No aspiramos a liderazgos y mucho menos a hegemonías. No deseamos imponer modelos. Esos conceptos están ligados a políticas de poder, contra las cuales Brasil se rebela y de cuya práctica, en el pasado y en el presente, solamente han resultado sufrimientos y frustraciones para la humanidad" (AFP, 31/1/71).

Posición mucho más realista, pragmática y cínica que la del canciller es la defendida por Roberto Campos:

"Combatir zonas de influencia es un excelente leitmotiv para discursos diplomáticos, llenos de ternura por la igualdad de los pueblos. Pero eso nada tiene que ver con la realidad. Nos guste o no, nuestra influencia sobre la Luna es pura ficción, nuestra influencia sobre Afganistán es nula, pero nuestra presencia en Paraguay y Bolivia es algo ponderable. La vida política internacional es como el reino animal de George Orwell: «Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros"" (Veja, 28/7/71).

Ya analizamos, en varias oportunidades, los fracasos de los planes yanqui-brasileños de integración política, militar y económica de América latina. En el plano político, las tesis sobre las fronteras ideológicas elaboradas por la Escuela Superior de Guerra de Brasil fueron totalmente superadas en razón de los procesos que se desarrollan en Perú y Chile, de la actual tendencia de la política externa argentina y de la distensión que se registra actualmente en la política mundial.

La teoría del pluralismo político se muestra virtualmente victoriosa en el continente, principalmente después de las múltiples visitas del general Lanusse, del encuentro de Fidel Castro con los militares peruanos y del reciente viaje del presidente mexicano Luis Echeverría a Chile.

La integración del continente a nivel militar también fracasó, y los planes acerca de la FIP (Fuerza Interamericana de Paz) están definitivamente sepultados en los archivos del Pentágono. En el terreno económico, el fracaso integracionista resulta equivalente; el continente continúa balcanizado; el Mercado Común Latinoamericano, tan eufóricamente lanzado en Punta del Este, es cosa del pasado; la propia ALALC enfrenta una seria crisis, y su estancamiento es total 24.

Como consecuencia del fracaso de los planes integracionistas, los monopolios norteamericanos establecidos en Brasil, la "burguesía asociada" brasileña, la Escuela Superior de Guerra y el Itamaratí tuvieron que rever su estrategia. En el proceso de elaboración de la nueva política externa brasileña, se observan varias tendencias.
A la derecha de "idealistas" como Barbosa, de pragmáticos como Campos, están los sectores ultras de las fuerzas armadas, que siguen pensando como Golbery do Cauto e Silva: "La guerra es inevitable. Solamente nos resta preparamos para ella, con determinación, con clarividencia y con fe" 25.

Mientras siguen las discusiones teóricas sobre el papel de Brasil en América del Sur, algunos planes prácticos son puestos en marcha para alcanzar la soñada hegemonía. Abandonando objetivos muy complejos (como los que pretendían la transformación de la OEA en un súper gobierno, la creación de la FIP y el establecimiento del Mercado Común Latinoamericano), se concretan acuerdos bilaterales con varios países. Paralelamente, se aceleran los esfuerzos para conseguir la integración físico-geográfica del continente. Con el fracaso de los economistas y diplomáticos, pasaron a primer plano los ingenieros. La tesis puede ser resumida así: creada la infraestructura integracionista -ferrocarriles, carreteras, puertos y puentes-- la integración económica será una consecuencia inevitable.

Siguen los estudios boliviano-brasileños de interconexión Atlántico-Pacífico. El ferrocarril Santos-Arica podría ser la concreción del sueño de los militares brasileños. Paralelamente se intentan otras posibilidades en el mismo sentido. En junio pasado, cuando la visita del entonces canciller ecuatoriano Pontes Yepes, el país andino concedió a Brasil el derecho de establecer un puerto libre en San Lorenzo, en el Pacífico ecuatoriano. Por su proximidad con el canal de Panamá, el mismo tiene una gran importancia geopolítica. Una tercera tentativa de marcar la presencia brasileña en el gran océano se encuentra en pleno desarrollo. La carretera Transamazónica, que recorre de Este a Oeste toda la región amazónica brasileña, empalmará con el sistema vial peruano que lleva al Pacífico.

Con la visita, en noviembre último, del canciller brasileño a Guyana, avanzaron a la vez considerablemente los planes de los geopolíticos de la "Sorbonne" de establecer una cabeza de puente brasileña en el Caribe. Fue decidido, entonces, ligar las rutas transamazónicas brasileñas con el hinterland highway de la antigua colonia británica. "El canciller brasileño ofreció al gobierno guyano la colaboración brasileña en la construcción de la carretera Georgetown-Lethem, que empalmaría con la BR 174, la carretera brasileña que liga Manaus-Caracaraí-Boa Vista. Brasil también financiaría la construcción del puente necesario para ligar las dos carreteras", informa un cable publicado por O Estado de S. Paulo, el 11/11/71. Además el gobierno brasileño financiaría un nuevo puerto (que quedaría bajo el control accionaría brasileño), posiblemente en la propia Georgetown, que funcionaría como puerto libre para Brasil. Aparentemente, la única dificultad que enfrenta el gobierno brasileño para asegurarse una posición en el Caribe sería la oposición venezolana. La zona de Lethem forma parte del área de 150 mil km2 que Venezuela reclama como suya.

Sin embargo, a pesar de esas embestidas hacia el Pacífico y el Caribe, la principal preocupación de los teóricos geopolíticos brasileños continúa siendo el control del Atlántico Sur y la presencia de Brasil en el Río de la Plata, consideradas cama condiciones básicas necesarias para la consolidación de Brasil como gran potencia. y esa preocupación se traduce en un ambicioso plan -carreteras, ferrocarriles, puentes y puertos- ya en plena y acelerada ejecución.

Dentro del plan de integración física del Cono Sur, el perfeccionamiento de las carreteras que llevan al Uruguay es de fundamental importancia y tiene dos objetivos específicos. Uno ostensible, confesado por el propio ministro de Hacienda brasileño, Delfim Netto: "Hacer más homogéneas las economías de Brasil y Uruguay". El otro objetivo, por su carácter netamente militar, es inconfesable 26.

Los planes carreteros se desarrollan a ritmo acelerado, "a ritmo de Brasil grande", como pregona la propaganda gubernamental. El año pasado, el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) otorgó a Brasil 47 millones de dólares (56,3 % del total de un programa de 83 millones), para la construcción y mejoramiento de 626 kilómetros de las carreteras que conectarán Brasil con Uruguay. El plan incluye los siguientes proyectos:
a) ruta BR 153, entre Jaribé, Bagé y Aceguá;
b) ruta BR 158, entre Rosario do Sul y Livramento;
c) ruta BR 392, entre Sao Sepé y Canguçú;
d) ruta BR 116, entre Pelotas y Jaguarao.

Otro proyecto fundamental en el plan de incorporar económicamente el Cono Sur a través de obras de infraestructura es el relativo al superpuerto de Rio Grande, en el vecino estado de Rio Grande do Sul. Considerando que todas las previsiones de los técnicos mundiales en transporte señalan que, dentro de diez o veinte años, los grandes barcos -petroleros y graneleros de 300 a 500 mil toneladas- dominarán en forma absoluta el transporte marítimo mundial, Brasil se prepara para la eventualidad; lo que es absolutamente correcto, elogiable. Lo que se condena es que lo hace con evidentes -y confesados- propósitos hegemónicos. Bajo el título "El control de los mares del sur", la revista Veja (20/5/71) escribe: "De Santos para el Sur solamente un puerto podrá abrigar los gigantescos barcos que, en los años 80, transportarán hasta 500 mil toneladas de carga: el puerto de Rio Grande (...). Ningún puerto del Uruguay o de la Argentina podrá competir con él. La primera etapa de la construcción (del superpuerto) ya fue iniciada (...). Los puertos uruguayos y argentinos no ofrecen un privilegio: la profundidad necesaria de las aguas. Por lo tanto, Río Grande podrá en algunos años obtener un virtual monopolio en las exportaciones e importaciones del Cono Sur".

Se confiesa descaradamente el objetivo político de la obra:

"Este motivo -mucho más político que económico- alcanza para justificar la contrucci6n del superpuerto de Rio Grande. Es tan evidente el objetivo político que no se hizo siquiera un estudio serio y profundo sobre la viabilidad econ6mica del proyecto 27.

"El objeto de conquistar el liderazgo político en la Cuenca del Plata elimina cualquier objeción económica al proyecto", concluye la revista brasileña.

Pero no terminan ahí los planes de los militares brasileños de dominar el Atlántico Sur. Sorpresivamente, en los últimos meses, la prensa brasileña empezó a divulgar manifestaciones reivindicativas sobre la Antártida. Según los especialistas brasileños en el asunto, liderados por el diputado derechista Eurípides Cardoso de Menezes, Brasil tiene derecho sobre cerca de 500.000 kil6metros cuadrados de territorio antártico, en base al llamado "derecho de defrontación". Así, todas las tierras comprendidas entre los meridianos del Arroyo Chuy y la isla Martín Vaz pertenecerían a Brasil 28.

Y la campaña ya pas6 del terreno teórico al concreto. Jornal do Brasil (14/3/72) informa: "La expedición brasileña a la Antártida partirá probablemente en octubre pr6ximo, cuando empieza el verano en aquel continente. En la expedición, que será transportada en dos barcos de la marina de guerra, participarán científicos y técnicos que determinarán las riquezas que la Antártida podrá ofrecernos (...)".

Hay más todavía. Con los proyectos -en marcha acelerada- relativos a la integración Brasil-Portugal (que analizaremos más adelante), Brasil heredada las colonias lusitanas en África. Marcaría su presencia en la otra margen del océano Atlántico, y concretaría así el Sueño geopolítico de la "Sorbonne": transformar el Atlántico Sur en un mare nostrum brasileño.

Pocas veces en la historia se hicieron planes tan ambiciosos, tan monumentales, tan increíbles, tan delirantes, tan fantásticos como los que engendra actualmente el subdesarrollado imperialismo brasileño.

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12. ¿Irá Brasil a la guerra?

En esta serie de notas hemos intentado analizar en forma sistemática y objetiva la gestación de lo que podría ser un proceso expansionista (imperialista) brasileño, proceso de imprevisibles consecuencias para el futuro inmediato de nuestra América. Este análisis mostró claramente la existencia de teorías sobre el papel hegemónico de Brasil en el continente sur; de tesis, lo que es más grave, elaboradas por organismos del propio gobierno brasileño, como la Escuela Superior de Guerra Y el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. No cabe duda respecto a la existencia de planes -concretos, como el Operativo Treinta Horas, filtrado por los servicios de inteligencia argentinos. El golpe de Bolivia, financiado, planeado y orquestado por la diplomacia y los servicios secretos brasileños, constituye una prueba fehaciente de que los militares de derecha brasileños ya pasaron de la teoría a la práctica. El éxito de la operación Bolivia constituye, a la vez, un estímulo para nuevos avances.

Después del derrocamiento del general Torres, el blanco principal pasó a ser el Uruguay. En lo que podría ser clasificado como un verdadero escalonamiento de terrorismo ideológico a nivel internacional, la prensa brasileña (que, es necesario repetir, refleja el pensamiento de las clases dominantes, de los monopolios internacionales y de los sectores de la derecha militar, pues en razón de la censura absoluta vigente, nada se publica en Brasil que no tenga el imprimatur gubernamental) mantiene una campaña psicológica preparatoria del proceso intervencionista.
Un marco fundamental de esa campaña fue el editorial de O Estado de S. Paulo, publicado en Marcha el 14/1/71, que se atreve a afirmar que "Los acontecimientos de Uruguay amenazan con colocarnos, en cualquier momento, ante una posición perfectamente idéntica a aquella que en 1851 forzó a Brasil a transponer las fronteras del sur...".

Con un descaro pocas veces verificado en la historia, el mismo O Estado decide que el Uruguay "se volvió no viable por su crisis interna". O Globo (Grupo Time-Life, otro de los voceros oficiales del régimen castrense brasileño) establece la prioridad del Uruguay en la lucha antisubversiva brasileña allende las fronteras: En el póquer de la subversión latinoamericana, Bolivia acaba de liberarse del castro-comunismo. El Uruguay, mientras tanto, parece dispuesto a candidatearse para ocupar su puesto..." (cable de Interpress, 14/9/71).

Murilo Meto Filho, el más acreditado vocero del gobierno de Garrastazú Médici en la prensa brasileña, después de afirmar que "existen hoy naciones predestinadas y naciones condenadas" y que "en esta lucha, los países que se agigantan en el escenario necesariamente van expulsando del mismo a los competidores", coloca en estos términos la "misión mesiánica" de Brasil en Latinoamérica: “Nuestras esperanzas se vuelven hacia los presidentes Pastrana, Caldera, Ibarra, Banzer, Alvarado, Allende, Stroessner, Areco y Lanusse: que tengan éxito en sus programas de recuperación y desarrollo. En el caso de que alguno de ellos fracase, estará aflojando ante la subversión y abriendo las puertas al caos. Es para la eventualidad de ese peligro que necesitamos (los brasileños) estar siempre preparados. Más aún: precisamos ser fuertes en todos los sentidos” (Manchete, 23/10/71). Lo que -sacando la retórica- quiere significar: en el caso de inminente e irreversible peligro "comunista", en cualquier país de América del Sur, Brasil, actuando como “tutor” del subcontinente, intervendrá.

La "campaña psicológica preparatoria" no está limitada a la prensa. Militares brasileños discuten descaradamente sobre la conveniencia de colocar a los países vecinos bajo un régimen de protectorado (general Hugo Bethlem). Miembros del propio gobierno acusan la existencia de "un vacío de poder en el Atlántico Sur" e informan sobre la decisión de Brasil de llenar ese vacío (almirante Adalberto Barros Nunes, ministro de la Marina); el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas elabora planes de invasión como el Operativo Treinta Horas. Se acelera la conclusión de carreteras estratégicas que conducen al Uruguay y se inaugura, en Santa María (R. G. do S.), la mayor base aérea de Latinoamérica. El ejército está siendo entrenado para enfrentarse a una situación que, según voceros del régimen castrense, es la vigente en el Plata: "Ante una situación de caos en el país amarillo, el país azul lo invade. En país rojo declara guerra al azul y pasa a apoyar al país invadido; los países verde y lila se mantienen neutrales".

El más destacado y brillante agente de la inteligencia brasileña, el coronel Moacir Pereira, fue rebajada del cargo de subjefe del Servicio Nacional de Informaciones (uno de los puestos más importantes dentro de la jerarquía del gobierno militar, pues el SNI -mezcla de FBI y Gestapo- es un superministerio), al puesto de simple agregado militar en una embajada de "segunda categoría como es la de Brasil en el Uruguay. Es sabido que el coronel no cayó en desgracia. ¿Por qué está aquí?.

¿Llegará el gobierno brasileño a poner en práctica -como pregonan sus voceros- el Operativo Treinta Horas, o sea, llegará a la invasión del territorio uruguayo en el caso de "la victoria del Frente Amplio" o de "un irreversible avance del movimiento revolucionario"?.

Intentaremos responder, analizando el problema en sus múltiples aspectos, examinando las posibilidades, las limitaciones, los obstáculos, los pros y contras de esas hipótesis.

1. Brasil es un subimperio y como tal no tiene capacidad de decisión.

Ese sería un argumento fundamental, decisivo, en contra de la tesis de la invasión. En su condición de subimperio, sería necesario que Brasil obtuviese el visto bueno de los Estados Unidos para actuar. Los subimperios -se argumenta- no tienen autonomía para tomar decisiones trascendentales como sería la invasión de un país, que pondría en riesgo la paz y la estabilidad del imperio en el continente. Los subimperios suelen actuar de acuerdo con los intereses y determinaciones de la metrópoli, encuadrados en la estrategia global del imperio: cumplen órdenes, ofician de gendarmes. Ejemplos históricos de la actuación de los subimperios constituyen las guerras de Brasil contra Rosas y Solano. López, en defensa de los intereses británicos.

Aceptada esa premisa, se podría descartar totalmente la hipótesis de invasión del Uruguay o de cualquier otro país latinoamericano en el futuro próximo, mientras Brasil no supere su actual condición de subimperio. Parece obvio que a los Estados Unidos no le interesa, en este momento (cuando está atrapado por una seria crisis interna, empantanado en Indochina, enfrentado a la rebelión del Tercer Mundo y a toda una serie de agudas contradicciones con sus asociados del mundo capitalista), crear una situación violenta en América latina, especialmente en un país tan lejos de sus fronteras como el Uruguay 29. Una situación que -además- podría degenerar en un conflicto armado de imprevisibles proporciones y/o determinar la eclosión de un incontrolable proceso revolucionaria a nivel continental. Los motivos que pudieran tener los Estados Unidos para llegar a una decisión tan radical como sería ordenar o simplemente apoyar o permitir una invasión brasileña en Uruguay, no son suficientemente fuertes y determinantes.

Las motivaciones político-ideológicas existentes están, además, en este momento, minimizadas en razón de la casi total distensión que se verifica en el enfrentamiento Este-Oeste. Sería totalmente absurdo que, mientras practica con Mao Tse-tung la diplomacia del ping-pong, Nixon tornase una decisión ultrarradical contra un pequeño país del hemisferio. El anticomunismo primario, grosero e histérico ya pasó de moda entre los países ricos; sigue teniendo vigencia solamente en países atrasados y dependientes como Brasil.

Ocurre que las relaciones imperio – subimperio no están exentas de contradicciones. Por más controlado, dominado, vendido que esté Brasil actualmente, sigue teniendo una dosis de autonomía que -en determinadas ocasiones y dadas ciertas circunstancias- pueden perjudicar los planes imperiales. El Pentágono y la CIA, al establecer en Brasil un Estado militarista subdesarrollado, con características netamente "fascistas", crearon un monstruo. Un monstruo que, como en el caso de "Frankenstein", no siempre es obediente a la voz del creador.

Hay que considerar -en este particular-o lo que piensan los militares brasileños (lo manifestaron en varias oportunidades) sobre la actual política (o mejor, sobre la falta de una política) de Nixon en Latinoamérica. Están convencidos de que los Estados Unidos "están capitulando ante el comunismo internacional, produciendo, en lo relativo a América latina, "un peligroso vacío de poder". En consecuencia, los militares ultras brasileños, como modernos cruzados, están dispuestos a corregir la "omisión" yanqui, ocupando ese vacío.

Esa convicción podría -a pesar de que los actuales planes norteamericanos descarten cualquier tipo de intervención directa, ostensible y armada en América latina- dar origen a una aventura militarista de parte de los ultras brasileños.

2. La diplomacia de los patacones difícilmente resultaría en el Uruguay.

Vimos anteriormente cómo la diplomacia y los servicios brasileños, actuando can toda habilidad y con un mínimo de gastos, Consiguieron voltear el régimen popular-nacionalista del general Torres y, hasta cierto punto, y cómo meses antes del golpe pregonaba el general Hugo Bethlem transformar a Bolivia en un protectorado brasileño.

Nuestra experiencia de siete años de Uruguay y el conocimiento que juzgamos tener de su pueblo y de sus militares, nos hacen pronosticar que difícilmente los métodos aplicados en Bolivia resultarían aquí. Cualquier tentativa de transformar este país en un simple títere del régimen castrense brasileño chocaría violentamente con el profundo y militante sentimiento nacional de los orientales. Sentimiento que, partiendo de la gesta de Artigas y de los Treinta y Tres Orientales, está hoy más vivo que en cualquier otro momento de la historia de este pequeño gran pueblo, sin duda el más conciente y po1itizado de Latinoamérica.

Fracasada la diplomacia de los patacones, los militares brasileños tendrían que poner en práctica la segunda etapa de su proyectada guerra ideológica preventiva, o sea, la invasión. Es posible que, consumada la brutal y estúpida agresión, el ejército brasileño -en razón de su enorme superioridad humana Y material ocupase todo el territorio oriental. Pero -tenemos total seguridad- mantener esa ocupación no sería fácil. La presencia de tropas enemigas en la tierra de Artigas originaría una masiva y heroica patriada. El pueblo uruguayo se incorporaría a una enorme montanera que acosaría permanentemente al invasor. Después de un siglo y medio de vida independiente, mantenida muchas veces con la sangre generosa de sus hijos, la nación uruguaya no retrocedería a la condición de Provincia Cisplatina, como pretenden los militares ultras brasileños, obsesionados por la idea de la "vocación rioplatense de Brasil".

Si los diplomáticos brasileños, los agentes del S.N.I. y del D.O.P.S. radicados en Montevideo, conocen, superficialmente al menos, la historia del pueblo oriental y tienen un mínimo espíritu de observación, deben de haber informado a sus jefes que el Operativo Treinta Horas no sería un simple desfile militar...

3. El conflicto no quedaría limitado al Uruguay.

Otro argumento de enorme peso en contra de cualquier aventura militarista brasileña en el Cono Sur, es el de que la Argentina, en defensa de su propia seguridad -se podría decir de su supervivencia como nación soberana-, no puede asistir de brazos cruzados a la ocupación de Uruguay. La enorme importancia geopolítica del territorio uruguayo quedó evidenciada a lo largo de la historia. No fue por una simple cuestión de prestigio que España y Portugal lucharon durante más de un siglo por la posesión de la Colonia de Sacramento. La Argentina no puede admitir la presencia brasileña en Colonia, clave de toda la cuenca rioplatense, pues eso significaría incluso el bloqueo de Buenos Aires, el gran puerto argentino.

La intervención argentina en el conflicto cambiaría radicalmente la perspectiva absolutamente simplista y optimista del Operativo Treinta Horas. La aplastante superioridad militar brasileña desaparecería con la intervención argentina. Numéricamente, las fuerzas armadas brasileñas son aproximadamente 100 % superiores a las argentinas. Ocurre que el ejército brasileño está dividido en cuatro cuerpos, distribuidos a lo largo del inmenso territorio, situados tres de ellos a miles de kilómetros de la frontera sur. De inmediato, solamente el III Ejército -radicado en Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná, los tres estados sureños- cuyos efectivos actuales deben sumar cerca de 120 mil hombres (inferiores al ejército argentino), estaría disponible para el enfrentamiento. Así, la tentativa de ocupación de un pequeño país, prevista para treinta horas de acción, podría transformarse en una guerra dura, prolongada y de muy incierto resultado.

4. El ejército brasileño no es -todavía- una máquina de guerra eficiente.

Las actuales fuerzas armadas brasileñas no pueden ser consideradas -ni del punto de vista humano ni en el aspecto material- una eficiente máquina de guerra. Hoy, el ejército brasileño está transformado -dentro de los planes del Pentágono-- en una enorme fuerza represiva interna, en una gigantesca policía política. Tanto en lo relativo al armamento que recibe de los Estados Unidos (especialmente equipos antimotín y antiguerrillero), como en lo referente al entrenamiento administrado por los militares yanquis, el ejército brasileño está preparado para luchar contra su propio pueblo, contra la "subversión".

En ese sentido, cumple perfectamente su tarea: su simple presencia -en las calles o en los cuarteles- sirve para amedrentar. Pero no está preparado -al menos en este momento- para una guerra externa. Podría cumplir con éxito una operación relámpago, un Operativo! Treinta Horas, pero no enfrentarse a un prolongado proceso de guerra convencional. Es evidente que esas limitaciones podrán desaparecer en los próximos años, cuando el acelerado desarrollo industrial le proporcione las fuerzas armadas brasileñas los equipos bélicos pesados necesarios para ese tipo de guerra.

Actualmente, las fuerzas armadas brasileñas no constituyen un cuerpo político homogéneo. Todavía no han sido transformadas en "el partido", como lo reclama el líder nazi criollo Plínio Salgado. Antes del golpe del 1º de abril de 1964, calculábamos que entre la oficialidad se contaba un 10 % de izquierdistas (entre nacionalistas-populares y marxistas); otro 10 % podría ser considerado como de derecha ideológica. El resto, en su inmensa mayoría, estaba constituido por militares "conservadores", "liberales", pero fundamentalmente por no políticos; típicos militares profesionales, cumplidores de órdenes, generalmente "legalistas". La experiencia histórica demuestra que una u otra de las minorías militantes conseguían, en determinadas situaciones, obtener el apoyo de la "mayoría silenciosa" (para utilizar la definición de Nixon) y hacer triunfar sus puntos de vista. En agosto de 1951, presionada por la voluntad popular, la mayoría terminó por apoyar el contragolpe dirigido por Brizola. El 1º de abril de 1964, fue completamente distinto: contaminados por la histérica propaganda anticomunista, la derecha, más el centro, se volcaron, en forma masiva, a favor del golpe.

Después del golpe del 1º de abril, el sector progresista fue violentamente expurgado y la derecha ideológica debe de haber aumentado considerablemente. Sin embargo, el sector nacionalista volvió a organizarse; está creciendo y actuando. En ese sentido, es muy importante la influencia peruana. En los últimos meses varios militares del país andino dieron conferencias en la Escuela Superior de Guerra, exponiendo a miles de militares lo que es el camino peruano de liberación.

Es verdad que el general Rodrigo Octavio (un nacionalista, autor de denuncias sobre la ocupación de la Amazonia por los yanquis), que comandaba entonces la "Sorbonne", fue obligado a renunciar a ese importante y fundamental cargo (desde el punto de vista de la formación ideológica de los militares).

A pesar del avance de los derechistas (hoy deben constituir cerca de 30 % de la oficialidad), la mayoría continúa siendo "apolítica". Es imprevisible la posición que tomaría ese sector de la oficialidad -sin mayores convicciones ideológicas, que usufructúa una situación privilegiada y un alto nivel de confort-, si fuera colocado ante la alternativa de la guerra. Considérese, además, que ésa no sería una guerra patriótica en defensa de la soberanía nacional; al revés, sería una guerra de agresión, de agresión a un pequeño país prácticamente desarmado, una guerra sucia, como la de los Estados Unidos contra Vietnam. No se debe descartar como improbable la hipótesis de que el sector progresista de la oficialidad, aprovechando la oportunidad, asumiera el liderazgo de la mayoría e intentase el derrumbe de los ultras.

Existe otro factor a ser considerado al analizar la efectividad guerrera del ejército brasileño. Antes del golpe, en razón de un intenso trabajo de concientizacíón, de politización, hecho por el movimiento nacionalista popular, se habría producido otra importante división en la pirámide castrense: una división horizontal. La organización política de los sargentos en las tres armas y de los marineros y fusileras navales (soldados profesionales) en la marina, fue uno de los hechos político-revolucionarios más importantes del periodo 1961/64. En agosto de 1961, la actuación de los sargentos fue decisiva para la victoria de la causa popular. El general Machado Lopes, comandante del III Ejército, adhirió al contragolpe solamente porque ya no disponía de ninguna unidad para luchar contra el pueblo. Los sargentos habían dominado la situación dentro de los cuarteles, mientras el pueblo conquistaba las calles.

Otros síntomas de la intensa "lucha de clases" que se desarrollaba en los cuarteles fue la rebelión de los sargentos (toma y ocupación por 24 horas de la capital de la República; Brasilia, en setiembre del 63) Y la rebelión de los marineros y fusileros navales, en marzo del 64 en Rio. Es verdad que cuando se produjo el golpe del 1º de abril, el "esquema revolucionario de los sargentos" no funcionó. Pero eso se explica: Goulart, con su política de conciliación con las clases dominantes y con el imperialismo, había desarticulado la organización, al transferir a las guarniciones más lejanas del territorio nacional a los jefes de los "comandos revolucionarios de los sargentos".

A pesar de la purga -después del golpe- de miles de oficiales, suboficiales, sargentos, cabos, marineros y fusilero s navales (no menos de 10 mil fueron expulsados), es evidente que deben de haber quedado en el seno de las fuerzas armadas brasileñas semillas de aquella concientización. Semillas que podrían germinar en el caso de que las fuerzas armadas brasileñas fueran lanzadas a una guerra estúpida y fratricida como sería la ocupación del Uruguay.

Debe considerarse igualmente el hecho de que, en lo relativo a la tropa, el ejército brasileño tiene una formación netamente democrática. La tropa está constituida sobre la base del servicio militar obligatorio, al cual están sujetos todos los jóvenes brasileños. Y sabemos que, a pesar de la tremenda campaña publicitaria "fascista" del régimen, de la "educación moral y cívica" obligatoria en todos los niveles de la enseñanza y de la casi total falta de información político-ideológica imperante en el país, la juventud brasileña no fue ganada por el enemigo. Está lejos de constituir una masa pasiva que pueda ser transformada en carne de cañón por los comandos militares.

Con todas esas divisiones -verticales y horizontales-, con todas esas contradicciones internas, es imprevisible lo que puede ocurrir con ese ejército cuando sea sacado de su inercia, de su hábitat y lanzado a operaciones de guerra convencional en gran escala. Creemos no ser demasiado optimistas si prevemos un desastre total.

5. Los efectos económicos de la guerra.

Una guerra -aun convencional- constituye, en nuestros días, una práctica muy costosa y puede tener enormes efectos sobre la economía de los países participantes. La agresión de los Estados Unidos a Vietnam es un ejemplo convincente de esos resultados. Inicialmente, la guerra tuvo efectos positivos sobre la economía norteamericana: los gastos bélicos actuaron como incentivos sobre la misma. A la larga, la aventura belicista del Pentágono resultó desastrosa. Entre las varias causas de la actual crisis económica en los Estados Unidos, posiblemente la más importante sea la verdadera sangría de recursos ocasionada por la gloriosa lucha del pueblo vietnamita.

A pesar del auge desarrollista que vive hoy Brasil, su economía continúa siendo típicamente subdesarrollada; no soportaría la tremenda prueba de una guerra a mediano o largo plazo. Recordamos, en ese sentido, lo que pasó en 1961 con la llamada "guerra de la langosta". Como pesqueros franceses invadían constantemente el mar territorial brasileño en busca del codiciado crustáceo, el presidente Janio Quadros mandó que toda la flota de guerra se dirigiera hacia el Nordeste a proteger la soberanía nacional. Como De Gaulle amenazase, a su vez, con mandar portaaviones para asegurar los barcos de pesca franceses, la situación se mantuvo tensa durante varias semanas. En el corto período, la marina gastó todo su presupuesto anual. Dos años después, nos informaba un amigo funcionario de Petrobrás: el Ministerio de Marina no había pagado todavía el "fuel-oil" Y los lubricantes gastados en la guerra.

De cualquier manera, la guerra sería una interrupción violenta en el desarrollo de la economía brasileña, lo que parece no interesar a los monopolios internacionales que la controlan.

6. La guerra es uno de los caminos de la revolución.

Las fuerzas progresistas de todo el mundo tienen una posición muy clara en relación con la guerra de agresión: son radicalmente contrarias. Si la decisión estuviera en sus manos, ninguna guerra estallaría. Ocurre que las guerras surgen por la voluntad de los gobiernos imperialistas, de los monopolios internacionales, de las clases dominantes y de los militares de derecha de los países agresores. Ante la inevitabilidad de una guerra, cabe a las fuerzas progresistas encauzarla en el rumbo de la revolución. La experiencia histórica muestra que uno de los caminos de la revolución es la guerra. De no haberse producido la derrota rusa en 1917, es muy probable que Lenin hubiese muerto en el exilio y que un zar cualquiera gobernase actualmente la Santa Rusia. Lo mismo se puede argumentar con relación a China: sin la guerra antijaponesa es posible que Mao Tse-tung estuviera hasta hoy luchando en las montañas de Yenán.

En nuestro caso, una guerra provocada por los militares de derecha brasileños podría ser el acelerador del proceso revolucionario en los países implicados. En el Uruguay, el movimiento revolucionario sería inmediata y enormemente fortalecido. En la Argentina, el gobierno, para obtener la base popular can que enfrentar la amenaza imperialista, tendría que evolucionar rápida y radicalmente hacia la izquierda y tratar de conseguir alianzas con otros países progresistas como Perú y Chile. En Brasil, los movimientos revolucionarios -que actualmente viven su peor momento de los últimos siete años, prácticamente barridos por la violenta y eficiente máquina represiva organizada por la CIA- podrían aprovechar los funestos resultados de la guerra sobre la economía y sus reflejos sociales, además de la inevitable división de las fuerzas armadas, para intentar avanzar revolucionariamente.
La “guerra preventiva”" brasileña podría transformarse en la espoleta de la revolución continental.

Conclusión

En la hipótesis de que los militares brasileños analizasen dialécticamente -como nosotros- la situación en sus múltiples aspectos y evaluasen fría y objetivamente las posibles consecuencias de una aventura militarista en el Cono Sur, con toda seguridad archivarían definitivamente su Operativo Treinta Horas y otros planes elaborados por el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Pero es mucho pedir que los militares reaccionarios, fanatizados por el anticomunismo más primario, obcecados por la idea de que están predestinados "a salvar a Latinoamérica del comunismo", razonen dialécticamente o, por lo menos, utilicen la lógica y la razón al establecer sus planes. En consecuencia, no se puede descartar la hipótesis de la invasión, por más absurda e irracional que sea. La actuación de los militares de derecha brasileños en estos siete años y medio fue marcada, generalmente, por una total irracionalidad, irracionalidad que podría manifestarse una vez más. Hay que estar preparados para enfrentarlos.

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1. Prólogo para la edición uruguaya de "¿Irá Brasil a la guerra?". Fundación de Cultura Universitaria.

2. El ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil.

3. O Estado no es un diario cualquiera, desde el punto de vista político es el más importante órgano de la prensa brasileña; refleja los intereses de los monopolios yanquis establecidos en São Paulo, de la oligarquía paulista y de la burguesía asociada; salvo alguna pequeña y temporaria contradicción con el régimen castrense, sus editoriales reflejan la posición del gobierno de Brasilia; además, hay que considerar la censura total vigente en Brasil: nada -que no tenga el visto bueno gubernamental se publica en la prensa brasileña.

4. No podría ser más clara la amenaza de invasión del Uruguay. En el' capítulo "¿Uruguay o Provincia Cisplatina?" analizamos las intervenciones del imperio brasileño en el Plata.

5. "Geopolítica do Brasil" (edición Libraria José Olimpio Editora).

6. En "Imperialismo y Geopolítica en América Latina".

7. En “Una historia sucia: El capital extranjero en Brasil" (edición L. y S) y en "Seis años de dictadura" (edición "Cuadernos de Marcha").

8. En "Estados Unidos frente al mundo".

9. Designación popular  de la Escuela Superior de Guerra brasileña.

10. Obra citada.

11. Diario conservador de Rio de Janeiro.

12. Diario liberal de Rio de Janeiro.

13. Desde el punto de vista monopolista, es absurdo que las grandes empresas internacionales tuvieran que instalar sucursales en cada uno de nuestros países, cuando una sala fábrica, estratégicamente situada, podría abastecer el limitado mercado consumidor latinoamericano.

14. Es obvio que la integración planeada en Punta del Este no tenia nada que ver con la Patria Grande soñada por San Martín, Bolívar, Artigas, Ugarte y tantos otros, y aceptada hay por casi todas las corrientes progresistas de nuestra América. Lo que surgiría del mercado común no seria la Patria Grande sino la "Colonia Grande", la colonia integrada.

15. En Sao Paulo se genera el 59,2 % de la renta industrial de Brasil.

16. En "O Estado militarista" (edición Civilizaçao Brasileira – Rio).

17. Diario liberal de Río de Janeiro.

18. El proyecto de Sete Quedas fue posteriormente sustituido por el de Itaipú, 160 kilómetros más al Sur.

19. Asociación Latino Americana de Libre Comercio.

20. Sería necesario hacer un estudio serio sobre el problema de las jornadas de trabajo en los países subdesarrollados; eso de las 8 diarias es un cuento chino: para sobrevivir, el obrero tiene que trabajar 10 a 14 horas diarias e, incluso, tener dos empleos.

21. Sería también altamente reveladora una pesquisa científica sobre el poder alimenticio -calorías, proteínas, vitaminas, etc.- de los elementos considerados en 1938 como el mínimo vital y de los que consume hoy una familia obrera brasileña.

22. Los analizaremos en el capítulo "La lucha por la Amazonia".

23. Especialmente en "Clases sociales en Brasil" (edición "Cuadernos ,de Marcha").

24. Según el informe de su XI Conferencia Ordinaria, las importaciones realizadas entre los países miembros totalizaron 1.342 millones de dólares en 1970, con un incremento de solamente 43 millones sobre el año anterior. A su vez, las importaciones de los países asociados provenientes de fuera de la zona arrojaron un total de 10.538 millones en 1970, verificándose un aumento de 1.343 millones de dólares sobre 1969. Como vemos, el aumento de las compras hechas por los países de la ALALC a terceros en un solo año superó al total del intercambio entre los países miembros. El comercio intrazonal representa solamente el 12,8 % del total.

25. Obra citada.

26. "Disminuir" el Operativo Treinta Horas.

27. El superpuerto tendrá una capacidad de carga de 20 millones de toneladas/año en su primera etapa, total varias veces superior a la capacidad de exportación-importación del estado del extremo sur de Brasil.

28. La pretensión brasileña afectaría una porción considerable de la Antártida Argentina.

29. Posiblemente una situación idéntica a la uruguaya vigente en algún país de América Central podría determinar una "repetición" de Santo Domingo.